Para la mayoría de ustedes el primer día de la semana es el Lunes. Para mí y para las seis millones de personas que viven en Israel el primer día de la semana es el Domingo. Realmente no importa si el primer día de la semana es el uno o el otro. Lo que si importa, al fin y al cabo, es el impacto psicológico que tiene casi siempre «el primer día de la semana» en nuestro nivel de motivación. Casi siempre el primer día de la semana es un día de mierda. Acabamos de terminar el fin de semana. Acabamos de saborear lo que es el espacio y lo que es aprovechar nuestro tiempo como queramos el Sábado y el Domingo o el Viernes y el Sábado (en mi caso) para, al fin y al cabo, volver a la rutina semanal. A la insaciable vorágine del sistema en el que nos tocó jugar. Vivir. Amar. Existir.
Así que a casi nadie le gusta el primer día de la semana. Es un día incomprendido. Es un día odiado. Aunque de vez en cuando podría ser diferente…
Hoy es Domingo en Israel (primer día de semana) y hoy no he ido a trabajar. He visto la ciudad de Tel Aviv levantarse muy temprano a cumplir con sus labores. He visto a la gente moverse de un lugar a otro a regañadientes. Con las caras de «hoy es Domingo…». Yo en cambio me he quedado en casa. Tomando el día despacio. He comido sano. He entrenado duro. He escrito un articulo para el blog. He sacado al perro a pasear dos veces. He limpiado mi departamento y hasta lo he trapeado. He llamado a mi abuela y la he saludado por su cumpleaños. Siempre con buena música de ambiente. Siempre con una sonrisa en la cara.
He disfrutado cada instante de este «Primer día de la semana». Hace tiempo que no me sentía así en un Domingo. Y es bueno acordarse que no es culpa del Domingo ser Domingo ni del Lunes ser Lunes. Nosotros los convertimos en lo que son y si nosotros queremos los podemos transformar en algo mucho más llevadero. Inclusive pueden llegar a ser días hermosos y productivos.
Estoy planeando seriamente en guardarme un Domingo al mes para mi. Creo que vale el dinero «perdido». Me ha dado un subidón emocional darme cuenta que a partir de mañana me quedan solo cuatro días de trabajo y que hoy he disfrutado de mi día solo. Y he disfrutado de mi soledad al máximo.
Solo me queda recomendar esta pequeña experiencia para que alguno de ustedes se aventure a hacer una pequeña revolución personal contra el sistema y a favor de si mismo. Vale la pena.