El decidir tener menos no está relacionado específicamente con el hecho de tener «menos cosas». Tengo menos cosas que antes. Me siento bien con eso, pero no solo ahí termina el asunto.
Decidir tener menos está relacionado también con el hecho de deshacerte de lo que no importa (no necesariamente material) y concentrarte en lo que sí importa y en lo que sí vale. Decidir deshacerte, por ejemplo, de malos hábitos y actitudes (fumar, beber en exceso, mentir, criticar al resto, procrastinar, envidiar lo que tienen otros, comer en exceso y la lista puede ir hasta el infinito).
Poco a poco he ido trabajando en algunos malos hábitos que tengo o que he tenido. Me he deshecho de algunos y me estoy desprendiendo de otros de a poquitos y paso a paso. En este post quiero abordar uno de los hábitos que más daño me ha hecho y con el que más daño he hecho a la gente que me rodea. «El hábito de criticar al resto».
Nací y crecí en una sociedad en la que la crítica al resto es pan del día a día. Criticamos a los políticos día y noche, criticamos a la farándula tarde y mañana, criticamos a los deportistas las veinticuatro horas del día, criticamos a la gente por como se viste y por como se afeita, criticamos a las personas por como hablan o por como se peinan, criticamos por el sencillo hecho de criticar sin intentar aportar una solución al «problema» o a lo que pensamos que es un problema. Criticamos porque nos hace sentir bien hacerlo. Tirando al resto al piso con nuestras críticas nos sentimos mejor. Embarramos a todo el mundo con el barro de nuestra crítica y ahí si podemos sentirnos satisfechos de que todos estamos en el mismo lodazal.
Una sociedad «rajona». Eso es lo que somos en Lima. Para verlo tuve que alejarme del Perú casi diez años y vivir en el otro lado del mundo. La crítica existe en todos lados. Pero no la crítica virulenta que va en contra la persona misma. En otros lados se critican los actos de los políticos pero no se le critica al político en si mismo. Se critica el bajo rendimiento de un futbolista pero no se le hace un linchamiento mediático. Criticas las malas conductas de tu alumno pero buscas las razones por las cuales actúa de tal o cual manera. Criticas con consistencia y para mejorar.
El factor social influye en nuestra manera de pensar. La mayoría de gente de Lima que encuentro en el exterior critica mucho y de muy mala onda. Además de la influencia de la sociedad, está el mismo hecho de que criticar al resto nos hace sentir de puta madre. Hablar mal de fulano o de zutano nos hace sentir bien y nos hace entender de que no estamos «tan mal» en el escalafón social que existe en nuestras mentes. Criticamos, porque al menos por un instante, nos hace sentir excelente. Algo así como una piteada a un buen cigarro. Muy en el fondo de tu corazón sabes que está mal pero no puedes dejar de hacerlo. Es demasiado placentero y es de fácil acceso. Solo tienes que buscar una victima y «rajar» de ella o si eres un poco más valiente, criticarla directamente a la cara y decirle que su look no te parece, que su manera de pensar es un estupidez, que su manera de caminar o de bailar es la de un retardado mental.
Las críticas destructivas dañan. Eso lo he entendido a mis 28 o 29 años. Llevo casi tres años intentando no criticar a las personas. A veces suelo recaer y critico de mala onda a alguien. Aunque suelo arrepentirme al instante de lo que he hecho. Soy consciente de que no está bien y de que no sirve para nada. Es un mal hábito que esta desapareciendo en mí y doy gracias por ello.
«Las personas no van a ser como tú quieres. Las personas son como son.» Esas son dos premisas que debemos adoptar si es que queremos dejar de lado el hecho de criticar al resto. No podemos cambiar a la gente a nuestro gusto. No son mascotas y no necesariamente quieren hacer lo que nosotros queremos. Y tenemos que aceptarlo y aprender a vivir con ello.
La diversidad y la pluralidad de la gente es lo que al fin y al cabo enriquece las relaciones humanas. Dentro de una familia la gente puede (y debe) ser diferente. Los hijos no tienen porque ser copia de los padres. Son personas cada una con una individualidad y personalidad específica. Está en los padres y educadores entender donde terminan las críticas de aporte formativo para con los hijos y alumnos y donde comienzan las palabras que adormecen el desarrollo de la personalidad individual.
Criticar por criticar está mal. Criticar al otro porque no nos gusta como se ve o como habla está pésimo. Criticar a las espaldas de alguien es de cobardes. Aunque criticar frente a frente a alguien para intentar cambiar una conducta que te jode solo a ti y no le hace daño a nadie más, es un comportamiento netamente egoísta y destructivo para tu relación con esa persona.
Hay hábitos que estoy eliminando de mi vida. El criticar sin sentido es uno de ellos. Minimalizar hábitos dañinos es lo mejor que me ha podido pasar. Cada vez me siento mejor conmigo mismo entendiendo todo lo malo que tenía (y tengo aún) dentro.