Mira ahí a toda esa gente elegante que va por ahí. Que bien se ven.
¿Será que se sienten bien también?
Mira sus relojes. Sus autos. Sus casas. Sus percheros. Sus joyeros. Sus cocheras y sus refrigeradores.
¿Será que están tan vacíos que llenan todo a su alrededor?
Fíjate bien en sus yates. En sus sonrisas de foto. En como hablan de su paseo al Louvre. En sus cenas y en sus vinos.
¿Será que están perdidos que buscan encontrarse pagando al tiempo?
Observa su «éxito». Su oficina limpia. Sus dieciséis horas de trabajo. Su secretaria sonriente. Su vacío frente a la ventana,
¿Será que no llegan a cenar a casa?
Mira sus hogares. Lindos para la foto. Sus edredones de mil dólares embadurnados de lágrimas. Sus mujeres. Sus maridos olvidados. Sus niños no criados. Sus perros no conocidos.
¿Será que están jodidamente equivocados?
Fíjate en sus bronceados de invierno. En sus dientes blanqueados en un dentista caro para formar parte de la función y de la tramoya. Míralos llenar sus bolsas de compras con Loui Vuitton. Con Chanel. Con calzoncillos de Calvin Klein.
¿Será que a veces no piensan en pegarse un tiro y terminar con la farsa?
Fíjate bien hermano o hermana.
Eso que tú ves ahí.
Eso…
Eso no es la felicidad.