Des-Conexión

 

Hasta que cumplí diecisiete años no vi un teléfono celular. Cuando cumplí diecinueve comencé a usar la Internet. A los veintiuno abrí mi primer e-mail. A los veintiocho conocí el Facebook. A los veintinueve el twitter. El Facebook ha cambiado mucho en los cuatro años que lo conozco y además de eso nos ha cambiado mucho también. He cerrado mi primer mail y el que uso tiene tres años. Mi nuevo mail es g-mail. El mail de Google. En los últimos cinco años Google ha pasado de ser un buscador de Internet a prácticamente dominar cada nicho informático posible. Es un monstruo que ha superado con creces el pronóstico más optimista el día en el que se creo. En el dos mil nueve los teléfonos inteligentes prácticamente no existían. Hoy no se puede vivir sin uno. Tenemos de pronto un GPS. Una cámara de fotos HD. La fuente de toda la sabiduría humana en el tamaño de la palma de tu mano. Toda la música del planeta. Y todo en un solo aparato que puedes meter en tu bolsillo. Hace diez años todo lo que acabo de enumerar era prácticamente inimaginable y en gran parte «ciencia ficción».

Y aquí estamos. Los que nacimos y crecimos en una época en que si la gente quería leer algo abría un libro o un periódico. Tuvimos una infancia en una época en la que habían cinco canales de televisión. La radio era predominante aún en nuestras vidas. Y si queríamos hablar por teléfono lo hacíamos en uno público o le pedíamos prestado al vecino. Nacimos y crecimos en una época de simpleza y lentitud. Una época en la que teníamos que «buscar» la información para encontrarla. De pronto me despierto esta mañana y me doy cuenta que hoy por hoy amanecemos cada día en un mundo inundado  de «información». Sobrecargado de «conexión». Infestado de «redes sociales». Un mundo en el que el e-mail se ha vuelto la herramienta más importante en el trabajo. Un mundo en el cual si te olvidas el teléfono en casa estás completamente perdido y desconectado. Te estresas hasta casi llorar si te pasa y te sientes completamente inválido. Hemos pasado de ser unos buscadores de información, a crear  un mundo en el cual la información «te busca» a ti. Te acosa. Te invade. Te rodea. Te ataca por medio de setecientos canales de cable  publicitados. Se te clava en el sub-consciente por medio de la internet y esos anuncios chiquitos que crees que no ves pero que están ahí. Incrustándose bien dentro de tu cerebro. He decidido parar. He decidido dejar de informarme. He decidido «desconectarme» (al menos un poco).

La verdad es que lo vengo haciendo desde hace un par de meses atrás. Mi vida solo ha mejorado desde entonces. Me siento con mucho más tiempo. Leo más. Hago más ejercicio. Hago más el amor. La vida «medio» desconectado es mejor que la de conectado full time. ¿Cómo lo hice? Pues así:

 

  • Corté la televisión por cable: Setecientos canales en los que nunca tenía nada que ver. Las noticias me entretenían. Aunque todos los días eran las mismas. La primera semana sin televisión me sentí como un adicto al crack al que le habían quitado su dosis. Fue difícil dejar de sentarte en el mueble a desperdiciar unas tres horas de tu vida todos los días. Pero al fin y al cabo lo logré. No necesito ni voy a necesitar nunca más la televisión en mi vida. Estoy dejando lo económico de lado. Como habrás deducido la televisión por cable no es gratis en ningún país así que estoy ahorrando una buena pasta dejándola de lado.
  • Horarios para las redes sociales: No me conecto a cada rato. Ni siquiera cuando estoy muy aburrido. Si estoy solo y no tengo nada que hacer prefiero masturbarme antes de meterme al facebook. He preestablecido «horarios de conexión». Llego todos los días al trabajo a las seis y cuarenta y cinco de la mañana. A las siete me conecto al facebook y a mi mail. Me meto a twitter y leo los periódicos digitales de Israel. De Perú. Y  la pagina web de la agencia de noticias Reuters. «Me tengo permitido» hacerlo hasta las nueve de la mañana. A partir de ahí cierro el mail y no lo abro hasta el día siguiente. El facebook tiene otros diez minutos a las ocho de la noche. Las noticias también esperan hasta el día siguiente.
  • Teléfonos celulares: Tenia dos. Uno del trabajo y uno personal. Me deshice de el teléfono del trabajo. Casi nadie me llamaba a ese número y cuando me llamaban me sentía obligado a responder (porque era el teléfono del trabajo). No más. Me quedé con mi teléfono personal. En él tampoco  abro nada de redes sociales después de las nueve de la mañana.
  • Veinticuatro horas al tanto del teléfono: Mi trabajo esta basado en una disponibilidad de 24/7. Controlo un equipo de seguridad formado por cuarenta personas. Estoy haciendo algo de trampa con respecto a eso. He prohibido rotundamente que ningún trabajador me llame después de las tres de la tarde. Llevo tres meses así y no ha pasado absolutamente nada. Lo que si ha pasado es que tengo menos estrés y los trabajadores al no poder preguntarme cada cinco minutos que demonios deben hacer. Han aprendido a desenvolverse mejor y a ser más responsables. Todos felices.
  • Fines de semana: No me pueden llamar los fines de semana tampoco. Tengo que dejar en claro en este punto de que si pasa una catástrofe. Empieza la tercera guerra mundial. Una invasión alienígena se aproxima. O alguno de los padres de alguno de ellos muere tienen el permiso de hacerlo. No soy tan extremista.
  • Ejercicio: Cuando hago ejercicio llevo el teléfono porque en el él tengo la música y el GPS. Cuando hago ejercicio no le contesto a nadie y pongo el teléfono en silencio. A mi mamá le he contestado un par de veces mientras corro porque me llama desde los Estados Unidos y no quiero que piense que soy un hijo snob y que no quiero hablar con ella. Al resto de personas no les contesto ni de vainas. Mi hora de ejercicio diaria es sagrada.
  • Hora de dormir: Por ende cuando me voy a dormir pongo el teléfono en silencio y me importa un reverendo pepino si destruyen mi trabajo con cohetes LAW o RPGs . Mi sueño también es sagrado.
  • Escritura: Escribo entre cuarenta minutos y una hora y media por día. No menos ni más de eso. Mientras escribo uso el modo anti-distracciones (Una pagina de escribir blanca que ocupa toda la pantalla de la computadora y no deja espacio ni para el buscador ni para nada que no sea escribir). Obviamente mientras escribo mi teléfono también esta apagado o en silencio.

