Del Rechazo y el Fracaso

No quiero que me rechacen. No me gusta. Bueno a nadie le gusta. Creo que a mi me gusta  menos. Desde que era un niño odiaba el rechazo. Que los otros se fijaran en mi y me dijeran: «No, tú no juegas…» Dejé de jugar muchos años en el recreo con otros niños porque no me quería acercar siquiera a preguntar «si es que podía jugar…». Más grande ya. El primer día que se me ocurrió decirle a una niña que me gustaba fui rechazado sin asco y terminé no diciéndole a ninguna chica «te quiero» o «me gustas» en ocho años. Me burlaba de los enamorados y de los que caían en lágrimas intentando conseguir alguna «noviecita». La derrota y el sufrimiento del resto me hacía sentir bien. Hasta que me enamoré y tuve que hacer la de «idiota» y decir muchos «te quiero» y muchos «te amo» porque así es el amor (pero los cuentos del amor son otros cuentos. Otro día hablamos de ellos…).

Decía que odio el rechazo. No me gusta ir a una entrevista de trabajo y que me digan ya te vamos a llamar y no recibir si quiera eso: Una llamada. La verdad es que nunca me ha tocado estar en ese lado de las entrevistas de trabajo. Casi nunca he aplicado a un trabajo. Soy yo el que rechazo o acepto. A veces no llamo más a los candidatos y ellos se deben sentir una mierda gracias a mi. Lo sé: A veces soy cruel. Dejando de lado eso: Odio el rechazo. Odio que me digan que no. Odio que me digan: «No te puedes salir con la tuya hoy….» ¿Bueno y que hay con eso? se dirán ustedes. Todos al fin y al cabo sentimos miedo al rechazo. Ninguno de nosotros al fin y al cabo quiere «fracasar». Bueno escribo estás lineas para decir de que voy a «fracasar» a lo grande. Quiero que me rechacen y que me hagan mierda. Es más me voy a plantear proyectos que tienen muy poca probabilidad de éxito para ser rechazado por el destino. Por la gente. Por mis jefes. Por mi mujer y sentir ese desprecio como un baldazo de agua fría. Muy fría en mi cara.

Como he escrito en algunos posts de este blog. He enfrentado en los últimos años la mayoría de mis fobias. Le tengo terror a la altura y me metí a la unidad de paracaidístas del ejercito de Israel. Le tengo terror al dolor físico y me puse a boxear sin piedad y a recibir muchos puñetes sudorosos en mi hermoso rostro.  El terror a hablar con la mujeres no lo voy a superar por el bien de mi matrimonio. Ese miedo lo voy a dejar. Supongo que mi esposa preferiría incrementarlo. Mi nuevo reto es enfrentar el rechazo y el fracaso. Voy a fracasar. Quiero fracasar y lo voy a amar. Escribo estás lineas sabiendo que nadie o casi nadie las va a leer. Eso es un puto fracaso si te esperas mil visitantes por día en tu blog. Pero no me importa voy a seguir escribiendo.  ¿Saben porque? Porque me voy a cagar en el rechazo de la gente y en el hecho de ser un blogero «fracasado». Voy a subir al campo base del Everest y puede ser que fracase en el intento. Puede ser que me quiebre en la mitad o al primer paso. Voy a sentir aquel fracaso. Voy a llorar y voy a seguir caminando porque el fracaso y el rechazo que siente la montaña más alta del mundo por mi me va a importar un comino. No voy a volver a fracasar porque ese concepto de mierda lo voy a quitar de mi mente. Sencilla y llanamente no voy a tener más miedo a no hacer por tener miedo a no hacerlo bien. Por tener miedo a no caer bien. Por tener miedo a ser rechazado. Por tener miedo a no ser aceptado. Por no ser leído. Ni ser escuchado. Me va a chupar un huevo fracasar y por ende voy a hacer las cosas más increíbles del mundo.

No quiero amigos abogados

Fui a la facultad de derecho porque mi papá quería. Me sentí culpable por ser un «mal» hijo. Decidí darle una alegría y graduarme de abogado (que es lo que él siempre quiso ser). Doy gracias a Odin y a todos los dioses del Olimpo que no me gradué de abogado. Doy gracias que no formé parte de la «justicia» peruana. Doy gracias que no me volví un oficinista legal archivando casos donde los justos pierden contra los injustos (o sencillamente contra los que tienen más plata). Doy gracias que no me visto de sastre a diario y que no me cuido de mis «enemigos» día a día. Noche a noche. Doy gracias que no soy parte de ese chanchullo parrafernalio al que en Perú le llaman «Poder Judicial». Doy mil veces más gracias.

Si me hubiese puesto corbata a diario hubiese respirado menos el aire de la mañana. Si me hubiese entretenido en las leyes de derecho internacional hubiese viajado mucho menos. Si hubiese «quemado» seis años de mi vida en un hueco oscuro y triste llamado «Universidad» no sería la persona que soy ni vería la vida con los colores con la que la veo (supongo que hubiese tenido un buen lavado de cerebro y una estupidización automatizada cortesía de la casa) Pienso que el derecho te termina embadurniendo de mierda. Y así seas hoy en día una persona «recta» te vas a terminar convirtiendo en un ente obscuro en algún momento.

Así que si eres abogado y estás leyendo estás lineas. Acuérdate  que nunca es tarde para arrepentirse de las «malas decisiones» de la vida. NO amigo. Deja de ser abogado. Renuncia a tu oficina y olvídate de tus folios y expedientes. Deja tu mesita y tu pisapapeles  y vete a trabajar en algo que realmente te llena. O en algo que no te embadurna la vida de negatividad y corrupción. Si eres abogado y no quieres dejar de serlo pues vete pal carajo… No quiero amigos  abogados.

