Hasta que cumplí diecisiete años no vi un teléfono celular. Cuando cumplí diecinueve comencé a usar la Internet. A los veintiuno abrí mi primer e-mail. A los veintiocho conocí el Facebook. A los veintinueve el twitter. El Facebook ha cambiado mucho en los cuatro años que lo conozco y además de eso nos ha cambiado mucho también. He cerrado mi primer mail y el que uso tiene tres años. Mi nuevo mail es g-mail. El mail de Google. En los últimos cinco años Google ha pasado de ser un buscador de Internet a prácticamente dominar cada nicho informático posible. Es un monstruo que ha superado con creces el pronóstico más optimista el día en el que se creo. En el dos mil nueve los teléfonos inteligentes prácticamente no existían. Hoy no se puede vivir sin uno. Tenemos de pronto un GPS. Una cámara de fotos HD. La fuente de toda la sabiduría humana en el tamaño de la palma de tu mano. Toda la música del planeta. Y todo en un solo aparato que puedes meter en tu bolsillo. Hace diez años todo lo que acabo de enumerar era prácticamente inimaginable y en gran parte «ciencia ficción».
Y aquí estamos. Los que nacimos y crecimos en una época en que si la gente quería leer algo abría un libro o un periódico. Tuvimos una infancia en una época en la que habían cinco canales de televisión. La radio era predominante aún en nuestras vidas. Y si queríamos hablar por teléfono lo hacíamos en uno público o le pedíamos prestado al vecino. Nacimos y crecimos en una época de simpleza y lentitud. Una época en la que teníamos que «buscar» la información para encontrarla. De pronto me despierto esta mañana y me doy cuenta que hoy por hoy amanecemos cada día en un mundo inundado de «información». Sobrecargado de «conexión». Infestado de «redes sociales». Un mundo en el que el e-mail se ha vuelto la herramienta más importante en el trabajo. Un mundo en el cual si te olvidas el teléfono en casa estás completamente perdido y desconectado. Te estresas hasta casi llorar si te pasa y te sientes completamente inválido. Hemos pasado de ser unos buscadores de información, a crear un mundo en el cual la información «te busca» a ti. Te acosa. Te invade. Te rodea. Te ataca por medio de setecientos canales de cable publicitados. Se te clava en el sub-consciente por medio de la internet y esos anuncios chiquitos que crees que no ves pero que están ahí. Incrustándose bien dentro de tu cerebro. He decidido parar. He decidido dejar de informarme. He decidido «desconectarme» (al menos un poco).
La verdad es que lo vengo haciendo desde hace un par de meses atrás. Mi vida solo ha mejorado desde entonces. Me siento con mucho más tiempo. Leo más. Hago más ejercicio. Hago más el amor. La vida «medio» desconectado es mejor que la de conectado full time. ¿Cómo lo hice? Pues así:
- Corté la televisión por cable: Setecientos canales en los que nunca tenía nada que ver. Las noticias me entretenían. Aunque todos los días eran las mismas. La primera semana sin televisión me sentí como un adicto al crack al que le habían quitado su dosis. Fue difícil dejar de sentarte en el mueble a desperdiciar unas tres horas de tu vida todos los días. Pero al fin y al cabo lo logré. No necesito ni voy a necesitar nunca más la televisión en mi vida. Estoy dejando lo económico de lado. Como habrás deducido la televisión por cable no es gratis en ningún país así que estoy ahorrando una buena pasta dejándola de lado.
- Horarios para las redes sociales: No me conecto a cada rato. Ni siquiera cuando estoy muy aburrido. Si estoy solo y no tengo nada que hacer prefiero masturbarme antes de meterme al facebook. He preestablecido «horarios de conexión». Llego todos los días al trabajo a las seis y cuarenta y cinco de la mañana. A las siete me conecto al facebook y a mi mail. Me meto a twitter y leo los periódicos digitales de Israel. De Perú. Y la pagina web de la agencia de noticias Reuters. «Me tengo permitido» hacerlo hasta las nueve de la mañana. A partir de ahí cierro el mail y no lo abro hasta el día siguiente. El facebook tiene otros diez minutos a las ocho de la noche. Las noticias también esperan hasta el día siguiente.
- Teléfonos celulares: Tenia dos. Uno del trabajo y uno personal. Me deshice de el teléfono del trabajo. Casi nadie me llamaba a ese número y cuando me llamaban me sentía obligado a responder (porque era el teléfono del trabajo). No más. Me quedé con mi teléfono personal. En él tampoco abro nada de redes sociales después de las nueve de la mañana.
- Veinticuatro horas al tanto del teléfono: Mi trabajo esta basado en una disponibilidad de 24/7. Controlo un equipo de seguridad formado por cuarenta personas. Estoy haciendo algo de trampa con respecto a eso. He prohibido rotundamente que ningún trabajador me llame después de las tres de la tarde. Llevo tres meses así y no ha pasado absolutamente nada. Lo que si ha pasado es que tengo menos estrés y los trabajadores al no poder preguntarme cada cinco minutos que demonios deben hacer. Han aprendido a desenvolverse mejor y a ser más responsables. Todos felices.
- Fines de semana: No me pueden llamar los fines de semana tampoco. Tengo que dejar en claro en este punto de que si pasa una catástrofe. Empieza la tercera guerra mundial. Una invasión alienígena se aproxima. O alguno de los padres de alguno de ellos muere tienen el permiso de hacerlo. No soy tan extremista.
- Ejercicio: Cuando hago ejercicio llevo el teléfono porque en el él tengo la música y el GPS. Cuando hago ejercicio no le contesto a nadie y pongo el teléfono en silencio. A mi mamá le he contestado un par de veces mientras corro porque me llama desde los Estados Unidos y no quiero que piense que soy un hijo snob y que no quiero hablar con ella. Al resto de personas no les contesto ni de vainas. Mi hora de ejercicio diaria es sagrada.
- Hora de dormir: Por ende cuando me voy a dormir pongo el teléfono en silencio y me importa un reverendo pepino si destruyen mi trabajo con cohetes LAW o RPGs . Mi sueño también es sagrado.
- Escritura: Escribo entre cuarenta minutos y una hora y media por día. No menos ni más de eso. Mientras escribo uso el modo anti-distracciones (Una pagina de escribir blanca que ocupa toda la pantalla de la computadora y no deja espacio ni para el buscador ni para nada que no sea escribir). Obviamente mientras escribo mi teléfono también esta apagado o en silencio.
Como lo escribí más arriba desde que comencé a desconectarme soy más creativo. Estoy menos estresado. Duermo mejor. Paso más tiempo con mi mujer. Entreno más. Escribo más. Pienso más. Como mejor. En resumen vivo mejor y soy más feliz.
Hazte un favor y piensa en cuanto tiempo te la pasas «conectado» al día. Date cuenta que con un poco de organización y ganas puedes ganarle muchas horas al día que puedes dedicarlas para ti y para los que quieres: Hijos, esposa, perro, amante o gato. En ese orden.
Hay opciones así que búscalas.
Toda la razón! eso del tiempo perdido enfrente de una computadora puede convertirse en pérdida total. Yo por eso blogueo de madrugada. Saludos! me gustó tu blog.
Muchas gracias!!!