Como lo escribí más arriba desde que comencé a desconectarme soy más creativo. Estoy menos estresado. Duermo mejor. Paso más tiempo con mi mujer. Entreno más. Escribo más. Pienso más. Como mejor. En resumen vivo mejor y soy más feliz.

Hazte un favor y piensa en cuanto tiempo te la pasas «conectado» al día. Date cuenta que con un poco de organización y ganas puedes ganarle muchas horas al día que puedes dedicarlas para ti y para los que quieres: Hijos, esposa, perro, amante o gato. En ese orden.

Hay opciones así que búscalas.

El corazón de Ringo

 

El corazón de Ringo es más grande de lo normal. Es más grande de lo normal porque tiene una falla congénita. Tiene un soplo y eso evita de que bombee la sangre como debería. Al no poder bombear bien, el corazón de Ringo hace un sobre-esfuerzo continuo y como todo músculo sometido al trabajo: Crece. Al crecer, su corazón ocupa más espacio del que debería. Por lo tanto invade el espacio de los pulmones y el de la traquea. Al rozar constantemente la traquea le produce una tos seca. Una tos de perro. Más en las noches que en los días. Más cuando se agita que cuando está tranquilo. El corazón de Ringo está matándolo de a pocos. Dicho corazón tiene un mal corazón y nos está haciendo pasar un muy mal rato.

Los que lean esto y no sean muy aficionados a los animales les va a ser muy difícil entender lo que es para uno tener un amigo «de cuatro patas» enfermo. Enfermo crónico. Un amigo con cola que nos alegra la vida todos los días aunque a veces se coma las cosas y haga mierda mis libros. Un amigo que llegó para quedarse. Un amigo que cambió las perspectiva con la cual observábamos a la vida «no humana». En el ejercito uno hace los mejores amigos que uno puede hacer. En el ejercito uno aprende que «Nunca se deja a nadie atrás». Ringo es mi amigo. Lo quiero como tal. La decisión más fácil en estas instancias sería «mandarlo a dormir». Hemos decidido que no: «Nunca se deja a nadie atrás».

No somos millonarios. No nos sobra el dinero. Vamos a afrontar lo que sea necesario para que nuestro «amigo querido» viva lo más que pueda lo mejor que pueda. Así nos cueste. Así nos duela. El vínculo de amistad que tenemos es a muerte. Yo sé que él moriría por nosotros. Y por lo tanto estamos dispuestos  a hacer todo lo humanamente posible para que él no tenga que morirse. Lo queremos. Lo estimamos. Lo necesitamos.

 

«Cuanto más conozco a los hombres, más quiero a mi perro»

Edward Olivia

Había una vez un pastor

 

Nos dieron la orden de formar una unidad de voluntarios que saliera cada noche a matar perros. Cuando escuché aquella orden por primera vez me dí cuenta de que todo se había ido al garete. No es que me importen demasiado los animales. Es más. No me gustan nada. El problema para mí fue que tenía que matar a los perros para que ellos no me maten a mí. Me sentí en una película de ciencia ficción. De esas en la que el ser humano prácticamente no existe y los animales han vuelto a tomar el control de todo. Jaurías de perros asesinos. Sí. Eso era el Sarajevo del noventa y cuatro. A finales del siglo veinte combatimos contra peligros del siglo tres.

El nombre Sarajevo no te inspiraba más que terror o aburrimiento. Una capa de niebla invadía la ciudad prácticamente todo el año. Mis compañeros de la legión extranjera y yo estábamos instalados en una pequeña aldea entre Zenica y Sarajevo a veinte kilómetros al norte de esta última. Te voy a decir una cosa Tete. Esos bosnios. Croatas. Serbios y albanos estaban demasiado enredados entre si mismos. Cada uno lleno de ira contra las otra etnias. Que si unos musulmanes. Que si otros cristianos ortodoxos. Que si aquellos católicos. Todos estaban entrelazados por las iras del odio étnico y racista y del fanatismo. Si me preguntas a mi como Yugoslavia los mantuvo unidos los unos a los otros sin que se maten. Te voy a responder que no tengo la más puta idea. Esos tipos si que se odiaban. Y nos odiaban a nosotros los cascos azules. No les importaba mucho que fueras americano. Francés. Filipino o inglés. Debías morir por meterte en su conflicto sin sentido. Una vez que nos cargamos a muchos bosnios y serbios en Sarajevo y gran parte de la población civil había huido hacia el campo. Nos quedo lidiar con los francotiradores de los dos bandos. Ellos se mataban entre ellos y entre ellos se dedicaban a matarnos a nosotros. Quedaron los francotiradores y quedaron los perros. Que al fin y al cabo les importaba una mierda que sus dueños hayan sido Croatas o serbios o bosnios o albaneses o cualquier otra cosa. Ellos solo querían comer. Y te lo cuento a ti tete. No se lo cuento a mucha gente. Pero esos perros del demonio se comían a la gente que salía de sus casas en las noches a buscar comida. O invadían una que otra casa y se comían a los niños pequeños. En el mejor de los casos se comían los cadáveres de bosnios o croatas o serbios muertos. A esos perros se les veía grabado en los ojos su retorno al salvajismo. No eran más domésticos ni lo serían jamás. Los perros daban más miedo que los francotiradores bosnios o serbios. No tenían nacionalidad y no les importaba una mierda la tuya. Así que los tuvimos que matar a todos.