Vive

Deja de masturbarte y levántate. Vete a jugar al fútbol. Vete a boxear. Búscale pelea a alguien o cuélgate de un árbol. Respira hoy. Porque hoy es lo único que tienes. El ayer dejo de existir ayer. El mañana puede que nunca exista. Suéltate las pelotas y mira el cielo. Mira como cambia de colores. Huele la tierra mojada. Huele el café. Usa tus piernas hasta que los pulmones digan basta. Mira a tu lado y ama o odia. No importa pero siente. Da todo lo que tienes. Puede que no puedas hacerlo ya mañana o pasado. Puede que las turbinas de tu avión fallen. Puede que el bus número cuarenta y dos te haga mierda mientras cruzas la pista. Haz. Dalo todo de una vez por todas. Baila. Salta. Ama la música que escuchas. Deja algo escrito. Quizás alguien aprenda algo de ti. Dale uso a la efemeridad de tu existencia y respira. Come. Haz el amor. Curiosea. Pelea. Vive.

Motivación para gorditos

Usando una escalera y dos ventiladores de aire acondicionado para hacer «Remo». La foto es en una base del IDF en las afueras de Jenin. 2012

Hasta el dos mil cuatro nunca había sido deportista. Mi infancia fue más bien de lector. Más bien la de un fan enamorado de Julio Verne. Prefería casi siempre quedarme entre las sinuosas curvas de mis sábanas leyendo «Veinte Mil Leguas de Viaje Submarino» antes de salir a hacer algún tipo de actividad en el mundo exterior. Nunca se me dio con el fútbol. Menos con el Basket. Si los amigos del colegio me dejaban jugar algún partido me ponían de arquero. Poco a poco me volví un arquero más o menos respetado. Pero cada tres o cuatro partidos la cagaba y entonces los tipos me quitaban la confianza y no me dejaban un jugar un par de semanas. Cuando era un adolescente seguí clases de atletismo en la secundaria. Tenía una linda barriga que no me permitía correr mucho más rápido que cualquier chica. Los chicos me sacaban un estadio de ventaja en los ochocientos metros. Esos años en «Educación Física» siempre saque «once». A los catorce o quince años antes de terminar el colegio retomé el fútbol como defensa. Mi misión en los campeonatos del colegio era simple. Buscar al «Messi» o al «Maradona» del equipo contrario y de ser posible fracturarle la pierna. Obviamente después de lesionarlo a él me expulsarían a mi. Pero mi equipo había tomado esto ya en cuenta. Les daba lo mismo jugar conmigo que sin mi. Así que siempre me iba a los «vestuarios» con una tarjeta roja a los cinco minutos de haber empezado el partido después de haber pateado a algún chico talentoso del otro equipo.

A los dieciséis años quise ser marino. En el examen de ingreso debía de hacer seis barras para pasar. Hice dos con trampa. Pasé el examen porque fui bueno en el examen psicológico y en el de razonamiento verbal. Además que en la entrevista personal con algunos oficiales de alto rango mencioné a mi «tío» el almirante. Dentro de la marina hice ejercicio cada día. Odié cada día también. Odiaba levantarme temprano a las cinco y treinta y cinco de la mañana y correr con zapatillas «dunlop». Aborrecí cada mañana. Mis rodillas aborrecieron esa época mucho más. En las tardes entrenaba esgrima. Todos los días. Me gustaba. El esgrima es el único deporte en el que realmente fui bueno. Casi siempre ganaba. Les ganaba a los tipos que tenían mucha más experiencia que yo. Tenía buena intuición para las espadas. Además había leído demasiados cuentos de Dumas. Me creía uno de los tres mosqueteros. Quizás Dartagnan. Quizás por eso siempre ganaba. No lo sé. Lo que si sé es que destruí mis menizcos a espadasos.

Años después de la marina me había convertido en un zángano anti deportivo. No podía correr cien metros sin morir en el intento. Toqué fondo. Tenía una hermosa pansa suvecita y llena de celulitis. Mi enamorada solía mirarla con ojos de amor mientras la acariciaba con ternura. Mi única actividad física era tener sexo una vez por semana. Además de masturbarme casi diariamente. Estaba hecho mierda.

Todo cambió cuando aterricé en Israel con mi flamante esposa. Llegamos a un kibutz en donde había una piscina. La primera vez que vi a los israelíes sacarse las camisetas para saltar en la piscina me quedé con la boca abierta. Todos parecían modelos de revista porno femenina. Cuadrados por aquí. Pectorales por allá. Ni un gramo de grasa. Biceps grandes. Triceps más grandes aún. Me saqué la camiseta y vi mi panza inmensa. Aguada. Sudorosa y sentí «Verguenza». Me había convertido en un gordito más. Con una prominente guata chelera. Con un culo grande. Con piernas flacas. Con cachetes regordetes. Un asco. Aquella primera semana en Israel me basto para darme cuenta de que si no  hacia algo por mi cuerpo alguien vendría y se llevaría a mi mujer con el solo hecho de quitarse la camiseta. Así que por primera vez en mi vida hice voluntariamente lo que Forrest Gump hace de puta madre: Correr.

Corrí quinientos metros un día y casi pierdo mi alma. Pero soy terco como una llama. Así que seguí corriendo al día siguiente y luego el día después y luego la semana siguiente. Y corrí y corrí y corrí. Cuando menos me dí cuenta tenía unos diez kilos menos y podía correr siete kilómetros. Era un ser humano nuevo. Me veía cinco o seis años más joven y me sentía con la energía de un crío. Así suavemente me volví un adicto. Primero al correr. Luego al trekking. Me comencé a sentir más fuerte física y mentalmente.

