Vas a Morir

Memento Mori por siempre...
Memento Mori por siempre…

Hola, hoy te traigo muy buenas noticias: Vas a morir.

Quizás te digas a ti mismo en este momento: Joder, este tío esta chiflado. ¿Cómo va a ser una buena noticia saber que voy a morir…?

Pues de eso se trata este artículo. Saber que la muerte está ahí latente, a la vuelta de la esquina, es una de las mejores cosas que le puede pasar  a un ser humano.

Hay mucha gente que considera que la muerte es un tema tabú o es algo de lo cual es mejor no hablar y menos escribir. La muerte es la muerte y punto y la muerte debe ser dejada a los muertos y a los sepultureros. Yo opino lo contrario, opino que la muerte es algo que los vivos debemos recordar todos los días de nuestra existencia. Porque solo sintiendo a la muerte cerca podemos llegar a apreciar la vida de una manera completamente diferente y mucho más amplia.

Morir no es malo. Eso debes quitártelo de la cabeza. Si no muriéramos nuestra vida no tendría la profundidad que se merece.¿Te imaginas una buena película sin fin?. Una buena película sin fin no sería una buena película. Sería una redundancia de hechos que se perdería en el tiempo. Una película es buena precisamente porque termina y por como termina. Y eso, a mi parecer, es algo que podemos transportar a nuestro guión personal, a nuestra historia vital, a eso que llamamos vida.

No quiero entrar en una filosofada de las buenas y tratar de hablar del sentido de la vida. Cada quien le da el sentido que quiere ha su vida y yo no soy nadie para intentar encontrar sentido a la vida de las otras personas. Personalmente considero que la vida no tiene un sentido real. Vivimos por un empuje evolutivo y aquí estamos, levantando la vista hacia las estrellas y preguntándonos porque existimos. En resumen: Cada  quien le da el sentido que quiere a su vida. El sentido de la vida depende mucho del entorno familiar, cultural y social del individuo en cuestión. El sentido de existir no es el mismo para un Irakí de Mosul o para un aborigen de Papua Nueva Guinea. El sentido de la vida es relativo.

Pero lo que no es relativo es el fin. No importa el sentido que le demos a la vida. La vida se termina. Se termina así como empieza. Y ese termino es lo que le da el grado de belleza extrema que tiene. Morir engrandece el hecho de vivir hasta el máximo posible. Saber que vas a morir en cualquier instante te empuja a entender cuan poco probable es el hecho de que tú, precisamente tú, hayas ganado la lotería cósmica y te hayas convertido en un ser vivo con un cortex súper desarrollado y con una consciencia que te permite darte cuenta del milagro que es estar vivo.

Vivimos para morir. Es una frase bastante cierta. Pero si estás leyendo estás líneas quiere decir que estás viviendo. Que estás respirando. Que tienes aún tiempo aquí y es el tiempo que tienes antes del fin.

Mi muerte está cerca. Supongo que la tuya también. Si eres un adulto promedio, te habrás dado cuenta cuan rápido pasan los años. Y como, de un momento a otro, los años mozos se han extinguido y como, en un instante más, vamos a estar del otro lado de la adultez. Y si lo has sentido así como yo, te habrás dado cuenta que en realidad no tenemos mucho tiempo como solíamos pensar cuando eramos niños.

No solemos sentarnos  a pensar en estás cosas todos los días. Debemos de trabajar y estudiar y pagar cuentas y pensar las cosas así, de una manera tan simplista no hace más que te replantees las cosas y te preguntes: Joder así que ¿esto es todo?

Te lo voy a responder así: Sí, esto es todo. Solo esto que ves aquí, es todo lo que hay. Pero aun así es maravilloso.

Estadísticamente es un milagro que existas. Es otro milagro que existas justo en esta época. Es un milagro que veas y que puedas aprender. Es un milagro que escuches y que hables. Que te informes y que ames. Es un milagro que en una chispa de tiempo sideral se condense una existencia. Una vida humana con su propia forma de ser y con su propio universo interno. Eres único y eres un puto milagro.

