Una vez me cayó una esquirla…

Una vez me cayó una esquirla de RPG en la mano.

Antes de eso había estado corriendo colina arriba. Mi respiración estaba agitada. Llevaba como 20 kilos encima entre mis armas y mis municiones. Matania estaba a mi lado. Corría un poco más rápido que yo así que estaba un poco más adelantado. Yo miraba hacia la cima de aquella colina. En quince segundos llegaríamos y nuestra parte, en aquel ejercicio militar, terminaría.

Quince segundos después una explosión en la cima de la colina nos hizo volar hacia atrás. Rodamos colina abajo unos cuantos metros hasta que quedamos tirados uno a un par de metros del otro. Yo quedé boca arriba. Vi el cielo. Estaba atardeciendo. Las nubes estaban naranjas. Mi cuerpo había sentido toda la onda expansiva de la explosión recorriendo su interior. Sentí por primera vez cada uno de mis órganos moverse dentro mío. El aire estaba fresco. Sentí mucha tierra y piedras dentro de mi boca. Alcé la mano izquierda para limpiarme la cara y los ojos. Me di cuenta que mi mano era una especie de masa que chorreaba sangre. El cielo seguía naranja. Vi a Matania deslizarse hacia mí. Me pidió que no me moviese. Yo me había sentido bien hasta que vi mi mano y entonces me di cuenta porque no quería que  me moviese. La sangre brotaba con cada latido de mi corazón. De pronto me sentí muriendo como en una película de guerra. Quise llorar. Pensé que mis dedos ya no estaban. Veía algo gelatinoso entre el rojo y marrón al final de mis falanges. Habían pedazos de guante quemados. No sabía que había pasado. Efraim apareció con sus lentes poto de poto de botella. Atrás el cielo seguía naranja. Cada vez más fresco. Matania sacó la gaza de emergencia que cargamos en el pequeño bolsillo de al lado de la rodilla izquierda. Vi que la abría desesperado. Efraim le decía que no me veía tan mal. No sé porque pero amé a Matania en aquel momento y odié a Efraim. Apareció otro soldado. Y luego otro. Y pronto ya no veía el cielo. Solo caras de amigos y de curiosos que ni conocía. Quería ver el cielo. Matania me preguntó mi nombre. Se lo dije sin chistar. Me dijo que no me moverían porque no sabían de donde venía tanta sangre. No me dolía nada, salvo la mano. Me dolía y me asustaba. No la quería ver. Créeme: No la quería ver más.

La venda se mojó de sangre. Llegó alguien con la camilla y me subieron a ella y empezaron a bajar la colina conmigo y con casi 100 kilos (entre mi cuerpo y todo mi equipo) encima de ellos. Los escuché maldecir. Les pedí que me bajaran, que quizás podía caminar. Caminé hasta la base de la colina. Esperé sentado ahí sobre una piedra mientras todos hablaban de lo que podía haber pasado cuando Elhanan disparó el RPG sobre la base de la colina. Los escuchaba mientras la gaza comenzaba a gotear sangre. Matania me acarició la cabeza y me dijo que en dos semanas estaría de regreso. No le creí. Llego el Helicóptero para evacuarme. Yo tenía el brazo doblado y mi mano envuelta en la gaza empapada en sangre. El paramédico del helicóptero me sacó la gaza, miró mi mano mientras yo volteé la cabeza y vi  hacia otro lado. Me dijo «no te preocupes, vas a estar bien». Cuando dijo eso, miré mi mano que seguía sangrando pero menos. El guante estaba quemado. uno de los dedos parecía cualquier cosa menos un dedo. Quizás parecía una flor. Sí, era algo así como una rosa abierta. El helicóptero despegó y vi a mis compañeros abajo mientras veían el helicóptero despegar mientras me evacuaba al hospital Soroka en Beer Sheva.

Dos semanas después estaba nuevamente con ellos.

En la reserva

Yo y la Negev. La ametralladora que nunca quise pero que termino siendo mi mejor amiga.
Yo y la Negev. La ametralladora que nunca quise pero que termino siendo mi mejor amiga.

Según las leyes israelíes un soldado retirado del servicio activo puede ser llamado a la reserva después, de como mínimo, un año.

A mi me llegó la carta al mes de retirado.

Podía decirles que no quería ir. Que ya estaba bueno. Que se esperaran otros once meses más antes de joderme. Pero no lo hice. Recibí la carta con el sello de צהל (IDF) en el sobre y no pude decir que no. Así que me presenté en el lugar indicado. En la fecha indicada. A la hora indicada.