Me fui al ejercito de Israel he hice mucho deporte. Entendí que si no me mantenía en forma. Sencilla y llanamente corría más riesgos. Así que cuide mi forma y corrí. Hice barras. Me trepé de sogas colgantes y hice la pista de combate una vez al día sin que nadie me obligara y por amor al arte. Los otros soldados pensaban que era un completo chiflado o que quería que me manden al West Point en Estados Unidos. Yo hacía lo que hacía porque me gustaba. En las zonas de combate se terminó la fiesta y no teníamos espacio ni para correr ni para cagar ni para nada. Vivíamos entre bloques de cemento y blindaje. No me importó mucho. Encontré la forma de hacer planchas hasta explotar.

Una vez «fuera» del ejercito. He entrenado con pesas. He hecho Crossfit. He corrido medias maratones. He corrido muchas carreras urbanas. He encontrado en el deporte una forma de vivir saludable y entretenida. Mi vida esta basada en la actividad y si no fuera deportista no podría siquiera proyectarme a realizar proyectos locos como caminar al campo base del Everest o cruzar Israel a pie. Gracias al deporte soy un ser humano que se conoce mucho más y que sabe que una vez que crees que llegaste al limite aún te queda mucho por recorrer y mucho músculo por quemar. Gracias al deporte puedo vivir mi vida con más ímpetu y aprovecharla más. Puedo vivir al máximo porque estoy sano y puedo saltar en paracaídas mañana si me da la gana. Puedo irme a la guerra y sobrevivir al desgaste físico y emocional. Gracias al deporte soy la mejor versión de mi mismo.

Así que señoras y señores a mover el culo.

Nutrición para principiantes desesperados

 

Advertencia:

No soy un profesional de la salud.

No soy un profesional en absoluto.

Ser un profesional aburre. (Te automatizas en una sola cosa y te vuelves huevón en otras)

Si has leído la advertencia y sigues leyendo esto. Quiere decir que estás algo descontento con tu zona abdominal o con tu derrier. Si no quieres no le hagas caso a mis consejos. Aunque creo que te pueden ser de utilidad. Y si estás leyendo esto supongo que tu cuerpo está algo fofo y fuera de forma. No me importa como te veas pero quiero que te veas mejor. Si haces caso a la mayoría de cosas que recomiendo en este artículo te vas a sentir mejor contigo mismo. Con tu cuerpo. Por ende con tu vida. Puedes no seguir mis consejos y seguir los consejos de algún profesional de la salud y de la nutrición. Son prácticamente lo mismo pero un poco más aburridos. Así que voy a terminar este párrafo para ir directamente al grano. Empiezo con el lado nutricional del asunto.

Como comer sano sin morir en el intento:

  • En este primer punto voy a resumir todos los puntos que vienen a continuación: Puedes comer lo que te dé la gana. «Pero…»
  • «Pero» debes «evitar» (no he dicho evitar a toda costa pero si evitar) el consumo diario de azucares. De harinas procesadas. De arroz. De cerveza. De alcohol. Sé que esto suena a una mierda y parece muy difícil de cumplir. Pero te voy a contar que yo solía comer y tomar mucho de esos ingredientes. Los disminuí poco a poco y ahora prácticamente puedo vivir sin ellos.
  • Entiende que gran parte de  tu dieta está constituida en su mayor parte por hidratos de carbono (panes, galletas, tostadas, pastas, empanadas, arroz, masas, tortas, gansitos, papas, papas fritas y demás cochinadas que sueles meterte día a día) además de eso consumes gran cantidad de azucares (en el café de la mañana, en el té, en el jugo de pura pulpa que te compras en el super o en el extracto del tío del mercado, en los helados, en la fruta,  en el chocolate, en el panetón, en el chocotón, en la coca cola, en la inka cola, en cualquier cola, en los refrescos light, en las mil y un «cositas ricas y antojitos» que sueles comer por ahí) fuera de eso consumes proteínas de origen vegetal y de origen animal  siempre y cuando no seas vegetariano.( las principales fuentes de proteína vegetal son las menestras de todo tipo. Los frutos secos y la soja y las de origen animal son las carnes rojas: vaca, toro, caballo, llama, vicuña, alpaca. Las carnes blancas: Pavo, pollo, cerdo, codorniz. Los peces y los frutos del mar. Además de eso tenemos los huevos y  los derivados de la leche: Quesos, yogures y demás. Complementamos nuestra dieta con las grasas. No vale la pena profundizar en el asunto salvo decir que las hay de origen vegetal y  de origen animal.
  • En el punto anterior separé a los hidratos de carbono de los azucares para que exista una clasificación más apropiada de los tipos de comida. Al fin y al cabo tanto los hidratos de carbono o carbohidratos y los azucares son la misma vaina. Son nuestras principales fuentes de energía. Gracias a ellos nos podemos mover. Respirar. Hablar y pensar. No son malos o buenos. Sencilla y llanamente son. Lo que es bueno o malo es la cantidad que ingerimos.
  • Cuando ingerimos una cantidad X de carbohidratos y no quemamos todo el combustible que podíamos haber extraido de los mismos. El sobrante se convierte en reserva energética que se te acumula en forma de gotitas de grasa en la barriga y en el culo.
  • Supongo que entiendes en esta parte del cuento que mientras más carbos consumes, mas energía debes quemar para que no quede ningún tipo de excedente y no «engordes».
  • Así que resumiendo el asunto. Mientras más «carbos» consumas menos sedentario puedes ser.
  • No toco el punto de la proteínas porque las considero bastante necesarias para el desarrollo muscular y cerebral. Lo único que voy a recomendar en este punto es que no es sano comer carne todos los días así sea de animales diferentes. Digo esto para todos aquellos tramposos que piensan que la carne de pollo no es «carne». Con consumir proteínas de origen animal unas tres veces por semana basta y sobra para desarrollar una buena dieta. Más que buena. Saludable.

