Para ti

Para ti.

No tengo mucho que regalarte porque la verdad es, que no tengo mucho. Tengo lo necesario y un poco más. ¿Y sabes qué? Me siento bien así. Las cosas son tonteras que dejamos regadas por la vida. La vida es lo que sucede mientras buscamos descuentos en el centro comercial. Sabes como pienso. Sabes como soy.

Pero estás palabras no son para hablar de mi, ni de lo que pienso de las teorías de consumo. Estás palabras están teledirigidas a tu mente. A tu razón y a tu corazón. Las estoy plasmando en esta pantalla en blanco porque son la mejor manera que tengo de expresarme. Son las mejores herramientas que puedo usar para decirte lo que eres para mi. Y si no vas a ser para mi algún día, bueno, solo quiero decirte lo que eres y punto.

Podría empezar con la frase de «Café Tacuba»: «Eres… lo que más quiero en este mundo, eso eres…» pero eso sería cursi y al mismo tiempo repetitivo y hasta infantil. Sé  que no tengo la necesidad de decirte que eres la persona que más quiero en el mundo para saber que tú sabes que es así. No quiero usar una retórica repetida para decir lo que ya todo el mundo sabe. Lo que tú ya sabes. Lo que yo sé. Lo que todos sabemos.

Así que voy a usar la palabra que mejor te describe: «Amiga». Eso has sido. Eso eres y eso seguirás siendo hasta el ocaso de mi existencia. Eres mi mejor amiga. Eres la persona en la que más confío. En la que deposito mis sueños y mis pesadillas. Y créeme, ser mi amiga no es tan fácil (por alguna razón nunca he hecho buenos amigos salvo con tres o cuatro almas caritativas) No es tan fácil porque, precisamente, yo soy muy difícil. Pero has sabido manejarme en mis peores momentos. En los que he estado en los límites de dejar de ser yo. Y has estado más que excelente en nuestros mejores momentos. Me has divertido. Me has acompañado. Me has sonreído y me has acurrucado. Y porque por más cursi que sea, es lo que hace todo el mundo cuando está enamorado de otra persona así lo nieguen y así renieguen.

Y he aquí la sorpresa: Seguimos enamorados después de una década y media rodando de un lado para otro. Quizás lo estemos porque crecimos juntos la mitad de tu vida. Quizás lo estemos aún porque los dos somos Acuario. Quizás y solo quizás, hemos aprendido a aceptarnos el uno al otro con toda nuestra carga de defectos y de cosas feas. Y sí. Te voy a ser sincero: También tú tienes defectos. Pero los he aprendido a querer como se quiere a un cachorro que ha veces te mete un mordisco o se mea en tu pie.

Pero no quiero hablar de tus defectos. Todos los tenemos, así que no es muy interesante hablar de lo que todo el mundo tiene. Prefiero hablar de dos de tus virtudes. Tienes muchas más pero me demandaría un libro escribirlas todas. En este día solo voy a hablar de dos. Quizás las que a mi, personalmente, gustan más.

A pesar de que sueles pensar de que no eres tan valiente, pues te voy a informar que eres la persona más valiente que conozco (te lo digo yo que me he comido una guerra y una operación a gran escala contra la franja de Gaza y he visto muchos valientes correr de un lado a otro). Eres extremadamente valiente. Te acuerdas en Nepal, en la niebla, a cinco mil metros de altura cuando todo era más que difícil y subiste otros cuatrocientos sesenta metros de desnivel a pesar del dolor y del cansancio. Y eso es lo de menos…

Te he visto construir una vida entera desde la nada al otro lado del mundo. Sin idioma. Sin amigos. Sin trabajo.  Te he visto aprender a hablar un idioma ininteligible. Te he observado de reojo mientras ibas a la universidad a estudiar en ese idioma raro. Te he visto graduarte. Trabajar. Crecer y desarrollarte. Guardando siempre la serenidad que te identifica. Sin apurarte. Sin correr. Caminando despacito por la vida como si de algo demasiado fácil se tratase. Y aunque no te des cuenta y repitiendo lo anterior: Eres jodidamente valiente.

Además de eso:

Eres la persona más inteligente que conozco. Absorbes lo que se te enseña como si fueras Bob esponja. Lo has demostrado cuando los dos juntos aprendimos a hablar hebreo y al cabo de un año podías hacer todos los trámites bancarios juntos y yo con las justas podía ir a comprar a la panadería. Nadie me entendía. Ja.

En estos nueve años en Israel te he visto recorrer el camino que va desde el inmigrante analfabeto hasta la mujer que trabaja en su propia oficina dueña de su horario y de su tiempo. Aunque no te lo creas: Eres increíble.

Y solo me queda dar gracias. Gracias a la suerte que te cruzaste en mi camino o que yo me crucé en el tuyo. No importa. Al fin y al cabo aquí estamos. Después de dar vueltas por todos lados. Después de haberla pasado bien y haberla pasado mal. Con todo lo que significa el existir.

Siempre me gusta hablar de las ínfimas posibilidades que hemos tenido de existir (lo que convierte la vida, precisamente, en un milagro) Las posibilidades son más microscópicas aún para que que se haya dado el hecho  de que los dos hayamos existido justo en el mismo tiempo (pudiste haber nacido hace cien años o hace cien mil) y en el mismo espacio (pudiste haber nacido en Papua Nueva Guinea o en Irlanda) pero se dio que crecimos cerca, no muy lejos el uno del otro ni en edad ni en metros de distancia. Estás ahora conmigo y me haces feliz.

Gracias por estar siempre y feliz cumpleaños.

 

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