Salimos de redadas mataperro todas las noches. A veces a la una a veces a las tres de la madrugada. Les dejábamos pedazos de carne envenenada para que los más tontos al menos mueran rápido. Al día siguiente encontrábamos casi siempre unos cinco perros muertos. Lo de la carne no funcionó por mucho tiempo. Los perros no son estúpidos. Son más inteligentes que los lobos. Han vivido demasiado tiempo con nosotros y nos conocen bastante bien. A la semana dejaron de comer las carnes envenenadas. Así que: Salimos a cazar. Los cazamos como en los viejos tiempos. Con francotiradores y miras telescópicas. Les disparábamos directamente en la cabeza para que no sufrieran. Ellos no tenían la culpa de que sus dueños bosnios hayan matado a sus dueños serbios y que sus dueños croatas hayan explotado a todos juntos después. Ellos solo tenían hambre y les habíamos enseñado demasiadas cosas de humanos. Así que les volábamos las cabezas lo mejor que podíamos. Casi sin dolor. Al cabo de un mes Habíamos matado unos cientos. Quedaba una pequeña jauría comandada por un pastor alemán de cuarenta kilos. Mucha gente en las aldeas de alrededor decían que era un lobo que comandaba a los perros. Yo no les creía porque sabía la verdad. Su dueño había sido un bosnio  dueño de una cadena de tiendas de repuestos automotrices. Los croatas mataron a toda su familia  pero antes de eso violaron a su mujer y a sus dos hijas delante de su cara. No le quedo más remedio que tomar si pistola Colt de nueve milímetros. Metérsela a la boca y volarse la cabeza. Nunca critiques a los suicidas tete. Uno nunca sabe cuando se puede encontrar una buena razón para pegarse un buen tiro. Este tipo tenía una linda casa con un lindo jardín y unas lindas begonias. En aquel jardín vivía el pastor alemán que meses más tarde los pobladores confundirían con un lobo y del cual contaban historias. Decían que medía un metro sesenta parado en cuatro patas y que en su hocico podía albergar un cráneo humano. Era un pastor alemán común y corriente tete. Te lo digo yo que lo vi con mis propios ojos el día en  que pasó a mejor vida o a peor. Nadie sabe que nos depara la pelona. Así que era un pastor alemán algo flaco y desgarbado. Pero inteligente como un ingeniero de sistemas de Microsoft. Nos tomó dos meses volarle la cabeza. Al final lo hice y sonreí al verlo ahí terminado. La guerra te hace mierda tete. Llegué de veintitrés años a Sarajevo. Regresé a Francia a los veinticuatro. Había matado bosnios. Serbios. Croatas y a un pastor alemán inteligente.

Fiesta en el Mediterráneo

Fiesta de playa. Arena. Sol. Mar turquesa. El mediterráneo. Chicos guapos. Chicas más guapas todavía. Ya estoy viejo para estos trotes y me siento algo estúpido al principio. La música de un DJ invade el aire calenturoso de las doce y treinta de la tarde. Los bikinis floreados abundan. Los pectorales erectos y con bronceador se lucen bajo el sol. La cerveza se chorrea de a cientos de litros por segundo. La gente esta entrando en calor de a pocos. Están esperando que entré la banda «Balkan Beat Box» y que suba al escenario. Es el medio oriente y hay una interesante mezcla de razas y de colores en la arena caliente. Me fijo en todo eso y en las espectaculares tetas de la chica de la barra. Estoy feliz aunque me doy cuenta de que ya estoy algo cochambroso para estos trotes. Ella está a mi lado bebiendo sin compasión una gran cantidad de cerveza israelí Goldstar. Estamos expectantes de que suba el grupo. No sube. No importa. Seguimos bebiendo y conversando banalidades. Encontramos a un amigo haciendo de Bar-tender en una de las cuatro barras incrustadas en la arena. Nos invitó un par de cervezas y seguimos bebiendo. En algún momento después de tanta bebida nuestras vejigas no dieron más y tuvimos que ir a mear en las aguas tibias del mediterráneo. Ella fue primero. Yo me quedé cuidando el sitio. Miré hacia mi izquierda: Tenía demasiadas chicas demasiado guapas. Miré hacia mi derecha: Más chicas, mas guapas aún. Esperé feliz que ella regresara. Unos diez minutos y un litro de cerveza después ella regresó corriendo. Pensé que estaba muy feliz de verme. Venía con una sonrisa de oreja a oreja. Me dijo que le había pasado la cosa más rara del mundo. Le pregunté que había pasado. Me dijo: «No sabes a quien acabo de ver en la playa, dentro del mar...». «¿A quién?» le pregunté. «Al ex- presidente del Perú Alejandro Toledo».