Vamos a morir. Tanto tú como yo y estoy feliz por eso. Es la única certeza que realmente tenemos y gracias a esa certeza no podemos más que darnos cuenta que en este momento estamos vivos. Y si estamos vivos, pues debemos vivir. Ir para adelante. Hacer lo que nos de la gana. Decir lo que queramos y ser lo que somos. No va a haber otra oportunidad más adelante. No va a haber un Volveré como en Terminator 2.

Sé que todo suena a muchos clichés que hemos escuchado por ahí en algún u otro lado. Pero son clichés relativamente positivos: El futuro es ahora. La vida es eso que se pasa mientras esperas  que llegue. Carpe Diem y mi favorito: Memento Mori.

Como soy olvidadizo me tatué Memento Mori en la muñeca. Mi reloj siempre está encima y es un tatuaje invisible. Cumple su función a cabalidad: Todos los días de mi vida voy a tener presente que un día de estos voy a dejar de respirar. Que la vida es corta. Que el tiempo es finito. Y que voy a dejar de existir mucho antes de que finalice el siglo.

Vivimos en este instante. Vamos a morir pronto. Es un milagro que existamos. Vivamos.

Aventuras minimalistas

Un pequeño salto al desierto...
Un pequeño salto al desierto…

Me gustan mucho las cosas simples.

Me gusta la comida simple. No me llama la atención en demasía todas esas complicadas recetas gourmet con nombres raros. Me gusta comer rico sí. Me gusta cocinar simple también. Prefiero sano a rico sin dudarlo dos veces.

Me gusta también la fotografía simple. Me gustan las fotos en blanco y negro por eso. Me gusta ver lo que importa y centrarme más en el sujeto que en los colores que rellenan la imagen.

Soy bastante básico. Por eso supongo que tengo un blog de minimalismo.

Hace un par de entradas hablé del concepto de las microaventuras de Alastair Humphreys. Y en como se puede usar los pequeños trozos de tiempo que tenemos en el día para hacer cosas que realmente valgan la pena. Un paseo a algún sitio cercano a casa. Un toque de naturaleza en medio de la semana. Un poco de adrenalina un miércoles en vez de estar viendo series en el sofá (que es algo que me gusta mucho también).

Así que tomando como punto de partida mis ganas de reencontrarme con la naturaleza, salimos a una no tan microaventura de tres días en el desierto del Negev. Comiendo enlatados. Caminando unos buenos kilómetros con un buen peso a la espalda. Y disfrutando como nunca de las estrellas. De una luna llena deliciosa. De la perfección del espacio. Del viento frío en la noche. De ser simplemente seres humanos en la naturaleza.

Es realmente revitalizante el salir de la ciudad de cuando en cuando. Aunque creo que se puede encontrar ese tipo de sensación también dentro de la ciudad. Quizás haciendo algo distinto a lo que se suele hacer en el día a día o yendo a algún lugar nuevo. A veces, ir a la montaña rusa de la ciudad te hace regresar a casa con una nueva perspectiva vital jeje.  A lo que me refiero es que no tomes el «hecho de salir de la ciudad» como algo esencial para vivir una aventura ya sea pequeña o grande. Conozco gente que se toma un avión y se van a otro país de vacaciones y a buscar una «aventura» y regresan más aburridos de lo que se fueron. Porque al fin y al cabo esto de aventurarse es cuestión de actitud y de nada más.

Soy una persona simple (como ya lo he dicho) y puedo sentirme bastante realizado viendo estrellas en el cielo. O en su lugar tomando un sorbo de agua después de haber caminado unos kilómetros bajo el sol. He aprendido  a ver lo maravilloso que hay en la simpleza del día a día. No siempre he sido así. Pero hoy lo soy y créeme si te digo que soy mucho más feliz que antes.

Creo que para ser un poco aventado y mandarte a buscar aventuras tienes que tener algo de minimalista. Es difícil experimentar nuevas geografías, comidas, idiomas, personas cuando estás atado a las muchas cosas que cargas sobre ti o que has dejado atrás. Y me refiero tanto a las cosas materiales como a todos los estereotipos y predisposiciones que solemos tener sobre la mayoría de cosas.

Es mucho más fácil cuando vas ligero.

Si te gustan las aventuras, pues esta es una razón más por la cual adoptar el minimalismo existencial te puede venir tan bien.

Espero que salgas un poco más esta semana. Yo lo voy a seguir haciendo.

