Perdido

Este par de semanas he estado bajo mucha presión en el trabajo.

Me ha sido difícil concentrarme bien. Me he sentido desbordado por las tareas y por los jefes. He sentido que he decepcionado. He sentido que me han decepcionado también.

Quizás cuando las cosas pierden equilibrio en un lado de la vida, desequilibran al resto. No sé si eso te pasa a ti. Pero conmigo sucede que cuando las cosas andan mal en algún aspecto de mi vida, ese aspecto malogrado irradia mala onda al resto.

Estando presionado en el trabajo, no podía no sentirme presionado estando ya en casa. No logré desconectarme de lo que pasaba en lo oficina y las preocupaciones me han seguido hasta la cama. Una que otra noche me he despertado a las tres de la mañana pensando en lo que me iba a enfrentar al día siguiente.

Hoy, las cosas llegaron a un punto bastante álgido en mi oficina. Y a eso de las dos de la tarde me puse a pensar  que no he escrito en el blog un buen tiempo, porque ni siquiera he tenido la mente limpia para eso. Me puse a pensar  que lo mismo que quiero transmitir en las cosas que he escribo, lo he dejado de lado estás dos semanas: He sido desorganizado. He sido impulsivo. Me he dejado llevar por las críticas. He traído todo eso a casa y he perdido un poco el rumbo aquí también.

Una de las cosas que he aprendido es que todos perdemos el rumbo de cuando en cuando. Nuestra vida no puede ser perfecta todos los días. A todas horas. Todos los meses. Todos los años.

Cosas malas suelen pasar. Y nosotros solemos reaccionar a veces de una manera positiva, a veces de una manera no tan positiva y a veces de una mala manera. Y está bien a veces reaccionar «mal». No siempre puedo ser la persona que controla sus sentimientos al cien por cien. No siempre puedo ser la persona que deja el teléfono llegando a casa y que no se desespera checkeando mails del trabajo a las once de la noche. A veces soy así también, aunque no quiero ser así.

Y eso es lo que sé. Que no siempre las cosas se van a dar como yo quiero o de la manera en la que yo quiero que salgan. Las variables en la vida de cada uno de nosotros son infinitas. Y a esa inmensidad de incertidumbre la debemos abrazar y aceptar como parte de la vida. Porque la vida es eso mismo: Incertidumbre.

Pero al mismo tiempo podemos tratar de vivir la vida de la manera que nosotros queramos y siguiendo el camino que nos hemos propuesto a seguir. Mi camino es el de no complicarme demasiado. Mi camino es el de simplificar. Inclusive mis pensamientos dañinos y mis más grandes elucubraciones filosóficas. Simplificar los malos momentos. Reducir. Minimizar el impacto que las cosas tienen sobre mí.

No siempre puedo hacer esto. Al menos no todo el tiempo. Como en estás últimas dos semanas. Hay momentos en la vida en la que las vivencias me desbordan  y que la presión es tal, que me hace sentir que puedo perder el rumbo en mi vida simple. Aunque como te darás cuenta. Me he dado cuenta de esto bastante rápido y no he seguido mis días sin preguntarme lo que está pasando conmigo.

Así que he respirado mucho hoy. He meditado y me he echado en el mueble a tomar una siesta llegando del trabajo. He apagado el teléfono (como solía hacerlo antes). He bloqueado mis mails en casa (como solía hacerlo antes). Estoy disfrutando de mi té Earl Grey mientras escribo un post en mi computadora. Intentado explicar el porque me sentía tan fuera de mí en estás dos ultimas semanas.

Pienso que de vez en cuando está bien perdernos, para volvernos a encontrar. De vez en cuando está bien para mí perderme, para volver a encontrarte a ti al otro lado del monitor.Quizás si no te tuviera, sería mucho más difícil para mí acordarme de quien soy a veces. Acordarme de lo que he escrito. De lo que predico.

Como siempre, mucho te lo debo a ti que lees estás líneas.

Bueno, aquí estoy escribiendo de nuevo. Tratando de a poquitos simplificar los malos ratos que he pasado en la oficina en este último tiempo. Porque mi vida no es mi oficina. Mi vida son las letras que fluyen de mi mente. Las palabras que imprimo en la pantalla. Las frases que digo. Lo que veo. Lo que recuerdo. Lo que huelo. Lo que me roza el pellejo. No un par de mails tristes enviados a destiempo por gente triste que no entiende lo bonito que suele ser la vida.

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