No solo lo vio nadando en el mediterráneo. Se le acercó y la conversación que se dio a continuación fue algo así:

-¿Toledo?…. ¿Alejandro Toledo?- Lo dijo con una sonrisa y extendiendo la mano.

El ex presidente la miró con estupor y se quedo boquiabierto ya que alguien en una fiesta de locura, en la playa, en el medio oriente,  a orillas del mediterráneo,  lo había reconocido.

-¿Sí?…- Respondió dubitativo.

Uno de los efectos del alcohol es que la vergüenza se va al retrete. Ella no tuvo ni el más mínimo descaro en acercarse al ex presidente del Perú y llamarlo por su apellido. Algo así como si fuese su compañero de promoción del colegio.

-¿ Con quién tengo el gusto?- le preguntó el político.

Ella dijo su nombre con voz pastosa. Arrastrando un poco la lengua. Estaba borracha y lo sabía. El ex-presidente continuó.

-¿Y que haces aquí en Israel?

-Vivo aquí- contestó ella.

La esposa del ex-presidente escuchaba la conversación a unos metros de distancia. El vaivén de las olas le sacudía el cuerpo con delicadeza.

-¿ Y que hace usted por acá? – repreguntó ella con una sonrisita.

-He llegado para el cumpleaños del presidente Simón Peres…- contestó él.

-Sí!!!! ese Simón Peres es un «tipo» espectacular…- dijo ella refiriéndose al casi centenario político israelí.

-Oh sí… lo es- contestó el ex mandatario peruano. Mostrando su mejor sonrisa Kolynos.

Eliane Karp es la esposa de la Alejandro Toledo. Conociendo bien a su esposo y sus mañosadas de costumbre decidió introducirse en medio de la conversación y decirle a la «señorita» una frase algo cortante pero directa: «Bueno…que tengas buena suerte mamita…» . Ella contestó con un educado «Igualmente para ustedes». Les dio la mano. Se volteó en dirección a la arena. Sonriendo sin pudor. Dándose cuenta que le había meado encima a un ex presidente y una ex primera dama.

El primer día del resto de tu vida

Hoy es el primer día del resto de tu vida. Hoy es el primer día del resto de tu vida. Hoy es el primer día del resto de tu vida. Piensa. Puedes decidir hoy por hoy empezar de nuevo. Cambiar. Renacer. Nunca es tarde para un nuevo comienzo. O mejor dicho: «Nunca se hace tarde». No estamos apurados por llegar a ningún sitio. Cada amanecer en tu vida te brinda la posibilidad de re-inventarte. De re-hacerte. De volver a ser lo que nunca has sido. Respira un momento y mira a tu alrededor. ¿Eres todo lo que quieres? ¿Eres lo que te imaginaste que ibas a ser? ¿Estás viviendo o solo respirando? Hoy es el primer día del resto de tu vida. Deja de procrastinar en lo que a vivir se refiere. Hoy es el 19 de Junio del 2013 y el tiempo se pasa rápido. Lo se yo. Lo sabes tú.

Lo que posees

«Lo que posees acabará poseyéndote». Aquella frase la plasmó Chuck Palahniuk en su libro «Fight Club». Tyler Durden (el personaje principal del libro e icono cultural de nuestra generación) la escupió con su acostumbrado desprecio por el sistema, por lo que somos, por la cosa blanda e idiota en la que se ha convertido nuestra sociedad. «Lo que posees acabará poseyéndote» Piensa en la profundidad de estás palabras. Piensa en su mensaje intrínseco. Piensa en la forma en la que la materia se adueña de tu espacio. De tu tiempo. De tus fuerzas. Piensa en el peso.

¿Lo sientes? El pago de la hipoteca. Las cuotas del automóvil. Las deudas con el banco. La cantidad de utensilios que existen en el interior de tu casa. ¿Sientes el peso del «tener»?. En determinado instante de mi vida me sentí pesado. Cargando lastres de competitividad con el resto. Lastres de «Desear más y más cosas». Que un auto nuevo con no se cuantos caballos de fuerza. Que una ropa que este impresa con el apellido de algún diseñador de «renombre». Que algún vino de una bodega exclusiva. Que decoración por aquí. Que diseño por allá. Me sentí pesado y en cierto grado encorvado con el peso «del querer más». Con la eterna sensación de insatisfacción que invadía mi pecho antes de irme a dormir cada noche.

No se en que instante descubrí mi inclinación hacia el nihilismo. Pero un día dejé de ver el «sentido» intrínseco de la vida. Entonces hice una deducción lógica bastante simple: «Si la vida no tiene ningún sentido especial o ningún motivo; ¿ Qué sentido puede tener que tenga o no un Porsche Carrera o unos calzoncillos de Calvin Klein?» La respuesta fue simple: Ningún puto sentido. Quizás fue en el ejercito donde descubrí la falta de «orden y sentido» de la vida común y corriente. Quizás fue después. No lo se ni puedo recordar el momento exacto en el cual sucedió. Pero de que pasó, pasó. Puedo afirmar que en estos últimos años me he convertido en un Nihilista feliz.