Armando nuestra dieta saludable:

Como dije al principio: Come lo que te dé la gana pero siempre pensando en la cantidad de movimiento que estás realizando. No es lo mismo si eres un atleta que debe ingerir seis mil calorías al día (la mayoría de ellas carbohidratos) para poder sostener tu cuerpo a un nivel energético que te permita rendir al cien por ciento. En cambio si eres un tipejo que trabaja frente a una computadora y lo único que haces es saltar de la silla con rueditas que tienes en la oficina al asiento de tu carro y de ahí al sofá de tu casa no puedes ingerir ni la mitad de las calorías que el atleta consume porque sencilla y llanamente te convertirías en un regordete sudoroso. El síndrome del oficinista regordete no es algo nuevo. Así que si eres un oficinista mueve el culo en tus tiempos de ocio o come menos. Volviendo  a la dieta:

 

  • Come carbos en la mañana. El desayuno es importante. Puedes comer un poco de fruta. Dije un poco. La fruta también engorda y tiene mucha azúcar para todos aquellos que piensan que es dietética. Puedes consumir avena con la fruta y un poco de yogur. Olvídate de los panes. Solo engordan y nunca te los puedes comer solos. Les metes o mantequilla o mermelada o jamón o  cualquier otra porquería que duplica su valor calórico. Puedes acompañar el menjunje de avena, fruta y yogur con  un café. Puedes cada dos días volver al pan. Piensa en disminuir las porciones de pan que consumes. Si antes te comías tres. Ahora comete uno. Si puedes llegar a ninguno y dejar prácticamente de lado las harinas. Mucho mejor. Si no te gustan las ensaladas de fruta en la mañana las puedes convertir en un rico shake en la licuadora. Puedes comerte unas cuantas aceitunas (solas) y/o unos pedazos de queso. Puedes añadir una tortilla de un par de huevos y estás listo. Comer de una manera inteligente no implica morirse de hambre.
  • A media mañana un rico snack. Puede ser una manzana o una galleta natural. Algo de granola o algunos frutos secos.
  • A la hora de almuerzo come lo de siempre. Si «siempre» es comer papas fritas para ti. Pues tienes un gran problema y debes empezar a balancear un poco. Come lo que siempre preparas. Con las misma porciones y disfrútalo.
  • A media tarde otro snack. Puede ser un poco de avena o otra fruta. (por favor no una sandía entera)
  • Y aquí viene el gran secreto: En la cena  te está terminantemente prohibido que comas como una bestia. Debes comer poco. Alimentos de fácil digestión. No después de las nueve de la noche. No tomes café de noche. No carbos en la noche. Con una buena ensalada y una pechuga de pollo a la plancha vas de campeonato.

Como te darás cuenta todos los días a la hora de almuerzo puedes comer lo de siempre sin atormentarte. Las cenas son el punto problemático. Son el punto de quiebre donde tienes que poner a prueba tu autocontrol. Come. Pero come poco. Si te hechas a la cama y sientes mucha hambre a las doce de la noche hazle el amor a tu mujer o a tu marido. Las endorfínas que liberas en el sexo te ayudarán a relajarte y te invitarán a dormir de nuevo. Te vas a despertar liviano y con hambre. Regresa al punto uno y hazte un desayuno saludable.

Fines de semana: Coge un día. El que más te guste (puede ser  viernes o sábado) y sal a comer en la noche con tu mujer. Con tus hijos. O con tu perro. Bebe alcohol. Ten sexo. Sé feliz. Pero ojo ese día escogido es él único día que tienes permitido beber alcohol y comer después de las nueve de la noche. Sé responsable contigo mismo. Si quieres verte mejor tienes que llevar una mínima rutina y ponerle algo de esfuerzo al asunto.

Una recomendación más: Si tu marido o esposa tampoco está en buenas condiciones físicas contágialo de tus ganas de cambiar y de vivir un poquito más saludable. Vale. Es mucho más fácil si es que él o ella no sale todas las mañanas a comprar veinte panes franceses y dos kilos de chicharron de cerdo con unos cuatro tamáles para el desayuno. Así los dos mejoran de a poquitos. Así se ponen más flaquitos juntos. Así  pueden terminar apachurrándose más de lo que lo hacían antes porque van a terminar gustándose más.

El hecho de generar una buena dieta se basa en los simples tips que he puesto más arriba. Además de eso se basa en matemática pura. si ingieres 2500 calorías al día debes moverte lo suficiente para quemar las 2500 calorías para mantenerte en el mismo peso. Si quieres bajar de peso debes de disminuir tu ingesta calórica y/o gastar cantidades industriales de calorías haciendo algo que aterroriza a muchas personas pero que al fin y a cabo es el secreto de la juventud eterna: Hacer deporte.

En mi próximo post voy a hablar del deporte y de como cualquier pobre diablo puede hacerlo sin morir en el intento.