Gracias por leer.

La calavera coqueta

vector-funny-candy-red-skull-with-glasses-and-teeth-on-black-background_170853347No te estoy jodiendo. Es en serio cuando te digo que mi primer juguete fue una calavera. No tenía maxilar inferior, eso sí. Estaba pintada de naranja con una especie de barniz que le daba una especie de simpático bronceado. Con la penuria de la nostalgia, puedo recordar que tenía una mirada algo vacía y se le había caído uno que otro diente. Hasta el último día que la vi, jugó conmigo, como era nuestra costumbre.

A veces te encontrabas a la calavera sobre uno de los volúmenes de libros que andaban por los armarios de mis tíos. Otras veces la veías sobre la cama de la abuela. Nunca sabías como llegaba de un lado a otro. Pero su presencia era palpable todos y cada uno de los días de mi vida. Yo siempre me preguntaba ¿Quién podría haber sido el dueño de aquel cráneo? ¿Cuál habría sido su vida? ¿Había creído en dios? ¿Había tenido hijos o nietos? ¿Había soñado con ser astronauta como yo? O ¿Habrían pasado cientos de años desde que murió?

Nunca pude responderme ninguna de esas preguntas y cuando le preguntaba a algún adulto me decían que aquella calavera era un objeto de estudio. Porque mis tíos estudiaban en San Marcos y parece que en San Marcos te repartían calaveras embarnizadas si es que querías saber como hacía juego una calavera embarnizada con el mobiliario de tu casa. Lo que yo aprendí de aquella calavera fue que habían sendos huecos dentro de las órbitas de los ojos (por donde pasan los nervios ópticos) y que si es que tienes una suerte algo rara, al menos una parte de ti puede pasar a ser el juguete de algún niño del futuro. Quizás ese niño te hable inclusive. Quizás te toque todos los recovecos y te meta cualquier tipo de sustancia por el orificio que dejo tu inexistente médula espinal.

La calavera me enseño a que al mal tiempo hay que ponerle buena cara. O al menos hacerte el inmutable. No importa como estaban las cosas por la casa, ella siempre guardaba el mismo gesto. Aunque de cuando en cuando perdía por ahí otro diente y el gesto le cambiaba algo.

Una vez llegó a la casa mi tío con un bote de pintura. Mi mamá y el resto de mis tíos andaban conmocionados con él. Me acerqué al bote pensando encontrar algún color de pintura increíble y lo que vi fue un cerebro en medio de algún liquido conservante. Puede que haya sido formol aunque no sé en verdad si un cerebro puede aguantar en formol. Lo que si sé es que aquel cerebro rosado estaba ahí dentro de un balde de pintura Tekno.

Lo primero que se me cruzo por la mente fue: Que asco. Lo segundo fue «ensamblar» a la calavera con el cerebro. No había leído nada del Doctor Frankeinstein aún pero por mi cabeza ya rondaban todo tipo de raras suposiciones y expectativas. Quizás uniendo los dos podría conseguir que la calavera vuelva en sí. O quizás el cerebro podría decirme lo que pensaba. Si solo lograse «meter» aquel cerebro por el orificio de la médula de mi calavera. Quizás así y solo así podría conseguir que sucediese algo «maravilloso».

Cuando todo el mundo se olvido del cerebro y estaba tranquilo en su balde de pintura Tekno, me acerqué a él. La calavera estaba a mi lado como a la expectativa de que algo increíble fuese a suceder. Me arrodille y abrí la tapa. Me salpicó algo del jugo ese en el brazo y me dieron un poquito de ganas de vomitar. La calavera seguía inmutable «mirando» cada cosa que yo hacía. Antes de meter las manos en el liquido ese pensé en como «introducir» el cerebro dentro de mi hermoso y calvo cráneo naranja. Quizás podría abrir con un desarmador el orificio de la médula espinal lo suficiente para poder meter el cerebro por ahí. Lo pensé mejor y me dí cuenta de que tenía que sacar o toda la parte superior o toda la parte inferior de la calavera para poder meter toda esa materia gris ahí. Lo pensé un poco más y me di por vencido. Tenía siete años y no me la podía dar de neurocirujano. Aunque eso no iba a evitar que toque aquel cerebro por primera vez en mi vida. Lo sopesé un rato y metí la mano. La metí rápido y con fuerza. Si puedo recordar bien le pegué al lóbulo frontal del hemisferio izquierdo de aquel cerebro. Pensé encontrarme con una materia mucho más consistente que la que realmente encontré. De pronto cuando saqué la mano solo tenía una especie de paté en la misma.El cerebro comenzó a deshacerse frente a mis narices. La calavera siguió inmutable y naranja como siempre.