Comencé hablando del libro «Fight Club». Hace unos días atrás  he vuelto a ver la película (protagonizada por Brad Pitt y Edward Norton)  después de unos diez años y la he comprendido en su total profundidad e importancia ideológica. Una de las frases que suelo usar en los último años es una de las tantas  joyas anti-sistema que se encuentran en la película (quizás la uso porque se me quedo clavada en el subconsciente desde la primera vez que vi la peli): «Trabajamos en empleos que odiamos y despreciamos para comprar mierda que no necesitamos». Nuestro sistema de vida nunca mejor resumido. Así es. Nos cargamos de un peso enorme porque sencilla y llanamente nuestros padres y la sociedad nos dijeron que «eso» era lo «correcto». Compra más es lo mismo que ser «más exitoso». Gastar más es lo mismo que ser » más poderoso». Vivimos en una utopía en la que nuestras cosas dan la forma al molde de nuestra personalidad. «Somos lo que tenemos». Nuestras propiedades han terminado devorando a nuestras almas y hay muy pocos dispuestos ha mantenerse fuera del juego y no verlo así.

Existe un problema. No nos damos cuenta casi nunca de que estamos metidos hasta el cuello en algo que nuca quisimos. Nadie te ha explicado que no necesariamente las cosas deben ser como son. Te voy a decir una sola cosa: La gente que tiene más dinero y más cosas NO necesariamente es más feliz. Obviamente que la gente que no llega a cubrir sus necesidades básicas es más infeliz que el resto del mundo. Pero una vez cubiertas esas necesidades el grado de felicidad no varia mucho entre una persona que tiene un KIA del dos mil  o un Mercedes-Benz del año. Estoy escribiendo estás lineas porque estoy convencido de que la mayoría de ustedes no suele ver las cosas desde otra óptica y suelen conformarse con lo que «hay» o con lo que la sociedad dice que esta «Bien».

Resumiendo y poniéndolo en puntos:

  • Mira la película el Club de la Pelea o lee el libro.
  • El Nihilismo no es una corriente filosófica de locos. Considerarse nihilista es una señal profunda de inteligencia.
  • La gente que tiene más dinero NO es necesariamente más feliz que el resto.
  • Ser exitoso en la vida no debe estar relacionado a la cantidad de dinero que tienes en la billetera.
  • No eres lo que tienes.
  • Eres un ser humano inteligente. Piensa por ti mismo y no hagas «todo» lo que el resto hace o te manda a hacer.

Como dijo Epicuro: «Si quieres ser rico no aumentes tus bienes… Disminuye tu codicia.»

 

Debe ser difícil

Debe ser difícil. El que te hayas levantado temprano. Muy temprano todas la mañanas pensando en los pequeños que duermen plácidamente en sus camas. Hubieses querido saludarlos. Al menos darles una caricia. Preferiste no hacerlo. No querías molestarlos y debías aún llegar al trabajo.

Debe ser más difícil todavía ser ejemplo cuando tú mismo te la pasas aprendiendo día a día. Nadie te ha enseñado a ser padre y muchas veces no sabes que demonios hacer o que decir. Pero debes hacerlo. Eres el que debe estar ahí y hacer lo correcto. Debes ser ejemplo de vida y ser ejemplo a la hora de afeitarte. Ser ejemplo a la hora de anudarte la corbata. Ser ejemplo a la hora de opinar. De decir. De tratar. Ser ejemplo de amigo. Ser ejemplo al sacarle brillo a los zapatos. Al recortarte las puntas del bigote. Al acomodarte las canas. Ser ejemplo como consejero. Como mariscal de campo que nunca abandona a sus soldados. Que los recibe acongojado en las victorias. Que los empuja hacia adelante en las derrotas.

Debe ser difícil ser creador de vidas y existencias. Ser guía. Ser monitor y ser ejemplo. Debe ser difícil entregar gran parte de tu existencia para que se dé de la manera más cómoda posible la existencia de otros. De esos pequeños individuos que te arrancan una sonrisa cuando te traen el desayuno a la cama o cuando se les cae un diente. Debe ser más difícil aún verlos hacerse hombres o mujeres y que tomen su rumbo. Verlos salir de debajo de tu capa. Irse hacia lo desconocido como un día tú también lo hiciste.

Eres el héroe de la niñez. El guía de la adolescencia. El amigo de la juventud y el padre de siempre. Debe ser difícil ser todo eso y mucho más. Las pocas palabras existentes en los lenguajes no son capaces de engranar la idea de lo que es ser padre. De lo que tú estás dispuesto a hacer por tus hijos. De todo lo que has dado y de todo lo que vas  dar. Debe ser difícil estar en tu lugar.

Feliz día papá y padres de este mundo.

Solo escribe

Solo escribe. Hasta que te canses. No importa si tu perro te esta lamiendo el pie. No importa si ella esta tirada en el sofá insolada. No importa si están pasando el último capitulo de Game Of Thrones. No importa si no se te ocurre nada. Solo escribe.

Solo escribe y acuérdate de los buenos tiempos. Hay tanto porque escribir. Quizás hay tan poco también. Quizás los temas se repiten demasiado y hasta se vuelven banales de tanto repetirlos. Puedes escribir de lo que recuerdas. Y lo mejor de todo es que puedes escribir «de la manera en que lo recuerdas». La memoria engaña y engaña más con el paso del tiempo. Los rostros se hacen borrosos. Los gestos se pierden en la bruma. Los olores de antaño se engullen en el aire del presente. Pero recuerdas. Y eso al fin y al cabo es lo que importa. Tu primer recuerdo: El spagetti que  comiste en la sala de partos del hospital un día después de que tu hermano nació. Un recuerdo brumoso del año mil novecientos ochenta y cuatro. Puedes acordarte de más cosas. Niñez feliz. El colegio como centro de reclusión para la gente pensante. Las peleas en las que siempre perdías. La presión por mejorar. Una canción de Kiss. Juguetes. Julio Verne. La familia en la mesa del comedor. El bastón de mi abuelo. El olor del aderezo. La vida pasando con una velocidad asombrosa hasta que tu voz empezó a cambiar. Y a partir de ahí paso más rápido aún. Tu primer beso. Los viajes a sitios lejanos. La luminosidad del futuro en el que todo son esperanzas. Los partidos de futbol. La primera vez que tocaste el sexo de una mujer. El dolor del amor. La luminosidad de la juventud.

