Vivimos en una época en la que la tecnología es preponderante en nuestras vidas. Prepondera en la oficina mientras estamos frente a una pantalla y conectados durante ocho o nueve horas. En la casa mientras continuamos conectados en las redes sociales mediante la computadora o el teléfono. En la estación de buses mientras estás conectado a Internet esperando tu colectivo. En la playa mientras estás tomando fotos para subirlas a Instagram. En una salida con los amigos mientras subimos un lindo status a Facebook intentando contarle al resto de gente lo tan excitante que son nuestras vidas. En un restaurante con tu pareja mientras cada uno está concentrado en lo que está sucediendo en su teléfono. En ese universo virtual que a veces es más interesante que la rutinaria existencia de una vida no virtual.
Desde hace unos quince años hemos dejado de estar solos casi nunca. Siempre están los amigos de Facebook, los grupos de Whatsapp, las fotos de Pinterest o Instagram, los mails del trabajo, los contactos de trabajo en Linkedin, los chicos elitistas de Google Plus.
La tecnología está aquí para quedarse. Es la realidad. No es que este mal. Hay demasiadas cosas buenas en ella. Tenemos toda la información de la humanidad disponible a un click de distancia. Tenemos a la gente que queremos más cerca. Tenemos la capacidad de expresarnos y de decir lo que queremos. La tecnología democratiza y educa. La tecnología abre fronteras y acorta distancias.
Pero hay que entender que en muchos aspectos. La tecnología ha influido para mal en nuestras vidas. Hoy quiero tocar un solo punto de ese aspecto negativo de la perenne interconexión de nuestras existencias: La desmedida comparación con el resto.
Quiero que algo quede claro: Lo que la gente proyecta en las redes sociales no es lo que la gente realmente es. Lo que yo soy, no es lo que proyecto en las redes sociales ni lo que escribo en este blog. Lo que yo soy es algo mucho más complejo de lo que se ve en Facebook o en Whatsapp. Mi YO de Facebook es un personaje. Es lo que yo quiero que otros piensen que es lo que soy. Mucha gente me dice: Tu vida es espectacular. Lo dicen por lo que ven en mis publicaciones y ven exactamente lo que yo busco que vean: Los mejores momentos de mi vida. Y ahí está el truco. Casi nadie en Facebook (ni yo tampoco) publica sus malos momentos, sus momentos rutinarios, sus momentos de cansancio y de agotamiento, sus momentos de profunda tristeza, sus hemorroides, sus úlceras, su incontinencia urinaria ni nada de las cosas que nos vuelven REALES.
Mi perfil de Facebook es un yo edulcorado, sazonado como yo quiero y cocinado de la mejor manera por el mejor chef tecnológico. Presentado en un plato bastante caro de la última tendencia minimalista. Iluminado en la mesa con una luz led de baja intensidad. Oliendo deliciosamente. Viéndose de película. Listo para ser exquisitamente digerido.
YO en cambio soy la rusticidad de la materia prima de mi mismo.
Esa es la diferencia.
Solemos mirar los perfiles de nuestros amigos. Nos comparamos con ellos de una manera injusta. Ya que tú comparas tu vida (lo bueno y lo malo) con lo momentos excelentes de esa persona (eso es lo que él publica). Te estás comparando con su personaje. Y ese acto de comparación extrema que solemos realizar día a día mientras recorremos el muro de Facebook, o vemos las fotos que nos mandan por Whatsapp y mientras vemos las estupendas vidas del resto y nos auto-comparamos, no hacemos nada más que hacernos daño. Y es un daño sin base ya que es una comparación ilógica.
COMPARAMOS NUESTRO TODO CON LO MEJOR DEL OTRO.
Y es que somos humanos y solemos envidiar. Y tendemos a sentirnos mal porque el resto se la está pasando mucho mejor que nosotros. Sentimos que nos estamos quedando atrás. Sentimos que el tiempo se nos está escurriendo entre los dedos. La mitad de tus amigos ya se tomaron un Selfie con la torre Eiffel y tú no has salido de tu país nunca. Tus amigos viven vidas extraordinarias en lugares extraordinarios mientras tú solo te levantas a trabajar y regresas a casa a dormir agotado. Ellos viven las más grandes experiencias mientras tú solo vez un par de series en las noches después del trabajo. Pero lo que tú no vez es que para tomarse ese selfie en la torre Eiffel tu amigo se endeudo cinco años. Sus vidas extraordinarias tienen un lado oscuro. Negro y quizás hasta más que dificil. Y eso es lo que quiero que entiendas. Tú solo vez la punta del iceberg. No puedes comparar tu totalidad. Tu complejidad. Tus buenos y malos ratos. Con un Alter ego. Con una ficción.
Lo curioso Mario, es que esa comparación posiblemente ha sido siempre así. Las redes sociales solo hacen eso más intenso, porque es más lo que vemos de otras personas. En la vida corriente y offline, tú ves a una pareja normalmente sin discutir, a una persona cuando no está enferma ni sin maquillar, a alguien que sonríe mientras cree que le miran y espera a llegar a casa para llorar.
Muy buena entrada.