Camino al Trabajo

El hombre esta con los ojos fijos en el horizonte, sus manos sujetan el volante. Despacio y prácticamente sin sentirlo, sus pies juegan con los pedales del freno y del acelerador. Un día más en el auto camino al trabajo. Ella esta sentada a su lado mirándose en el espejito que hay en la parte de arriba del tapa sol. Se está acomodando un poco el cabello y busca el lapiz labial de color «natural» en su cartera gris. Para ella  también es un día más, camino al trabajo.

Una situación rutinaria. Ninguno de los dos abre la boca para conversar. Él la mira de reojo pintarse la boca y piensa en como el sencillo hecho de «pintarse la boca» puede convertirse en algo tan erótico. La recuerda hace unos años atrás jugando con la parte superior de su pene. Ella lo rozaba con sus labios delicadamente… él sonríe. Ella le pregunta porque  está sonriendo y él tartamudea y  responde que se acordó algo gracioso que un compañero de trabajo hizo una noche de antaño en una despedida de soltero… De pronto suenan las noticias en la radio y la conversación se termina. Él se estresa un poco porque la bolsa se esta yendo a pique en estos días y tiene un poco de dinero metido en unas acciones. La voz grave del locutor de radio le gusta. Le hubiese gustado tener una voz así de varonil. Vuelve a sonreír.

Ella se da cuenta de su sonrisa pero esta vez ya no le pregunta nada. La verdad es que no le importa porque él está sonriendo. Lo único que quiere es llegar cuando antes al trabajo y encontrarse con Frank. Después de haber pensado en la palabra «Frank» una lluvia de recuerdos la invade y la altera. Recuerda que ayer, solamente ayer, Frank la tomó con fuerza junto a la maquina de café de la oficina y que ella reventó una de las capsulas de café con el peso de su mano mientras él se movía fuerte y sentía que el vientre se le iba, se le iba, se le fue… y como todo el cuarto quedo oliendo a sexo y a café y los dos sonrieron después de haber terminado de hacerlo. «Frank» el hombre que, hace años ya, la saca de la rutina mongólica en la que la tiene metida su marido. «mi marido»  

Terminan las noticias y comienza una canción de la banda británica Munford and Sons : «I Will Wait». Él la canta feliz y cuando llega a la parte en la que la letra recita «and I will wait, I will wait for you…» él se voltea hacia ella y le menciona aquellas palabras con una leve sonrisa. Ella le pide que deje de cantar que esta malogrando la canción. Él hace silencio y escucha el relinchar de las guitarras irlandesas y se siente feliz aunque a ella no le gusta que cante. Ella quiere bajarse del auto cuanto antes. Piensa en pedirle que la deje en alguna esquina y decirle que hoy va a usar el autobús.  Se lo dice: «Mejor me dejas en alguna esquina y me voy en bus, no quiero que te atrases por mi culpa…» y sonríe torcidamente. Él le dice que ni vainas, que él la lleva hasta el trabajo y la deja en la misma puerta. Ella asiente y abre su cartera ploma. Allí dentro encuentra el bolígrafo de Frank. Ya no aguanta más, lo quiere ver ya. Esta vez recuerda que la semana pasada lo hicieron en la maquina fotocopiadora cuando ya todos se habían ido. Y gritaron y se fotocopiaron mutuamente y se dio cuenta que nunca había sido más feliz que en ese día con la mejilla izquierda apoyada en el vidrio de la fotocopiadora mientras Frank embestía desde atrás con los pantalones rebajados hasta por debajo de las rodillas.

Él se voltea un segundo y se da cuenta de que ella se ha ruborizado. Le pregunta si es que se siente bien o tiene un poco de fiebre. Ella le dice que esta bien. Él le toca la frente y se da cuenta que está un poco calenturada y le dice que parece que está con fiebre. Ella le dice que todo está bien y que no se preocupe. Él insiste en que es mejor regresar a casa. Ella le alza la voz y le dice «Estoy bien, no entiendes bien o que?» Él odia discutir, así que la deja ahí con sus hormonas revueltas. «Las mujeres y sus hormonas…»  se dice así mismo.

Él se fija en el camino. Sabe que en veinte metros el semáforo esta malogrado y tiene que bajar la velocidad. La disminuye con prudencia. Mira hacia la derecha y acelera. A partir de ahí todo es confuso para él. Un golpe seco desde el lado izquierdo lo hace sujetarse muy fuerte al volante. Un grito ahogado de ella. Un ruido infernal de fierros retorcidos. Un suspiro. Un final.

En la oficina Frank mira su reloj preocupado. Son las 9:10 de la mañana.

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