Solo escribe. Escribe de la guerra. La guerra te enseña muchas cosas. Muchas cosas acerca de ti mismo. Muchas cosas acerca de la vida misma. Muchas cosas acerca de la muerte. Solo escribe. De lo que somos. De lo que tú eres. De lo que fuiste antes de convertirte en lo que te estás convirtiendo cada segundo que pasa. Escribe de tu madre. Escribe de lo que es ser un ser humano en esta época. En este planeta. En esta vida. Escribe de tu padre y de tu relación tortuosa con él. Escribe de lo que es ser parte de la «Nueva generación» de autómatas que no piensan. Y no poder hacer nada por ello. Escribe de la estupidez y del consumismo. Escribe de las mil y un maneras en que la gente desperdicia su vida. Solo escribe.

Solo escribe. De los amigos perdidos. De los amigos ganados. De los idiomas adquiridos. De los amores terminados. Escribe y hazlo rápido porque el tiempo se agota y lo sabes. Escribe de ella. De tu amor intenso. De alguna que otra noche loca de pasión intensa. La piel de gallina. El mar que asoma por la ventana. El cuarto menguante que apunta al sur. El aire empolvado del medio oriente. El color inspiracional del amanecer. Una mezcla de cosas. Toda tu vida es una mezcla de vidas. De lugares. De sabores. De sexo. De dolor. De muerte. De colores. De situaciones. Una mezcla imposible según las estadísticas. Así que escribe de eso también.

Solo escribe. De una vez y para siempre y déjate ya de huevadas.

Conformista

Cuando era niño quería ser astronauta. Cuando cumplí los once años  me dí cuenta que no era muy bueno en las matemáticas. Además alguien me contó que para ser astronauta debía ser estadounidense o canadiense. En el peor de los casos ruso. Y yo solo era un chico peruano de once años muy malo en  álgebra. Así que decidí renunciar a mi sueño. Acepté la situación  y aprendí a vivir con la realidad que me toco vivir: Me conformé con el hecho de que nunca sería astronauta.

Así como el sueño de surcar el cosmos metido en una lata se extinguió, muchos otros sueños míos han visto un amanecer meteórico y un pronto crepúsculo. Se han extinguido así como han aparecido. Antiguamente al darme cuenta que uno de mis sueños no se iba a cumplir sentía una profunda frustración. Me sentía mal conmigo mismo porque la «suerte» no me favorecía o porque «mi fuerza de voluntad» no era lo suficientemente alta para llevar a buen puerto algún proyecto. Me sentía culpable por «decepcionarme» a mí mismo y «decepcionar» al resto. La mayoría de nosotros sentimos alguna que otra vez este tipo de sentimientos. La razón es que muchos de nuestros sueños y deseos sencilla y llanamente NO son realistas. Si me pongo a pensar. La mayoría de cosas que siempre quise fueron insertadas en mi mente por la publicidad o por otras personas (padres, familia, amigos) Obviamente muchas de esos pequeños memes inoculados se convierten en sueños «inalcanzables» que aumentan nuestra eterna sensación de Insatisfacción: Bienvenidos al mundo occidental.

Al desear lo inalcanzable nuestra capacidad de sentirnos completos con lo que somos, con lo que tenemos, con la vida que nos toco vivir se reduce a la mínima expresión. No todos nosotros podemos ser estrellas de cine. No todos podemos tener su carisma. No todos podemos tener su belleza. Aunque lo deseamos inconsciente y conscientemente….El hecho de que la publicidad nos condicione a creer de que usando Dior vas a ser tan interesante como  Charlize Theron o comprándote un Omega vas a tener el sexappeal  de Daniel Craig es una burda y triste mentira. Gran parte de nuestro eterno problema de insatisfacción esta constituido por lo inmensamente irreales que son nuestras expectativas.

No vas a ser una súper modelo. Siento decepcionarte pero no vas a ser Brad Pitt. Hay muy pocas pocas posibilidades que tengas la plata de Mark Zuckerberg. Si hay una manera de combatir nuestra eterna insatisfacción es disminuyendo considerablemente nuestras expectativas. En otra palabras. Aprender a ser un conformista inteligente. Conformista: una palabra que en la cultura moderna es casi casi un insulto. En una cultura en la que te inculcan «que esta vida es una guerra» en la cual hay «ganadores y perdedores» en la que tienes que ser «competitivo» en la que «no te puedes quedar atrás» en la que tienes que «luchar para salir adelante» en una sociedad así, ser un conformista es por decirlo de otra manera : Ser un perdedor. Ser el que se queda atrás. Ser el pobre diablo de a pie.

Llegando al grano de este post y mi recomendación para que seas más feliz. Te sientas más tranquilo contigo mismo. E inclusive seas una mejor persona: Confórmate y disminuye tus expectativas. El razonamiento es simple:

Menos expectativas = más felicidad

¿Como así?

Sintiéndote rico con mucho menos: Quizás sintiéndote como Mark Zuckerberg (cuando ganó su primer millón) cuando te des cuenta que te has levantado por la mañana y estás sano. Todos los días me siento muy multimillonario por eso.