Sequía Mental

Mi vida blanda y deliciosa está supeditada a estos dos personajes…

 

¿Qué pasa cuando tienes una sequía mental? Nada. Piensas en que demonios escribir. Buscas temas. Esperas la inspiración. Recuerdas anécdotas de tu infancia. Nada te pinta bien. Tu abuela es un buen personaje para una novela. Pero quizás es un ser humano demasiado «completo» para meterlo en un post de tu mísero blog. Piensas en tus familiares cercanos. Todos son gentes de bien. Seguidores del orden social. Profesionales con un horario de «gente normal». No. No hay mucho que escribir al respecto. Piensas en tu papá. Quizás de él puedes escribir algo bueno. Quizás de los malos tiempos. Quizás de los buenos. Quizás del camino de piedras al lado del arroyo de aguas diáfanas en las montañas de Matucana. En el que tu viejo se metió con un Toyota Corona sedán del ochenta y seis. Un camino en el que los burros y caballos corrían  el riesgo de desbarrancarse. Tu viejo ahí cagándose de miedo. Manejando despacito. con el abismo de trescientos metros al lado. Quizás sea una buena historia. Quizás no. A quien demonios le puede importar escuchar o leer de eso. No. No es interesante. Tu viejo es un «personaje» pero a nadie que no sea a ti o a unos cuantos mortales más les gustaría oír o leer algo sobre él. Quizás podrías escribir del ejercito. Aunque ya aburre. Siempre tú y tu cantaleta de guerras que a nadie le importan. Solo a ti y a tus amigos heridos y a los que quedaron sanos y salvos pero que recuerdan la guerra cada día. Quizás ya escribiste algo muy parecido a lo que estás escribiendo en este instante. Puede ser cierto. Puede que no. Quizás debas pensar en nuevas cosas. Aunque tu problema es «precisamente ese» que no tienes nuevas cosas en las que pensar. Siempre retornas a las mismas tonteras y aburres a la gente con tus mismos cuentos. Quizás puedas hablar del Everest que te está esperando ahí entre Nepal y Tibet. Solo y erecto. Erecto hasta acariciar el espacio exterior. No. Parece que  has perdido el touch. Se te secaron las ideas. Se te acabo el momentum. Quizás no. Quizás tengas algo aún que dar. Quizás debas emborracharte como Bukowski o como Hemingway. Salir de putas y buscar alguna pelea. Que alguien te reviente la nariz o que tu le revientes un chopp de cerveza a alguien en la cabeza. ¿Qué escritor que se digne llamarse así (aunque sea el escritor de un misero blog) se dedica como tú a hacer deporte todos los días? ¿A casi no beber? ¿A correr medias maratones? ¿A buscar la montaña más alta del mundo? ¿Qué escritor del infierno nunca se ha fumado un porro? No tienes ideas porque no vives para tenerlas. Te has vuelto blando. Tu vida es de ensueño. El problema más grande que tienes en el día a día es «quién va a lavar los platos» o «quien va a bajar al perro en la noche». Desde la guerra del año pasado no te ha pasado nada digno de ser escrito. ¿Cómo demonios no vas a tener una sequía mental? Acabas de dar en el clavo. Para escribir bien tienes que vivir mal. Así que divórciate. Mata a tu perro. Vuela tu casa. Quema tus cosas. Menos tu computadora. Búscale una pelea a alguien en la calle. Pega o que te peguen. No importa. Encuéntrate con la ciudad de la noche. Fúmate unos porros. Duerme en la calle y báñate en el mar. Come sobras y cógete a mujeres fáciles y de mal vivir. Sí. Eso es lo que debes hacer. Vas a poder escribir de puta madre después de todo eso. Vas a ser un escritor de antología. Te van a recordar en la clases de literatura del año dos mil setenta y cinco. Sí. El «único» problema es que amas a tu mujer. Te gustan las lamidas entre los dedos de los pies que te da tu pastor alemán. Comes sano separando «Carbos» de Proteínas y grasas. No fumas ni siquiera cigarros. Y si una chica del mal vivir se te acerca te meas en los pantalones. Mejor olvídate de escribir bien y continúa escribiendo las mismas idioteces de siempre.

Controlando la Ira

 

 

Respira. Respira. Respira.

Hace unos años atrás era yo la persona más impulsiva y colérica que conocía (además de mi hermano). Cualquier estímulo no grato. Cualquier palabra mal dicha. Cualquier idea «estúpida» me hacia explotar. No necesariamente hacia afuera. Muchas veces no gritaba o me exasperaba. Sencillamente sentía la cólera invadirme el pecho e «implosionar» entre mis pulmones . Me quedaba callado y meditabundo. La mayoría de las veces la gente no podía leer en mi comportamiento que sentía una profunda ira y que en ese preciso momento hubiese podido (con un poquito más de ayuda) romperle el cuello a alguien.

Después de unos momentos la cólera se convertía en dolor. Me dolía el pecho. Me dolía la espalda. Me sentía aporreado por mis propios sentimiento. Me sentía torturado por el hecho de que no había gritado o explotado con la persona «estúpida». En cambio me había quedado callado y sentía las secuelas físicas de ser iracundo y al mismo tiempo ser una persona que no le quería caer mal a medio mundo. Me dolía aguantarme. Me dolía que la gente sea «idiota». Me dolía que sean «Vacíos». Me dolía que sean «incautos». Me dolía que no se preguntaran «¿Por qué?». Me dolía que el mundo sea «así».