Tapé el bote de pintura y metí la mano en la lavandería… El agua me limpió un poco los sesos que se me chorreaban entre los dedos. El asco era generalizado. Pero el terror a que mi tío descubriera lo que le había pasado a «su cerebro» era infinitamente mayor.

Supongo que mi tío cuando fue a ver su cerebro pensó que el haberlo metido en un bote de pintura y haberlo paseado por todo Lima antes de llegar a casa no había sido una buena idea. Y que el cerebro había sufrido una especie de aceleración en su descomposición. Yo por mi parte dejé de acercarme a cualquier residuo biológico que mis tíos trajeran a casa. Incluida mi amiga la calavera.

No sé si quiera donde puede haber terminado aquel bendito cráneo. Hace más de 25 años que no lo veo!

¿Que si soy raro por extrañar a la calavera coqueta?

Puede que sí…

Planificando aventuras

Cho La Pass en los Annapurnas. Nepal. Uno de los más bellos treks del mundo.
Cho La Pass en los Annapurnas. Nepal. Uno de los más bellos treks del mundo.

Siempre me han llamado la atención las aventuras. Cuando era niño me la pasé leyendo toda la colección de libros de Julio Verne. Creo que esas lecturas primigenias son las que hicieron de mí, en gran parte, la persona que soy. No solo leí las clásicas «La vuelta al mundo en 80 días» o «20000 leguas de viaje submarino» o «Viaje al centro de la tierra». Leí absolutamente TODA su obra. Julio Verne tenía muchas obras históricas y geográficas de no ficción. Estás fueron las que más me llamaron la atención.

Marineros amotinados. El capitán Cook. Caníbales Hawaianos. Arriesgados tipos que arriesgaban el pellejo por pura y mera curiosidad de saber que había más allá (y por el honor de la reina también). Tipos que «descubrían Australia». Señores que se congelaban en la Antártida. Marineros consumidos por el escorbuto y alimentados con galleta día y noche. Cientos de amanaceres en medio del mar. Cientos de tormentas y naufragios. Miles de miles de aventuras.

Y como dije al principio: Me gustan las aventuras y siempre me ha gustado tentar un poco a los riesgos. No he sido un escalador intrépido o un navegante bronceado, pero he tenido mis buenas dosis de adrenalina en esta vida. Creo que desde que era un chico tenía ciertas inclinaciones minimalístas. Me gustaba someterme a uno que otro suplicio sin demasiadas comodidades.

Con los años uno suele olvidarse del chico que uno fue. Quizás suelo acordarme de mí mismo con 12 o 13 años de cuando en cuando. Pero conozco mucha gente que ha perdido por completo esa íntima conexión de quien fue con quien es. Creo personalmente, que cuando recuerdo esas inclinaciones primarias a las aventuras locas e intento imprimir esos deseos en mi yo (algo oxidado) del día de hoy, es cuando más feliz soy.

No sé si me logras entender bien. Pero a lo que me refiero es que a veces solemos olvidarnos lo que hemos sido, que es al fin y al cabo, quienes somos debajo de toda la envoltura de responsabilidades, trabajos, corbatas, sueldos, agendas, muebles de Ikea, hijos y hemorroides en la que nos hemos convertido. Somos mucho más que eso o debería decir: Somos mucho menos. Somos lo que fuimos antes de ser lo que somos.

Si algo me emocionaría hoy en día sería emular una que otra aventura no llevada a cabo de niño y que por lo mismo, sabía que tenía que crecer para poder lograrla. ¿He crecido?… Sí. ¿He cruzado el polo norte jalado por perros siberianos?… No. Y si mi pregunto porque no lo he hecho. La respuesta es simple. Porque en algún momento me olvide quien soy. En algún momento la publicidad me cambio las metas. En algún momento el deseo de tener un auto nuevo reemplazo al deseo primario de cruzar el Sahára con un camello.

