Una vez me cayó una esquirla…

Una vez me cayó una esquirla de RPG en la mano.

Antes de eso había estado corriendo colina arriba. Mi respiración estaba agitada. Llevaba como 20 kilos encima entre mis armas y mis municiones. Matania estaba a mi lado. Corría un poco más rápido que yo así que estaba un poco más adelantado. Yo miraba hacia la cima de aquella colina. En quince segundos llegaríamos y nuestra parte, en aquel ejercicio militar, terminaría.

Quince segundos después una explosión en la cima de la colina nos hizo volar hacia atrás. Rodamos colina abajo unos cuantos metros hasta que quedamos tirados uno a un par de metros del otro. Yo quedé boca arriba. Vi el cielo. Estaba atardeciendo. Las nubes estaban naranjas. Mi cuerpo había sentido toda la onda expansiva de la explosión recorriendo su interior. Sentí por primera vez cada uno de mis órganos moverse dentro mío. El aire estaba fresco. Sentí mucha tierra y piedras dentro de mi boca. Alcé la mano izquierda para limpiarme la cara y los ojos. Me di cuenta que mi mano era una especie de masa que chorreaba sangre. El cielo seguía naranja. Vi a Matania deslizarse hacia mí. Me pidió que no me moviese. Yo me había sentido bien hasta que vi mi mano y entonces me di cuenta porque no quería que  me moviese. La sangre brotaba con cada latido de mi corazón. De pronto me sentí muriendo como en una película de guerra. Quise llorar. Pensé que mis dedos ya no estaban. Veía algo gelatinoso entre el rojo y marrón al final de mis falanges. Habían pedazos de guante quemados. No sabía que había pasado. Efraim apareció con sus lentes poto de poto de botella. Atrás el cielo seguía naranja. Cada vez más fresco. Matania sacó la gaza de emergencia que cargamos en el pequeño bolsillo de al lado de la rodilla izquierda. Vi que la abría desesperado. Efraim le decía que no me veía tan mal. No sé porque pero amé a Matania en aquel momento y odié a Efraim. Apareció otro soldado. Y luego otro. Y pronto ya no veía el cielo. Solo caras de amigos y de curiosos que ni conocía. Quería ver el cielo. Matania me preguntó mi nombre. Se lo dije sin chistar. Me dijo que no me moverían porque no sabían de donde venía tanta sangre. No me dolía nada, salvo la mano. Me dolía y me asustaba. No la quería ver. Créeme: No la quería ver más.

La venda se mojó de sangre. Llegó alguien con la camilla y me subieron a ella y empezaron a bajar la colina conmigo y con casi 100 kilos (entre mi cuerpo y todo mi equipo) encima de ellos. Los escuché maldecir. Les pedí que me bajaran, que quizás podía caminar. Caminé hasta la base de la colina. Esperé sentado ahí sobre una piedra mientras todos hablaban de lo que podía haber pasado cuando Elhanan disparó el RPG sobre la base de la colina. Los escuchaba mientras la gaza comenzaba a gotear sangre. Matania me acarició la cabeza y me dijo que en dos semanas estaría de regreso. No le creí. Llego el Helicóptero para evacuarme. Yo tenía el brazo doblado y mi mano envuelta en la gaza empapada en sangre. El paramédico del helicóptero me sacó la gaza, miró mi mano mientras yo volteé la cabeza y vi  hacia otro lado. Me dijo «no te preocupes, vas a estar bien». Cuando dijo eso, miré mi mano que seguía sangrando pero menos. El guante estaba quemado. uno de los dedos parecía cualquier cosa menos un dedo. Quizás parecía una flor. Sí, era algo así como una rosa abierta. El helicóptero despegó y vi a mis compañeros abajo mientras veían el helicóptero despegar mientras me evacuaba al hospital Soroka en Beer Sheva.

Dos semanas después estaba nuevamente con ellos.

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