La invitación era en una base de entrenamiento en la zona de Kiriat Gat. Llegué con mi uniforme planchado y mis botas lustradas. Le informé a unos soldados que venía a presentarme al servicio de reserva. Los soldados me miraron y sonrieron. Me dijeron que me siente por ahí. La cita era a las 900. Yo había llegado una hora antes, a las 800. Estaba solo en un hangar sin aire acondicionado. Llevando una mochila grande con las cosas que necesitaría para mi mes de servicio. Esperé.

A las 10 de la mañana empezaron a llegar otros soldados. Muchos de ellos desarreglados y con las camisas fuera de los pantalones. Nadie tomaba asistencia y a nadie le importaba mi presencia. Apareció una secretaria del servicio activo y me dijo: ¿Quién eres? Soy Casaretto dije. ¿Casa..que? preguntó asombrada. Casaretto: Se escribe Kuf, Sameh, Reish Tet, Vav: קסרטו, lo repetí despacio para que lo entienda. Que raro tu apellido, me dijo con una mirada de sorpresa, una de esas que solo se tienen a los dieciocho años. Es italiano, le dije. Ah… ¿Y tú eres de Italia? me preguntó. No, no soy de Italia. Soy de Perú. No entiendo nada, me dijo. Llena tu nombre aquí. Este es tu seguro de vida. Lo puedes repartir entre la gente que quieras. ¿Cuanto es? le pregunté. Un millón de shekels (Unos doscientos cincuenta mil dólares). Oh no  está mal, le dije… Debes morir antes para cobrarlo, me dijo sonriendo. Llené el formulario y puse el nombre de mi esposa solamente. Si me había aguantado tanto tiempo, se lo merecía. Ahora solo me quedaba morir.

Nadie impartía ordenes. Los oficiales se veían más cansados que los soldados. Yo era el único soldado de los cien que ya estábamos ahí que tenía el uniforme planchado. Todos se veían como después de un combate. Yo me veía como antes de uno. Por ende cuando el jefe de logística de la unidad entró en el hangar donde estábamos y miró a todos lados, se fijo en mí y me dijo: Tú, el nuevo, ven aquí.

Fui, como no.

Vamos a la armería, me dijo. Lo seguí. Sería mentir si digo que aquel jefe de logística estaba menos limpio que yo. Se veía pulcro con un uniforme nuevo y planchado. Me dio gusto ver a alguien que realmente parecía un soldado dentro de toda esa sarta de descuidados y agotados dizque reservistas.

Vas a firmar por un fusil M-4 con mira telescópica Trijicon. Me dijo sonriendo. Le respondí Ok.

Además de eso vas a firmar por una ametralladora ligera Negev. Esa va a ser tu arma en combate en terreno abierto o cuando salgamos de operativo. Lo repitió despacio y sin una sonrisa.

Mira, no puedo firmar por una Negev porque cuando he estado en actividad he sido francotirador. Soy un experto en la M-24 o en la Barrett 0.5. No sé nada de ametralladoras ligeras. No es lo mío. Le dije pasando saliva.

Si has estado algún día en algún ejercito y tienes un arma, tu arma, sabrás que es difícil cambiarla por otra. Si te dicen que te pases a otra arma, a una que no tiene nada que ver contigo, es prácticamente un insulto. Un trauma. Una petición inaudita. Algo que no se dice ni se hace. Una mentada de madre en el mejor de los casos.

Más aún si eres un francotirador y todo lo que te enseñaron en un curso de un año va a quedar en desuso. Cosas  como las fórmulas para  calcular los vientos y las distancias. O como hacer una aproximación sin ser visto. O como observar el terreno y encontrar el punto más propicio para emplazarse. O como tomarse las cosas con calma. Sin desesperarse. Esperando que el blanco aparezca. Tu mira está ya equilibrada. El objetivo aparece. Aguantas la respiración. Tu pareja confirma el blanco y te dice: fuego. Disparas. El blanco cae. Sigues la ruta de evasión planeada. Llegas al punto de extracción. Regresas a la base. Te tomas una ducha caliente. Te quitas la pintura de la cara. Vas al comedor y comes huevos duros fríos y yogur. Vas a tu cuarto. Limpias tu arma. Le haces una X pequeña con tu navaja Letherman. Uno más para tu cuenta. Limpias el arma. Te metes a tu cama. Huele a sudor aquel cuarto pese a que el aire acondicionado está a full. Te duermes. Sueñas con casa.