Esperando mucho menos de la gente: Espera lo que menos puedas de las personas. Piensa que son de lo peor apenas los conoces. Así jamás te pueden decepcionar. Así vas a apreciar mucho más cada actitud buena que tengan para contigo, para con otras personas, para los animales, para consigo mismos. Vas a apreciar realmente lo que es una palabra de cariño de un amigo o el beso tierno de tu esposa.

Esperando mucho menos de tu vida: Vive. Pero no siempre esperes lo mejor. Es más te recomendaría que esperes lo peor siempre. Así cada pequeña cosa buena que te pase día a día la vas a notar mucho más. Piensa en cuando te emocionaste por última vez por darte cuenta que existes. Supongo que hace tiempo no lo haces. Quizás has pensado más veces en lo difícil que es vivir. Cuando ya el solo hecho de que respires es un «milagro» evolutivo. No esperes una mierda que ya tienes bastante.

Esperando nada de los bancos: Los bancos no son tus amigos. No regalan dinero. En el mejor de los casos te roban poco. Sus prestamos son ficticios y engañosos. Nunca esperes nada bueno de ellos. No quiero que los robes tampoco. Pero si hay alguien que algún día debe pagar por el sufrimiento de la gente en el mundo. Esos son los banqueros privados y en banco vaticano.

Esperando mucho menos de ti mismo: No te desesperes y tomatelo con calma. Deja de fijarte en lo que hace el resto y piensa en ti. Vivir frustrado contigo mismo es como tener una papa guayro dentro del culo. ¿No eres muy guapo o guapa? A quien demonios le importa. No eres el centro del universo. Nadie te está mirando y además de eso siempre va a haber alguien que por error o no se va a enamorar de ti. ¿No eres muy exitoso? Explícame que es éxito. Bill Gates se ve aburrido. Steve Jobs hizo teléfonos y computadoras de puta madre y murió de un cáncer atroz que ni con todo su dinero pudo vencer. El éxito es una palabra engañosa. Puedes ser un exitoso padre de familia y vender emolientes en la esquina del mercado. Puedes ser el gerente general de General Motors y ser una porquería de padre, madre, hijo o persona. ¿Éxito? No lo necesitas para ser feliz. ¿Tu vida es aburrida? ¿Las fotos de tus amigos en facebook son mejores que las tuyas? Pues la vida es aburrida. No es un secreto. La mayoría del tiempo estamos metidos en una rutina a la que no se le puede llamar «Diversión». El secreto es saber nadar en ese aburrimiento y encontrar los islotes de momentos kodak. Hay millones de ellos y esos súbelos a facebook. En resumen «Conformate» con lo que tienes, con lo que eres, con la carita que posees, con las virtudes que guardas en el pecho, con las piernas chuecas que mueves. Eso eres tú y amalo.

Concluyendo. Deja de lado las expectativas que te insertan en el cerebro por medio de canales publicitarios. Deja de escuchar todo el tiempo a tus papás. Ellos no siempre tienen la razón. No dejes que te bombardeen de sueños inalcanzables y obviamente no te frustres por aquellos deseos creados. Disminuye tus expectativas mil veces y sé un millón de veces más feliz.

No voy a ser un astronauta y lo acepto frente al espejo.

«Me están pasando  tantas cosas buenas que no me esperaba…»

Un paso más es un paso menos

 

«Un paso más es un paso menos». Solía repetirme eso una y otra vez. Aquella frase me la enseñaron en la armada en Perú hace bastante tiempo ya. Aunque creo que se le puede dar uso en cualquier ejercito o banda de mercenarios alrededor del mundo. Cuando estaba en el entrenamiento en la escuela de paracaidistas en el ejercito de Israel solía repetirme aquella frase una y otra vez. Solía hacer una que otra variación como «Un día más es un día menos» o «Un kilómetro más es un kilómetro menos» (la inspiración no me abundaba en aquellas épocas) Regresemos al paso. Paso a paso salíamos una vez por semana de marcha de campaña. Recuerdo que la primera que hicimos fue de tres kilómetros. Me pareció pan comido y en determinado instante pensé que si todo seguía así mi vida sería miel y azúcar.

Once meses después estaba en la última semana del entrenamiento. «La semana de la guerra» algo así como la recreación bélica más fidedigna que se le puede hacer a una unidad del ejercito. Una semana entera en la que prácticamente no se duerme. No se come. Los comandantes disponen a sus fuerzas manera que creen conveniente y utilizan estrategias ingeniosas para conquistar las posiciones del «enemigo». Tenemos a nuestra disposición helicópteros, mucho morteros, artillería, algo de tanques y muchísima munición. En fin. No voy a usar la palabra «divertido» porque no lo es. Al menos no notas mucho el cansancio porque todo el tiempo estás en movimiento. Mi sueño más largo en aquella semana duró cincuenta minutos aunque los sentí como si hubiesen sido cincuenta horas. «Combatimos» . Volamos de un sitio a otro en los Black Hawk. Explotamos tanques. Y tomamos las posiciones enemigas. Fin del cuento. «La semana de la guerra» había terminado. Me sentí demasiado feliz y a la vez realizado después de haber logrado culminar uno de las cosas más difíciles que he hecho en mi vida. Iba bromeando con los compañeros. Abrazándonos los unos a los otros. Sonriendo con placidez pensando en las duchas de la base. Pensando en la comida caliente del comedor…El Mayor a cargo nos pidió que nos reagrupáramos nuevamente. Nos dijo que habían nuevas ordenes. «Los egipcios atacan por el sur» nos dijo. «Varias unidades de infantería los están deteniendo lo mejor que pueden…» «Tenemos veinte horas para entrar en combate…así que nos ponemos en camino ahora». Nos dejó pasmados un segundo aunque luego regresó y nos dijo: «Esto es un ejercicio…seguimos en la semana de la guerra. Ahora comienza lo bueno…»

