Siempre sacabas una cocinita de la nada. Siempre la tenías a la mano en alguna mochila o morral. A los dos minutos teníamos un buen café con Hel. Con esa hierbita que olía y sabía al medio oriente. Un olor que de ahora en adelante hará que me acuerde de ti.
Te conocí de vista hace casi 10 años atrás y hace ocho nos hicimos amigos. Amigos de ejército. Amigos que hablan y bromean de todo tipo de temas siempre y cuando estén en la base. En el frente. En actividad. Amigos que se decían adiós apenas terminaba el servicio y casi nunca se volvían a hablar hasta que se encontraban de nuevo en otra base. En otro frente. En otra actividad.
Quizás debería de escribir estas palabras en hebreo para que todos los que te conocen las entiendan. No lo hago porque escribo mal en hebreo. Escribo con faltas de ortografía. Nadie tomaría en serio mis palabras. Así que prefiero escribirlas en español pese a que la mayoría de personas que conocías no van a entender ni una sola línea. Ahora hay google translate y ya se las arreglaran.
Se las arreglaran como te las arreglabas tú hablando árabe. O como cuando te las arreglabas en lugares imposibles. Siempre generándome esa sana envidia por todas las aventuras que habías pasado en el tiempo que no nos habíamos visto. Que en el Kilimanjaro esto. Que el Kasbek lo otro. Que en los andes aquello. Que en aquellos lugares recónditos en Jordania, que tanto amaste y fuiste más que feliz.
Fuiste pleno. Fuiste tú.
Hace unas horas me dieron la noticia que te has ido. Y aunque manteníamos esa relación fraternal esporádica de la gente del ejército, me dolió muchísimo recibir la noticia. Pensar que cuando me viste en la base hace unos meses, después de que yo salí del hospital, me dijiste: «Casaretto no te lo tomes a mal pero no te he ido a visitar porque sé que tú y yo vamos a ser los últimos en morir de esta compañía. Así que tenemos muchisisísimo tiempo para hablar…» Hablamos de montañas después de eso. Me invitaste a Jordania a un paseo en el campo que tú guiarías. Nos tomamos ese café tan delicioso que preparabas y nos reímos un rato juntos pero no revueltos.
Pero ya no estarás ni en el paseo. Ni en el ejército.Ni a la hora del café. Ya no estará tu risa estrepitosa ni tus habilidades manuales. Ya no estará todo lo que sabías sobre Israel. Todo ese conocimiento tan rico que tenías acerca de cada lugar que habías visitado.
Al menos te fuiste haciendo lo que amabas. Veo tu Facebook y puedo decir que fuiste la clase de persona que le sacó el jugo a cada uno de los días de esta cosa loca a la que llamamos vida.
Viviste al máximo. Amaste la vida. Amaste a tu país. Fuiste un ejemplo y siempre estaré orgulloso de haberme cruzado, al menos por un tiempo, en tu intensa existencia.
Gracias Elichay por dejar lo mejor de ti en cada uno de los que quedamos atrás.
Te recordaré cada vez que me tome un buen café con Hel. Y huela en él, el campo y el medio oriente que tanto amaste.
Hasta siempre camarada.