Mira, me importa un rábano si te crees David Crocket y te gusta cazar conejos. Me dijo con cara seria el jefe de logística. Vas a tomar la Negev. Vas a salir a un curso de cuatro días y vas a volver hecho un monstruo en ella. Vas a disparar 18 tiros por segundo. Vas a poder cortar un árbol si te da la gana…Vas a ser indestructible…

Firme por la M-4 y por la Negev. La Negev me parecía un bicho raro. Un perro chusco. Iba en contra de todo lo que había aprendido. Era la cantidad sobre la calidad. Era la fuerza de destrucción de mil balas por minuto en contra de la delicadeza y la elegancia de una bala por día.

Después de cuatro días de curso. Regresé hecho un monstruo y podía cortar un árbol con balas.

La Negev como buen perro chusco se había ganado mi cariño y mi respeto.

Cuatro días después estaba en Nablus, en los territorios palestinos. Cuando llegué me di cuenta que todos ya habían metido sus camisas y parecían una unidad de combate común y corriente desplegada en una zona de combate. Cuando entré en el comedor me hicieron espacio en una de las mesas. Un tipo de mi edad, algo calvo me dijo: Ven siéntate acá. Eres el nuevo «destructor» de la unidad ah? Bueno, en verdad soy francotirador. Esa es mi especialidad. Lo dije con nostalgia. En la reserva eso no importa. Acá todos hacemos de todo. Me dijo mientras masticaba un pedazo de pan.

Me tocaría pelear en dos guerras con mi unidad de reservistas. Pero para eso faltarían un par de años más. Mientras tanto volvería a casa como el resto de soldados. Ellos volverían a ser abogados, médicos, guías de turismo o cocineros. Yo volvería a mi oficina y mi trabajo en seguridad. Nos encontraríamos en el mismo hangar la próxima vez con las camisas afuera y los zapatos sin lustrar.

Mario Vargas Llosa, el escritor, la sociedad, la educación y porque odio mi colegio

Muestra de la cucufatería de una congresista peruana. Insinuando que el apoyo de Vargas Llosa al aborto, está directamente relacionado con el hecho de que le fue infiel a su mujer. En este caso a su primera mujer: Su tía política Julia Urresti.

Mi mamá me dijo que cuando termine el colegio lo iba a extrañar el resto de mi vida.

Yo tenía ocho o nueve años en aquel momento. El colegio no me gustaba. Pero como mi mamá decía que lo extrañaría, pensé que en algún momento de los años venideros, me enamoraría de él.

Eso nunca paso.

Mi época escolar es el tiempo más abominable que he vivido hasta hoy. Yo empecé a ser yo, solo cuando dejé el colegio atrás.

Muchos de mis amigos recuerdan la época escolar como Sus Años Maravillosos. Cuando recuerdan su primer beso o la primera tomada de mano con alguna chiquilla entre aula y aula. Entre clase y clase. Cual Kevin Arnold mientras una voz en off cuenta lo increíble de la experiencia. Muchos recuerdan el colegio como un lugar casi celestial y recuerdan a los profesores como unos segundos padres. Unos pedagogos que malearon su carácter y su manera de ser. Cual Platón en su Academia influenciando en las mentes de los mozos atenienses de la época.

Para mí. Los Años Maravillosos fueron una serie televisiva que en nada se parecía a mi vida en el colegio. Era el menor de la clase. Era un debilucho, enclenque y enano. Era pacífico. Era infantil. Las niñas me rechazaban todas. Las que tenían buenos modales, me decían que quizás en algunos años, cuando crezca un poco. Porque yo les llegaba a los pezones y de ahí no pasaba. Y ellas se reían a escondidillas cuando les mandaba alguna carta desconsolada haciendo mis primeros pininos  como escritor. Para mí, los profesores fueron unos monstruos abusivos. Unos burócratas que repetían lo que decía la enciclopedia Escuela Nueva que era la que daba el estado peruano a todos los colegios. Y por ende año tras año leías y releías el mismo libro con la única diferencia que cambiaba de color y aumentaban uno que otro tema en matemáticas, en física y en química. Historia siempre quedaba igual.

Siempre me interesé en el porque de las cosas. Y precisamente por eso, los profesores me odiaban. No soportaban que dudara de la veracidad de hechos que con tan ardua exactitud te brindaba la enciclopedia Escuela Nueva. Les jodía que alguien se aburra en su clase pero la hacían aburrida hasta morir. En la secundaria escribí un ensayo sobre el terrorismo en el Perú. Mi profesora de literatura lloró frente a la clase leyéndolo. Lloró porque estaba embarazada y al parecer tenía las hormonas revueltas. Me dijo que tenía que escribir. Que eso era lo mío. Pese a que es la única profesora de la que tengo un buen recuerdo, no le hice caso, como no le hice caso a ninguno de mis profesores. Todos decían que yo era un pobre diablo inmaduro. Pero muy dentro de mí, sabía que los pobres diablos eran ellos. Enseñando cosas sin ganas. Repitiendo de memoria lo que estaba escrito en syllabus del año.