Después de la guerra. Del ejercito. De tantas cosas raras que no se suelen ver día a día en una rutina «normal» comencé a leer filosofía. Intenté «entender» el «porque somos así». Mientras más filósofos me comía menos entendía al mundo y más resentido con él me encontraba. Kant. Descartes. Espinoza. Platón. Aristóteles. Nietzche. Heidegger. Bertrand Russell. Sartre y muchos más me «alejaron» de la realidad y de el «verdadero pensar» de la gente de a pie. Eso más mi forma de ser algo impulsiva. Hicieron que me convierta en una especie de ogro anti-humanidad. Hoy en día lo sigo siendo (al menos un poquito). En determinada instancia entendí que para mi propia salud y la de la gente que me rodea y me quiere no podía vivir colérico con el planeta (así no lo demostrara) así que tomé las riendas  del asunto: Comencé a Respirar.

Sé que muchos han escuchado sobre el hecho de que la respiración puede controlar la cólera e incluso hacerla desaparecer. Pues es verdad. No se si  es el hecho de respirar en si mismo. Pero sí el hecho de tomarte un instante para dejar que el impulso desaparezca antes de que se te clave en el pecho y te haga mierda. La respiración me conllevo a meditar. No de la manera usual de «meditar». Eso siempre me ha parecido «estúpido» y siempre me ha dado «cólera». Empecé a mini-meditar. Un ejemplo gráfico de como trabajo con la cólera vendría a ser algo así:

  • Fulano dice que «Puta huevón lo que más quiero es ese Mercedez. ¿Has visto al negro Tomás y cuantas flacas levanta con su carraso?
  • Mi cerebro procesa la información y comienzo a sentir ira. Mucha ira. Sobre la estupidez de fulano. Sobre su falta de profundidad. Sobre su superficialidad. Sobre la facilidad en la que se convierte en parte de esa masa de imbéciles que gustan de lo que el sistema les programa en el cerebro.
  • Siento la cólera fluir del centro de mi pecho hacia mi garganta. Ahí respiro. Una vez profundamente. Dos veces profundamente. Tres veces profundamente. Me siento mucho mejor. Pero la ira aún está ahí asomándose amenazadora.
  • Comienzo a mini-meditar. Por ejemplo:  Pienso en la yema de mis dedos. En las líneas concéntricas de mis huellas dactilares. En como se formaron en el vientre de mi madre. Pienso en el agua primigenia en la que mis dedos estuvieron sumergidos junto con todo mi cuerpo mientras mis pulmones estaban llenos de aquel fluido. Pienso en eso y cuando dejo de hacerlo estoy sonriendo: la ira ha muerto.

En el ejemplo usé una mini-meditación que a veces uso. Mis manos siempre están ahí y siempre me las puedo ver. A veces medito sobre las lineas de la palma de mi mano. A veces sobre la cantidad de aleteos por segundo de las alas de la mosca que se para en mi cabeza. A veces medito sobre la fuerza de mis piernas al correr cientos de kilómetros. A veces miro las arrugas de los labios de alguien y recuerdo que los labios son los únicos músculos que no están cubiertos de piel  y que en vez de darnos asco son una de las partes más bonitas de un ser humano. A veces pienso en las micropartículas que flotan en el aire y que se introducen en mis pulmones con cada respiración que doy. En la cantidad de espermatozoides que mueren de asfixia cada vez que me masturbo. En la cantidad de pelo (en kilos) que mi perro ha botado desde el día que nació hasta hoy. Y así sucesivamente. Respiro. Respiro. Respiro. Mini-medito y la ira y la cólera desaparecen de mi cuerpo.

He ido perfeccionando la técnica con el tiempo. Ya casi no alzo la voz. Ya casi no me enojo con nadie ni conmigo mismo. Si eres colérico o colérica y odias al mundo. La gente te parece estúpida. Los políticos corruptos. Tus amigos papanatas. Respira profundamente y piensa en el compuesto químico de un pedo y vas a comprobar de que todo adquiere una nueva perspectiva de pronto.

Comenzando

Visto verdeo olivo. Mi espalda suda. Mi cuerpo tiene veinticinco kilos de sobrepeso.  Hay pinos y eucaliptos a mi alrededor. La primera aldea a la que vamos a llegar parece tranquila. Es Julio del dos mil seis. Hace quince días que secuestraron a dos soldados israelíes en la frontera con Líbano. Después de los tanquistas y de la fuerza aérea hemos entrado en combate como primera unidad de infantería de choque. Cruzamos la frontera a las cuatro de la mañana desde el Kibutz Zarit desde el lado israelí. He caminado tres o cuatro kilómetros parando cada cien o doscientos metros unos diez minutos cada vez. Nos ha tomado llegar a la primera aldea seis horas.

Hace calor. El cielo está limpio de cualquier rastro de nubes. Huele a pólvora quemada. La artillería y la fuerza aérea han hecho su trabajo de «limpieza» antes de que lleguemos a la aldea. El batallón se divide en compañías y cada una toma una «posición» diferente. Cuidamos mutuamente nuestro flancos. Cada compañía irrumpe en una casa grande. Sabemos exactamente en que casa entrar gracias a los mapas satelitáles que hemos estudiado desde hace dos días. Una vez dentro nos damos cuenta de que no hay gente. Tomamos los altos y los bajos. Como francotirador busco la planta más alta y una buena posición apuntando a la plaza que se encuentra al norte de la casa. Abro mi mochila y extraigo mi Remington M-24. Extraigo el trípode y armo mi «puesto» de disparo. Mi compañero extrae el sistema de camuflaje y lo adhiere a la ventana. Desde afuera nadie puede vernos y desde adentro vemos todo lo que pasa. De su mochila extrae su mira telescópica. La que le permite hacer las mediciones de una manera más precisa. Comenzamos con la rutina de mediciones. Ochenta metros al centro de la plaza. Cincuenta metros a la ventana de la casa que está en diagonal a nosotros. Ciento cincuenta metros a la linea de ventanas de las casas cruzando la plaza. Fuerza del viento: «uno» de este a oeste. Idioma compartido: La plaza. La palmera. El Mercedez azul. La pileta. El árbol solitario. Listo: Dos clicks para arriba. Tres clicks a la izquierda y mi mira esta calibrada.

