Hace nueve años comencé el entrenamiento básico en una unidad de élite del ejercito. He aprendido muchas cosas en el tiempo que ha pasado desde aquel agosto del dos mil cinco. El clásico aprendizaje militar de élite que te conlleva a saber como volar una puerta. Navegar y orientarte. Camuflaje y supervivencia. Paracaidismo. Aguantar el peso. Descolgarte de un helicóptero. Volarle la cabeza a una mosca a ochocientos metros de distancia. Aguantar los kilómetros bajo tus pies. Tácticas de guerra urbana. Tácticas de guerra en campo abierto. Contra terrorismo. El uso de una amplia gama de armamento. A esperar y esperar. A entender que dudar es más peligroso que una unidad terrorista en tu flanco.
He aprendido eso pero eso no es lo único que he aprendido. Las tonteras y juguetes del ejercito las puede dominar hasta el más boludo con tal de que tenga un poco de aguante. Esas son las cosas más fáciles de aprender y las que todos, al fin de un entrenamiento de un año y medio, salen sabiendo.
Gran parte de mi amor por lo simple y de mi satisfacción por lo poco se lo debo a los años que vinieron después de aquel entrenamiento. Los años en los que me tocó pasar por dos guerras. Por el hecho de haber perdido unos amigos y ver otros tantos heridos. Puedo decir que lo más valioso que he sacado del ejercito lo aprendí después. Sencilla y llanamente la perspectiva que usé toda mi vida para observarme a mi mismo y saber si soy «exitoso» o un «fracasado» o mejor dicho la perspectiva que me inculcaron mis padres, mi familia y la sociedad sobre lo que es ser una persona exitosa o no. Bueno esa perspectiva murió en algún lugar del medio oriente. Y dio paso a mi actual «manera de pensar».
No me gusta lo simple porque está de moda. No me gusta lo simple porque haya leído del tema en algún diario, revista o blog. No. Me identifico con la simplicidad porque he «evolucionado» hasta ella. Después de lo que he visto con mis propios ojos he llegado a entender que todo este juego de ir al centro comercial a comprar ropa nueva o comprar un auto con turbo o competir en las charlas banales con tus amigos: Que si viajaste aquí o allá. Que si estuviste en el Luvre o no. Que si tu empresa se ha dado cuenta que eres el nuevo niño prodigio. Que si tus hijos son cuasi perfectos. Que si tu vida es de puta madre y mucho mejor que la del resto…Ustedes me entienden. Ese juego no lo quiero jugar más. Me gusta lo simple porque realmente he descubierto la belleza en las cosas simples de la vida.
Cuando estaba en medio del bullicio y el desorden del combate en lo único que pensaba era en vivir. Solo quería vivir. No quería un Ferrari rojo o un millón de dolares en mi cuenta bancaria. Solo quería ver otro día más. Y cuando tenía tiempo para desear más en medio de los tiroteos. Solo quería abrazar a mi mujer. Verla a la cara una vez más. Aunque sea una vez más. Tocarle el cabello. Decirle cuanto la amo. Lo demás. Las cosas. La plata. Las socialmente aceptadas medidas del éxito me resultaron tan infantiles e inútiles que me daba risa como me podía haber estado preocupando por ellas los primeros veintiocho años de mi vida.
Eso es lo que aprendí del ejercito. Del combate. De la guerra. Que la vida es putamente y dolorosamente efímera. Que los vivos pasan a estar muertos en nada de tiempo. Que no quiero gastar mi pequeña vida compitiendo con el resto. Que las caricias. Los abrazos. Los «te amo» valen demasiado y te hacen rico. Que el sencillo hecho de que llegues al día siguiente, es ya, un logro. Que cada uno debe vivir como quiere y como le sienta bien porque la vida es algo que se escurre entre los dedos más rápido de lo que creemos.
Yo he elegido vivir simple porque he entendido que lo más importante para mí es lo que ya tengo. Estoy vivo. Estoy sano. Amo a mi esposa. Amo mi vida.
Creo que ya lo escribí en algún lado. No todos tienen que pasar por lo que yo he pasado para simplificar. Yo he llegado a lo simple por el camino difícil. Por haber demolido todo lo que creía y haber encontrado que los escombros son lo más hermoso de la tierra. No todos son cabezas de chorlito como yo. A algunos solo les falta mirar a los lados y entender que su vida es de la puta madre y que no hay que ir por ahí desesperados por más.
He evolucionado hasta lo simple. Y me siento bien.