Pobres inútiles.

La cultura en mi país de nacimiento está como está porque nunca se ha invertido en la educación. Y si te quieres educar lo tienes que hacer por tu cuenta. En tus horas libres. Aprender un idioma nuevo por tu cuenta. Ampliar la cantidad de libros que lees por tu cuenta. Desarrollar tu sentido crítico por tu cuenta. Todo es por tu cuenta y con tu plata (o la de tus viejos). El sistema educativo estatal y el particular solo hacen de guarderías para los niños. Para que los padres trabajen y no tenga que preocuparse donde diantres dejarlos. No aprendí nada en el colegio. Salvo a pelear con chicos mucho más grandes que yo. Y a ser rechazado por chicas mucho más grandes que yo. Aprendí que la mayoría es una especie rebaño siguiendo todo lo que le dan a seguir. Sin preguntar ¿por qué? ¿Para qué?

Todas estás sensaciones y recuerdos brotaron de lo más profundo de mí cuando vi el lío en el que se había metido  Mario Vargas Llosa. La revista Hola lo jodió con unas fotos fuera de lugar. El Perú se olvidó de la economía. De los friajes. Del presidente corrupto. De la primera dama a la que le encanta vestirse con Oscar de la Renta. De la inflación. De la subida del dolar. Para hacer mierda (todos juntos como una buena nación) al escribidor infiel.

Como respuesta a tal insufrible cargamontón Mario (lindo nombre) Vargas Llosa le escribió una carta a todos los peruanos diciendo que son unos cacasenos por inmiscuirse en su vida privada.

Lo cito textualmente:

“Con todo respeto a los peruanos que me critican, les respondo que son unos metiches graduados, unas Ña Catitas con ventana, antiapóstatas beligerantes y una horda vorágine de cacasenos sin vida propia”

Eso le escribió a su propio pueblo. A la gente que nació en el terruño que lo vio nacer  a él también.

Para muestra otro botón:

“Mequetrefes, insanos, ah, mercenarios de la moral. Todos ellos trafican con la vida privada y los peores son los consumidores de esa sociedad del espectáculo. Ahora yo soy la caca de elefante, exhibida en un diario de cincuenta centavos. Ojalá que por lo menos algún joven o niño se interese por mis obras y finalmente me juzguen por ellas y no por lo que hago o dejo de hacer en el catre”

¿Y saben qué?

El tipo tiene razón. La cultura está tan deformada en el Perú y la educación de la gente tan retorcida que la nación entera se rasga las vestiduras porque un escritor de 80 años se ha separado de su mujer que también es su prima hermana para estar con Isabel Preysler, madre de Enrique Iglesias. Ex de Julio.

Cuando escuché la noticia de que Vargas Llosa salía con alguien diferente a su mujer de tanto tiempo, sonreí. Sonreí porque el tío hace lo que le da la gana y parece haberse dado cuenta que vivimos una sola vez y hay que hacer lo que hay que hacer.

Por otro lado sentí asco al ver como toda la prensa amarillista del Perú. De Lima y balnearios  y de cualquier otro huarique nacional, hicieron mierda al único premio Nobel peruano por el hecho de tener una relación con una mujer que no era su esposa.

Y esa capacidad cacasena de pensar se la debemos a los colegios de Lima que nunca jamás nos enseñaron a pensar. Nos enseñaron a seguir y a obedecer ordenes y a vivir en la doble moral de que si no te encuentran, pues todo bien. Dios perdona el pecado pero no el escándalo. Pero si te encuentran haciendo algo fuera de lo permitido te crucifican en una clase de primaria o de secundaria o de Universidad y no importa si ganaste el Nobel o no y se lo dedicaste a tu país. Igual te van a hacer mierda porque te lo mereces. Porque no eres lo que ellos esperaban de ti. No seguiste al rebaño como te enseñaron que deberías hacerlo.

Si lees esto mamá: Te quiero mucho pero NO. No extraño el colegio. Aborrezco los recuerdos que tengo de él. Aborrezco cada cosa idiota que me enseñaron. Aborrezco la estupidización a la que quisieron someterme y de la cual Lord Byron, Dickens y Kundera me libraron en su debido momento. Si no fuera por ellos, sabe dios. Ahorita estaría loquito en la casa, enojado con Vargas Llosa por hacer lo que le da la gana.