Escucho al resto de la compañía haciendo ruido con las ollas en la primera planta. Se están cocinando algo con la poca agua que tenemos. Nos han prohibido beber el agua de la cañería de la aldea. El comando no sabe si la han envenenado o no. Así que lo que tenemos está en nuestras camelback. Una vez que mi M-24 está montada en su trípode y las mediciones están hechas. Me siento en el piso con la espalda apoyada a la pared. Mi compañero hace lo mismo. Estamos sentados el uno al lado del otro pensando en que «esto es la guerra». Nos miramos el uno al otro. Es un chico alto. Delgado. Usa gafas y siempre sonríe. Lo quiero como a un hermano menor. Me dice que hasta ahora está aburrido. Que es casi lo mismo que en Czisjordania. Le respondo que es igual pero con vistas más bonitas. Sonreímos juntos. Escucho un pito de pronto. No atino a pensar lo que es. De pronto una explosión remece la casa. Alguien grita RPG!!! Mi trípode se cae al piso con el arma. Veo una nube de polvo de cemento subir con rapidez por las escaleras. Escucho un pitido intenso dentro de la cabeza. Mi compañero trata de hablar conmigo. No le escucho nada. Solo el pitido intenso. Trato de contestarle. Él no me escucha a mí. A lo lejos muy dentro de los oídos escucho disparos. No sé de donde vienen o sí los muchachos del primer piso están disparando a alguien. El pitido no me abandona la cabeza un buen rato. De pronto mi audición vuelve. No quiero asomarme por la ventana. Tengo miedo. Pienso en mi casa. Levanto el trípode. Mi compañero está apuntando con su arma. Comienza a disparar con dirección a la plaza. Yo miro a través de la mira telescópica Leopold que aumenta por diez cualquier imagen. Apunto a lo primero que se mueve en la plaza y disparo. La guerra acababa de comenzar para nosotros.

Tú y yo

¿Qué piensas que vas a conseguir con todo esto? No lo sé. ¿No lo sabes? No. Puedo aguantar una vida entera pensando. Al fin y al cabo no son tantos años. Puedo escribir lo que pienso. ¿Escribir para qué? ¿Para quién? Para nadie. Para mí mismo. ¿Y por qué demonios no escribes en un cuaderno o en un diario y en vez de eso ventilas tu mierda cerebral en un blog que te cuesta dieciocho dólares al año y además de eso lo haces público? No lo sé. ¿No lo sabes? Sí lo sabes y lo sabes bastante bien. Eres un exhibicionista barato. Te gusta que te vean. Que te lean. Que te observen. Que te admiren. Que te odien. Pero quieres que te conozcan. La verdad que no quiero que me conozcan. No digas eso. ¿No? ¿No estás pendiente todo el tiempo de cuanta gente lee las tonterías que escribes? ¿No te gustaría que te lean mil personas en un día? Si me gustaría. Entonces porque dices o piensas que no eres un exhibicionista. Lo eres y acéptalo. Bueno quizás sí. ¿Quizás? Me da risa tu cobardía. No puedes aceptar lo que realmente eres: Un nudista sentimental. No entiendo porque me criticas tanto si tú eres yo. ¿Somos el mismo no lo sabes? Está bien que yo sea tú. Está bien que sea una voz dentro de tu cabeza. Pero sabes que soy la voz que siempre tiene la razón y por eso critico tus estupideces. Este blog es una estupidez. Esa granada que tiraste cerca a Ramala fue una estupidez. Te grité y te rogué que no lo hicieras pero no me hiciste caso. Y ahí estás cargado de pesadillas y sin poder dormir bien. ¿Sabes por qué? Porque eres un imbécil. No me hables así por favor. Somos el mismo. Somos lo mismo. Pues no lo somos. Yo soy inteligente y tú eres un papanatas. Escribiendo idioteces en un blog. Publicando tus fotos estúpidas en facebook como si a alguien le interesase. Entiende esto: A nadie le importas una mierda. Acéptalo y vas a poder dar un paso más hacia tu propia liberación. Le importo a mi madre. A mi hermano. A mi esposa. A mis amigos. Yo sé que hay gente a la cual le importo. Pues te voy a decir las cosas claras. Tu madre se ha olvidado de ti hace ya bastante tiempo. Tiene una vida a cincuenta mil kilómetros de ti. Tu hermano está mucho más desconectado de ti de lo que piensas. Le importa una mierda lo que escribes y tu manera «irracional» de vivir. Tu esposa. A ella le das lástima. Eres un ser humano que da lástima. Y ella te la tiene. Solo por eso sigue contigo. Solo por eso te mira con algo de pena cada vez que le pides que lea un nuevo post tuyo. Eres un pobre infeliz del que nadie se preocupa. Acéptalo. Supéralo y libérate. Deja de escribir cosas que nadie lee. No pierdas tu tiempo en filosofar. Que si un mundo mejor. Que si un mundo peor. Que el sistema para arriba. Que el sistema para abajo. Vete directamente  a la mierda y actúa. ¿Actuar? ¿A que demonios te refieres? Me refiero a que hay que cambiar el mundo por medio de las acciones y no escribiendo estupideces ni pensando en los huevos del gallo. ¿Qué tipo de acciones? Haces preguntas de un niño de cinco años. ¿Cómo se cambian los sistemas. Los gobiernos. Las políticas…? Volando cosas pues. Lo has visto en la guerra. El volar cosas funciona. Realmente cambia las cosas. ¿Estás chiflado? Dices que eres mi voz racional y ¿me aconsejas volar cosas? Por dios. Estás enfermo. No. ¿No que? Los dos estamos enfermos. No somos dos psicópata del infierno. Soy yo solo. No. ¿No que?. Estás hablando conmigo ahora: Somos dos. No me jodas eres la voz que toda persona escucha dentro de sí misma. Claro que soy una voz: Soy tu propia voz y si soy un psicópata que te manda a volar cosas soy tú mismo mandándote a volar cosas. ¿No te das cuenta? No puede ser. Voy a dejar de hacerte caso. Así que mejor cállate. Eres un débil de mierda. Sabes que ese es el camino. La sangre y la pólvora son el detonante del cambio. ¡Cállate! No me voy a callar. Bueno ¿sabes que?. Voy a escribir de está estupidez en ese blog de dieciocho dólares que tanto odias. No me jodas maricón. En serio la gente va a pensar que de además de exhibicionista, estás completamente chiflado. Yo no estoy chiflado. El chalado eres tú. Tú eres yo cretino del demonio. No no no. Tú eres yo. ¿O yo soy tú? Ya me enredaste el cuento psicópata. Ja Ja Ja. Te enredas solo porque además de un manicomio necesitas un profesor de redacción.