Lo «bueno» comenzó y empezamos a caminar con la munición y las armas. Una hora. Dos horas. Diez horas… En determinado instante dejé de pensar porque hasta eso me cansaba. Me repetía a mi mismo la frase de siempre «Un paso más es un paso menos» «Un paso más es un paso menos» Nunca en mi vida he estado tan extenuado. Mis piernas temblaban sin control y mi rodilla derecha estaba demasiado llena de agua como para verla con buenos ojos. Empezamos a caminar a la una de la tarde. A las tres de la mañana del día siguiente nos esperaba un convoy con comida y agua. Todos queríamos sentarnos pero no nos dejaron. El riesgo de hipotermia es alto de noche en el desierto  si es que estás muy mojado. Nos dieron quince minutos para comer y beber todo lo que queríamos. Comí muchas tortas de chocolate. Comí cantidades ingentes de pan con mermelada y me trague diez huevos duros. Ahí uno de los choferes del convoy nos soltó el dato que habíamos caminado setenta kilómetros y «solo» faltaban treinta.Cuando escuché treinta me derrumbé psicológicamente. Quise llorar. Quise pegarle a alguien. Aunque recordé que el culpable de aquel suplicio era yo y nada más que yo. De todas maneras lo que más quise fue a mi mamá.

Una vez que se corrió la voz por todo el batallón sobre lo treinta kilómetros que faltaban el silencio se apodero hasta de los más optimistas. Yo llevaba una radio de la época de la guerra de Vietnam en la espalda. Pesaba mucho y ya no la podía cargar. Le pregunté a uno que otro soldado si es que alguien la podía llevar por mi. Nadie se atrevió. Todos estaban hechos mierda. Yo lo entendí y me resigne a mi suerte. Cuando nos pusimos en movimiento nuevamente mis músculos estaban tan entumecidos que respirar me dolía. Bajé la cabeza para hacer caer el peso de la radio en la parte dorsal de la espalda y mientras miraba al piso caminé mirando mi pie izquierdo avanzar y luego el derecho. Supongo que en cierto instante aluciné o me dormí porque no recuerdo bien como transcurrieron aquellos treinta kilómetros. Solo sé que en determinado momento paramos. Un nuevo convoy nos esperaba con dulces y agua. Nos dieron cinco minutos.

Después de eso nos ordenaron abrir las camillas para transportar heridos. En cada camilla pusieron cuatros costales de arena de veinte kilos cada uno. Cuatro soldados llevarían una camilla al hombro (uno en cada esquina). A partir de ahí cada uno de nosotros se montaría sobre un hombro otros veinte kilos de peso. Las ganas de llorar se me habían ido y dieron paso a un estado de displicencia sin igual. Un estado de «ya que mierda más da….» Junto con mis tres compañeros levantamos nuestra camilla. Dolió. Un minuto después el mayor nos dijo: «Falta un Kilómetro y medio para que se conviertan en paracaidistas. Falta un kilómetro y medio para que dejen de ser lo que eran y pasen a ser lo mejor que pueden ser. Este kilómetro y medio es el más difícil de todos. Ven aquella montaña de ahí….Pues ahí nos dirigimos. Nos vamos a caer. Pero nos vamos a levantar y ningún puto va a renunciar. Israel esta orgullosa de ustedes. Son la sal de esta tierra….Andando!!!!»

Frases como esas se estudian en la escuela para comandar. Luego me aprendí unas cuantas cuando me tocó a mi levantar la moral de mis soldados. Aquel día aquella linda frase no sirvió de mucho. Estábamos hechos puré. Caminamos como zombies con el dolor intenso en el hombro en el que levantábamos el peso. En determinado instante me acordé de las procesiones en Perú. Sí.  Me sentía como algún pobre diablo llevando las andas de algún patrón o santito o Jesusito o virgencita. Aquel pensamiento me ayudo a pensar en otra cosa. Recordé en como la gente adornaba con flores las avenidas y en el olor del incienso. Los rayos semi naranjas del sol comenzaron a emerger a nuestra espalda por el este. La subida a la montaña fue brutal. En verdad nos caímos muchas veces. Nuestros propios comandantes y sargentos se metían debajo de las camillas para ayudarnos. Todos fuimos uno. Todos pujando hacia arriba. Pujando. Paso a paso. Despacio. Escuché muchos gemidos. Chicos quebrados llorando. Gritos de aliento de otros. Mi rodilla derecha dejo de funcionar y no pude doblarla más. Así que cojeé con dolor. Miré hacia la cumbre. Mientras el negro del cielo se estaba pintando de un azulino paraíso. Di todo lo que tuve. Lo di de verdad. Un paso más es un paso menos. Un paso más es un paso menos. La cumbre cada vez más cerca. Hasta que por fin.

Gritamos de alegría. Gritamos de dolor. Miré hacia el este y el amanecer me hizo lagrimear. A mis pies estaba el mar muerto cambiando de colores. Las montañas de Jordania se teñían de luz tenue. Me sentí tan hecho mierda que sentí gran parte de mi viejo YO morir en aquel camino. Me sentí nuevo. Me sentí vivo.