Fe de erratas 1: Al parecer, la carta de Mario Vargas Llosa al pueblo peruano es apócrifa. Una rumiante ironía de nuestros amigos de La Mula.com. El hecho  de que la carta no sea verdadera no disminuye ni un poquito la tendencia al raje y al maleteo de la sociedad limeña. Y al preciso hecho que se rasgan las vestiduras por lo que hace un hombre de 80 años. Hoy he vuelto a ver como el decano de la prensa nacional sigue publicando más fotos de la revista ¡Hola!. Gracias El Comercio por entregarnos siempre, contenido de alta calidad.

Fe de erratas 2: Use la palabra escribidor como sinónimo de escritor. Cuando es un antónimo. Gracias a un compañero de caminatas de antaño caí en cuenta de aquel error garrafal. Estando en la épocas en que puedes escribir y publicar lo que te da la gana sin que nadie te lo edite, tener un amigo así hace que las cosas sean más fáciles para mí. Gracias nuevamente.

La zona más bella de la tierra

Nablus, territorios palestinos, Guerra «Margen Protector» Agosto, 2014

Es difícil tratar de entender la situación en el medio oriente. Me refiero específicamente al conflicto Palestino-Israelí,   sin tomar una posición al respecto.

Todo el mundo tiene una postura. Todo el mundo se enreda en acaloradas discusiones que intentan determinar cuál de los dos bandos tiene la razón y cuál está en su derecho de defenderse o de liberarse o de lo que sea.

Por mi parte y pese a vivir en Israel y haber sido un soldado en el ejército Israelí por muchos años (y sigo siendo un soldado en la reserva) he intentado ver el conflicto desde un punto más macro y no tan centrado en el «lado Israelí» del asunto.

Supongo que la ventaja de mi posición con respecto a la del resto del planeta, es que yo vivo aquí. En donde las habas se cuecen. Yo he pasado años en los territorios palestinos ocupados. Yo he visto las salvajadas y las cosas maravillosas que pueden hacer uno u otro lado. He visto la desesperación de un pueblo oprimido. He visto la desesperación de otro pueblo que lucha por defenderse en un entorno completamente hostil.

Supongo que para la mayoría de personas que lean este artículo, les puedo parecer parcializado. Vivir en Israel me convierte automáticamente en un portavoz del «bando Israelí» o de los «Sionistas Neo colonialistas». No voy a intentar convencer a nadie de porque apoyo a Israel. No voy a intentar disculparme por el hecho de hacerlo. Lo apoyo porque es el país en el que vivo. Pero también apoyo el deseo de liberación que tiene el pueblo palestino. Si fuera palestino lucharía por ello. En fin, solo puedo decir que las cosas como las ven desde allá, no son como las vemos desde aquí.

El pueblo palestino ha sido un pueblo maltratado por la mala suerte de haber tenido unos muy malos líderes en los últimos cien años. Mientras los judíos trabajaban como hormigas a su lado y hacían de todo (y cuando digo de todo, me refiero a eso precisamente…) para construir un estado, los árabes palestinos se mantuvieron estáticos. Metidos en la letanía de su cultura. En el brillo de un pasado que alguna vez fue mejor. Y cuando te duermes en tus laureles pierdes. Y así, poquito a poquito entre 1900 y 1948 los Judíos tenían tierras que podían funcionar como un país. Tenían  unas fuerzas armada: La Hagana, que podía hacer de ejército. Tenían las ganas de sobrevivir. El hambre de acuñar una nación. En 1948 Israel nacería y la Nakba (el desastre palestino) surgiría al mismo tiempo.

Unas guerras más tarde y todo estaría dicho. Israel era un país próspero que había vencido a todos sus vecinos en todos los confrontamientos armados posibles. Israel era una potencia nuclear y tecnológica. Israel era, para muchos: Un milagro. Un país hecho de la nada, en el más hostil de los escenarios. Se había ganado su derecho de ser y de existir. Nadie podía ponerlo en duda.