Yo soy

¿Qué soy? Que pregunta más simple. O quizás no tanto. ¿Qué soy? o ¿Quién soy?

No sé que responder. Los mejores filósofos no consiguieron una respuesta coherente cuando se hicieron esas mismas preguntas. Tan simples. Tan complejas. Quizás lo primero que puedo responder es: No sé. No sé lo que soy ni sé quién soy. Me conozco treinta y dos años y aún no me conozco (valga la redundancia). He sido muchas cosas. He sido y soy muchas personas diferentes. No es que me sienta con un problema de desdoblamiento de personalidad. No. Creo que todos nosotros somos más de uno solo. Cambiamos como los camaleones de acuerdo a la situación en la que estamos inmersos. Somos unos mutantes temporales. Somos la evolución diaria de la vida.

Soy un bebe. Mis dientes salen de mis encías y lloro. Lloro porque duele. Lloro porque no hace mucho que he nacido y ya se lo que el dolor.

Soy un niño recibiendo a su hermano menor envuelto en paños. Veo los ojos cerrados. Los pliegues del rostro. El secreto de la vida. El olor lácteo de su boca.

Soy un niño en la escuela aprendiendo tonterías. Dibujando el mapa del Perú diez veces a la semana para el curso de geografía o historia. Tengo amigos. No se jugar al fútbol. Bailo marinera.

Soy un adolescente enamorado. Las hormonas me hacen mierda. La testosterona me remueve las vísceras y me hace pensar en cosas en las que nunca he pensado antes. Amo platónicamente. Odio el ser y estar. Me masturbo sin serenidad.

Soy un joven cadete. Soy la nada existencial. No valgo nada. Soy propiedad militar. Vestido de blanco. De negro. Sin personalidad. Como todos. Como ninguno. Escribo mucho. Julio Verne me acompaña.

Soy un inmigrante. Trabajo el cemento en un país del norte. Hablan otro idioma. Es el sueño de todo sudaca. Irse a trabajar al norte. El sueño es una mierda. ¿Un futuro mejor?. No. El país del norte no te garantiza nada. Solo tornados.

Soy un vago. El sistema me ha paseado por medio mundo y me ha enseñado a no respetarlo. No quiero trabajar en un trabajo de mierda. Soy más que eso. Soy el «más inteligente» de todos. Nadie me entiende. Yo no me entiendo.

Soy un comunitario en el medio oriente. Trabajo para todos y todos trabajan para mi. Cocino. Empaqueto ollas de plástico. Corro en los campos agrícolas donde el apocalípsis se llevará a cabo. La vida me sonríe. Yo le sonrío de vuelta.

Soy un soldado. La unidad de operaciones especiales. Un francotirador. Soy la guerra en un zona sin paz. Soy la vida o la muerte de otra persona. Decido los destinos en fracciones de segundo. Muchos de los otros deciden el mio.

Soy un veterano. Soy un soldado de reserva. Soy el que trae el pasado a sus espaldas. Las guerras me persiguen. El olvido me rehuye. No puedo dormir.

Soy un oficinista armado. Trabajo frente a una computadora. Controlo. Bebo café. Mucho café. No puedo dormir. Es lo que hay. Hay que levantarse temprano a trabajar. Checkear el e-mail. Mandar tablas de excel.

Soy un esposo. Soy un compañero no perfecto. A veces malo. A veces bueno. Soy todo lo que puedo ser y amo. Soy la pareja de siempre. El tipo que siempre va a estar.

Soy el amo y señor de un perro.

Soy un filósofo amateur. Un escritor gratuito que nadie lee. Soy un pacifísta armado. Un asesino sensible. Soy más de lo que puedo ser y sigo siendo. Soy hijo. Soy hermano. Soy un desconocido en las calles del mundo. Soy un aventurero. Soy un cobarde infeliz a veces. Soy un amigo. A veces rastrero. A veces traicionero. Soy solamente yo. Todo lo que está escrito aquí y mucho más.

Aunque me guste. Aunque no.