Cada vez que leo alguna historia de un «explorador» moderno, siento algo de envidia sana. Porque siento que aquel tipo fue más fuerte y más consciente de lo que realmente es o era y que nunca se dejo llevar por la marea del cambio de prioridades a la que a veces la vida nos somete. Y bueno ese es el punto de este post: El hacerme acordar quién soy y cuales son mis verdaderas prioridades. No voy a tener otra vida y no creo que pueda cruzar el polo norte con perros siberianos a los 99 años. La vida. Mi vida, es exactamente el tiempo que está transcurriendo mientras escribo estas lineas que quiero que leas, pero que si no lees, van a quedar solo para mí. Un recordatorio de lo que fui y por consecuencia de lo que soy.

Así que voy a aumentar una meta razonable de aventuras por año. Este año me he propuesto leer 37 libros como lo debes haber leído en algún que otro post que he escrito por ahí. Hoy me voy a proponer tener una gran aventura por mes. Y eso se refiere a los meses que me quedan del año. Me quedan nueve meses lo cual implica que este año debo tener como mínimo 9 aventuras. Y si puedo tener más, mejor aún.

Pero ahora estarás pensando: ¿Qué demonios es una aventura para este tipo?

Bueno una «aventura» es algo subjetivo al fin y al cabo. Para algunos una aventura es pasar un buen rato con la vecina de al lado mientras tu esposa está lavando los platos. Para mí es hacer algo que dependa de un esfuerzo logístico, físico y psicológico mucho mayor al que suelo imprimir a mi día a día.

Voy a dar unos ejemplos concretos de lo que podría ser una aventura para mí:

  1. Cruzar el desierto del Negev de norte a sur y llegar al golfo de Eilat. Son más o menos 450 kilómetros de terreno desértico. (Porque debo trabajar y por cuestiones de tiempo planeo hacerlo en bicicleta)
  2. Cruzar del mar mediterráneo al mar de Galilea, pasando por la pequeña cordillera que conforma la Galilea. Son 70 km de trek por una zona hermosa.
  3. Viajar a un nuevo país. Cualquiera que sea. Y quedarse ahí por más de una semana al estilo mochilero y comiendo en carretillas y paseando a pie.
  4. Escalar una montaña. Le tengo ganas al Kazbek en Georgia. Pero cualquiera que se deje escalar está bien para mí.

Esos más o menos podrían ser ejemplos de lo que son «aventuras» para mí. Aunque en algunos meses voy a tener que usar el concepto de «microaventura» de Alastair Humpreys (Nombrado explorador y aventurero del año 2012 por la National Geographic). Una micro aventura es igual a una aventura pero en vez de pasarte una semana, un mes, un año desfiándote a ti mismo. Pues tratas de realizar un desafío de una horas. Alastair tiene la teoría de que si trabajas de 9:00 de la mañana a 17:00 de la tarde, tienes de las 17:00 de la tarde hasta las 9:00 de la mañana del día siguiente para hacer algo increíble. Puede que llegues al trabajo algo molido a la mañana siguiente pero vas a haber tenido una super aventura en un horario en el que estás acostumbrado a ver Breaking Bad.

Alastair Humpreys
Alastair Humpreys

Y bueno, yo lo considero como un excelente manejo del tiempo. Porque de cuando en cuando no romper la rutina e irnos al río que está a una hora de casa y dormir bajo las estrellas… Porque no hacernos una fogata y comernos dulces mientras contamos historias a los niños. Porque no nos vamos a acampar a la orilla del mar mientras el sonido de las olas nos arrullan. Al día siguiente podemos seguir con nuestra vida de lo más normal. Pero esa aptitud aventurera nos va a haber cambiado completamente la perspectiva con lo que vemos las cosas.

A mí personalmente me haría reconciliarme con quién fui y por ende con quien soy. Haría que vuelva a mirar a ese muchacho de 12 o 13 años a los ojos y hacerle entender que crecer y ser grande tiene un encanto inigualable pese a trabajar de 9:00 a 17:00.

Espero ponerte al tanto pronto acerca de mi primera aventura o microaventura del año.

Gracias por leer.