En cambio, el pueblo palestino, se encontraba bajo la ocupación militar israelí. Se encontraba sumiso y roto. Invadido y golpeado. Con una economía paupérrima. Con decenas de campos de refugiados en sus territorios o en los países vecinos, generados por las sucesivas guerras. Las cosas no podían seguir así. No por mucho. Empezó la resistencia palestina para luchar en contra de la ocupación Israelí. La OLP. Yasser Aarafat. Los atentados suicidas.  Los intentos de paz. Firmar un acuerdo. Camp David. Clinton. Yzak Rabin. Ehud Barak. Arafat. Nada. Esfuerzos y más esfuerzos para nada. La Islamización de la resistencia dio origen a Hamas en los 80s y Hamas creció y Hamas cambió a la OLP en cuanto a cantidad de activismo y en la manera de representar la resistencia palestina. Aparecieron los Mártires. Suicidas. Más suicidas. Cohetes en contra de la población civil israelí. Presionar al gobierno israelí a hacer concesiones por medio del terror. Por medio del miedo. Hamas creció. Israel sacó el martillo de hierro y machaco lo que pudo. Intentando matar una mozca venenosa a cañonazos. Israel se embarró en el propio fango de su larga política de dominación en los territorios ocupados. Se ensució de su propia ocupación. Se ensució con la sangre de sus propios soldados muertos noche a noche. Peleando en el Líbano o cerca a casa en alguna villa árabe en la Palestina ocupada.

Es que me da risa pensar que he estado en la guerra. He combatido sin cansancio a 40 km de casa. Mi casa. Tel Aviv está a 40 km de la franja de Gaza. Y mientras he combatido, he sentido que defendía mi hogar. Así como los que peleaban contra mí, defendían el suyo. Para mí es justo que quieran matarme. Pero debería ser justo que la gente en el mundo entiendiera que también tengo el derecho de defender  mi casa. A mis amigos A mi esposa y a mi perro. No es colonialismo lo que hago. Es autodefensa. Autodefensa en una situación que está armada por errores políticos mutuos de ambos bandos. Por cobardía mutua de la cúpula política de ambas esquinas. Porque nadie tiene los huevos para firmar un tratado. Y todos: Palestinos e Israelíes viven «felices» en el status quo aunque no parezca así.

Es fácil ponerse de parte del débil. Si eres una persona noble y te mueves por el sentimentalismo, debes funcionar de aquella manera. Es fácil ver al mounstruoso y poderoso Israel destrozar y bombardear a pobres palestinos que solo se defienden tirando cohetes. Cohetes que llevan la razón al fin y al cabo, porque ellos luchan por su libertad. Porque Israel los coloniza y humilla. Se apodera de sus granjas y les pone muros de cemento por doquier. Así que es su derecho defenderse. Al fin y al cabo, Israel no es más que un apéndice colonialista del imperialismo occidental ¿No?

Es facil tambien decir: Israel tiene el derecho de defenderse y de defender a cada uno de sus ciudadanos. Israel va a usar todos los medios posibles para hacerlo. Y si Hamas dispara cohetes a las poblaciones civiles. Israel tiene la infinita capacidad de disparar más. Es lo que se debe hacer. Porque solo así entienden ellos. A la fuerza ¿No?

El conflicto es una guerra asimétrica. Es un ejército peleando contra unas guerrillas armadas. Ese mismo asimetrísmo favorece en algunos casos a los Israelíes pero al mismo tiempo favorece a los palestinos. Los palestinos han ganado la batalla a nivel internacional. Buscando Boycotts contra Israel. Haciéndose pasar por las únicas  víctimas del conflicto (y han logrado avances importantísimos). Israel por su parte gracias a la diferencia de poderes es prácticamente indestructible hoy en día. Nada de lo que haga Hamas en el ámbito militar va a destruir a Israel ni va a tirar a los judíos al mar, ni va a hacer que Israel capitule. Cada bando está ganando en algo pero cada bando está perdiendo al mismo tiempo. Perdiendo el futuro. Perdiendo que las generaciones futuras vivan en una relativa paz.

El futuro se ve negro. Tan negro como la noche. No hay un acuerdo de paz en camino porque nadie cree que se pueda llegar a la paz algún día. Nadie confía en el otro. Nadie lo considera un igual. Un par de pueblos enredados en una historia tan común y a la vez tan diferente. Mezclados en odios intestinos. Empujados hacia las cuerdas una y otra vez por el otro.

Israel fue el David del cuento y ahora es el Goliat. Los palestinos fueron una nación con un interés político nacional correcto pero que se han dejado llevar por el oscurantismo islámico y que no saben exactamente que es lo que quieren. Son dos pueblos enrollados en un territorio del tamaño de Cáceres (como lo dijo homominimus). Intentando vivir una vida normal en las más anormales de las situaciones y condiciones. Yo que he visto todo por aquí, esto convencido, que los de allá como los de acá quieren paz. Aunque no saben como llegar a ella. Sé que tantos los de allá como los de acá quieren un futuro mejor para sus hijos. Quieren una tranquilidad mínima. Esa misma tranquilidad que se tiene en otras partes del mundo en la que te levantas al trabajo sin pensar en las sirenas ni en los bombardeos. Esa misma que empuja a enfocar los recursos,  no en hacer túneles subterráneos para matar gente inocente o en sistemas antimisiles inteligentes, sino en generar bienestar a sus pobladores. Si realmente se llegara a ese `punto. Quizás y solo quizás, esta zona sería una de las zonas más bellas de la tierra.

Rock Sheloshim

El popular(en Israel) Tuna. Uno de los compositores más prometedores en el mercado Hebreo.

Rock shloshim, im jalomot she mebihim mi hashanot hatishim…

Rock de los treintas, con sueños que traemos desde los años noventas…

Hace unos días escuché el coro de una nueva canción en hebreo. Rock shloshim. Algo así como el Rock de los treintas. La verdad es que no suelo ser muy fan de escuchar música rock en hebreo. Tampoco soy de los que se mueren por el rock en español. Para mí, los tipos de música  encajan de maravillas solo con el idioma que los vio nacer. El rock debe ser en inglés. La cumbia en español. La Bossa Nova en portugués y las canciones de los pioneros agricultores en Eretz Israel solo pueden ser en hebreo. Hay excepciones por supuesto. Hay hermosas piezas que cuadran de maravilla sin importar el idioma o la clave en la que estás compuestas. Rock de los treintas es una de ellas.

La música no tiene nada de interesante. Un rock simplón. Su gran virtud es la letra. El coro me hizo pensar en el hecho de que estoy viviendo mis sueños de los años 90s. Sí. Mis sueños de adolescente calentón y lleno de acné. Esos mismos sueños que se generaban mientras escuchaba a Oasis de soundtrack. Siendo aquel  tipejo enclenque y escuálido lleno elucubraciones que lo empujaban a pensar en los treintas de una manera lejana. Tan lejana como si llegar a los treintas tuviese algo que ver con un viaje interestelar al estilo Star Trek.

Hoy por hoy. Soy el resultado de aquellos impulsos primarios. De aquellos sueños vagos en los que alucinaba el vivir una vida llena de aventuras (y vaya que las viví). Los mismos que hacían verme siendo parte de la mafia de Nápoles o en su lugar un Indiana Jones buscando El Dorado en las selvas impenetrables del Perú. Soy el resultado de lo que se me pasó por la mente en esa década en la que Kurt Cobain se voló la cabeza y en la que Bill Clinton recibió  buenas dosis de sexo oral. En los 90s dejé de ser un niño para convertirme en un hombre. Casi en el hombre que soy hoy. Salvo que hoy ya he visto el final de Los Soprano, mientras que en aquellos años recién había saboreado el comienzo. He visto que los X Files se fueron a la mierda. He visto como las novelas que leí durante aquella década le dieron forma a mi estilo de escritura. Soy lo que soy porque aquellos sueños de antaño están aquí y ahora. Aquí conmigo. Son parte de mí. Son Yo.

Te dejo la canción de cualquier manera. Sé que no vas a entender mucho. Salvo que hables hebreo. Pero que más da. Si alguién me pusiera música en Farsi, la escucharía también. El video es bastante interesante. Pese a que crecí al otro lado del planeta mis 90s fueron bastante parecidos a los de Tuna. Supongo que los tuyos también se parecieron bastante a los míos…

Así qué, a por ello…

Muerto pero feliz

Después de unos 15 minutos de Kettelbells swings...
Después de unos 15 minutos de Kettelbells swings…

Este artículo se basa en un par de cosas que me gustan:

El minimalismo y el deporte.

A veces la gente me saca de quicio con eso de que no tienen suficiente equipo para hacer ejercicio en casa o que no tienen un abono en un gimnasio o que no tienen un abono en un box de crossfit o que no tienen dinero para el yoga o que sencilla y llanamente: No tienen tiempo.

La verdad es que en este blog hemos hablado más de cien veces acerca del manejo del tiempo. Decir No tengo tiempo no es más que una burda mentira o un desconocimiento absoluto de lo que es el manejo del tiempo. Decir no tengo tiempo para hacer ejercicio, es decir: No quiero hacer ejercicio. No me dan ganas. Soy un flojete. No me importa. No me gusta. No lo considero relevante. Prefiero cien veces que me digan esas cosas a que me digan el popular: No tengo tiempo.

En lo que respecta al equipo. Lo mismo. Quiero hacer ejercicio pero no tengo equipo. No tengo el dinero para inscribirme en el gimnasio. O no tengo plata para ser cool y meterme en un box de Crossfit. Tampoco tengo para comprarme equipo propio y tener un buen gimnasio en casa. No hago ejercicio por eso. Por falta de equipo. «Porque créeme si te digo que si tuviese todo eso, sí haría ejercicio sin pensarlo dos veces…» Sí, te creo.

El punto es que no necesitas nada de equipo y casi nada de tiempo para estar en forma. Y no estoy hablando de estar un poco en forma, sino, estar en la mejor forma de tu vida. Se necesitan 15 minutos al día. Seis veces por semana. Nada de equipo. Nada más. Nada menos.

Hace años que entreno. He realizado todo tiempo de cosas. El gimnasio tradicional. El box de crossfit. Calistenia en el ejército.  He corrido innumerables kilómetros y llegado a correr 15 km tres veces por semana como método para mantenerme en forma. Lo he hecho de esas maneras porque eso es lo que estaba de moda o eso es lo que decía todo el mundo que se debía hacer para estar en forma.

Hace unos años me salí un poco de los convencionalismos del entrenamiento y empecé a probar conmigo mismo. Que resulta. Que no resulta. Que funciona mejor. Que funciona peor. Lo voy a dejar simple como me gusta y como te gusta a ti.

Los ejercicios HIIT (High Intensity Interval Training) son los más efectivos en la mayoría de los  aspectos del acondicionamiento físico. En resumen: Hacer intervalos y mantener el pulso alto durante un periodo corto de tiempo (digamos entre 7 a 15 minutos) es mucho más efectivo que mantener una actividad física aeróbica con el pulso «normal» por un largo tiempo (digamos más de 40 minutos).

No vamos a entrar en especificaciones técnicas ni en cómo tu cuerpo reacciona a la actividad física a alta intensidad. Lo único que importa que entiendas es que entrenamientos cortos, rápidos e intensos (algunos ejercicios de crossfit, carrera en intervalos, ejercicios de peso corporal en intervalos) son más efectivos a corto y a largo plazo que entrenamientos largos a muy baja intensidad (correr, ir al gimnasio una hora y media mientras levantas un par de kilos) Digamos que el factor no tengo tiempo queda bastante reducido sabiendo que no necesitas casi nada de tiempo para tener una forma física buenamente aceptable en cualquier estándar.

Para muchos de ejercicios de intervalos no necesitas equipo. Hacer sprints demanda un par de buenas zapatillas para correr. Pero hacer lagartijas y squats de peso corporal en casa no demandan de nada salvo de ganas y solamente de eso. Si tienes una barra (de esas que se cuelgan en la puerta) vas de sobra. Tienes para trabajar intervalos como este:

5XPull Ups (barras)

10XPush Ups (Lagartijas)

15X Squats (sin peso)

Sin parar, durante 10 minutos. Dándole la mayor cantidad de vueltas posibles al circuito. Yo personalmente le doy 12. Pero si le das 3 o 4 vas bien al principio. Lo que importa es que te sientas lo suficientemente agitado para NO poder mantener una conversación de una manera normal con alguién

Si no tienes una barra puedes cambiar las Pull Ups por abdominales o hacer cualquier otro tipo de combinación con los números si es que no te cuadran muy bien. Es cosa de imaginación.

Yo tengo una Kettelbell y hago intervalos con ella. A veces hago 7 minutos, a veces 15, a veces 20. Siempre termino jadeando. Me la compré luego de haber hecho muchos meses (y hasta años) de ejercicios con peso corporal. Al principio no es necesaria para nada, pero con el tiempo y mientras te vas haciendo más fuerte, tu cuerpo va pidiendo mayores desafíos.  Si un día piensas en comprar algo de equipo, con una Kettelbell vas de sobra.

Así que el equipo queda también de lado como excusa.

Ni el tiempo, ni el equipo.

El ejercicio puede ser minimalista. Potente. Formador y forjador. No tienes que ganar un euro en el rollo. No tienes que pasarte una hora en algún gimnasio. No tienes que reventar tus bolsillos comprando suplementos de ningún tipo. Solo necesitas ganas y punto.

Así que a mover el cuerpo chaval que la vida se nos pasa mientras nos las pasamos sentados en el sofá (o frente a la computadora). Ahora mismo voy a levantar mi trasero de esta silla y me voy a hacer unos 10 minutos de intervalos…Voy a terminar muerto pero feliz!