Lima me llega

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Plaza de Armas deLima. Atrás, la Catedrál.

En Moby Dick, Herman Melville dice cosas poéticamente obscuras sobre Lima.

“¿No es el recuerdo de sus terremotos demoledores de catedrales, ni el embate de sus frenéticos mares; ni la infecundidad de sus cielos sin lágrimas, pues que nunca producen lluvias, ni el espectáculo de sus vastos espacios donde se alzan botareles inclinados, yacentes piedras sillares y cruces terciadas (como en un astillero de tumbadas flotas ancladas), ni sus avenidas suburbanas con paredones que se apoyan los unos contra los otros como revueltos mazos de naipes, lo que hace que Lima, la sin lágrimas, sea la más extraña y triste ciudad que usted pueda ver? Ello se debe a que Lima ha tomado el velo blanco, y existe el más alto horror en esta blancura, que define su tribulación. Vieja como Pizarro, esta blancura mantiene siempre nuevas sus ruinas, no admite el jovial verdor de su decaimiento: extiende sobre sus rotos terraplenes el rígido palor de una apoplejía que fija sus propias distorsiones”

No voy a escribir un post para quejarme de Lima ni para enumerar las cosas malas que tiene. Para mí Lima es una ciudad de mierda y punto. Si no eres peruano y quieres viajar a Perú, usa Lima como punto de escala y nada más. Hazme caso, no hay nada que hacer ahí, salvo comer. Ah! eso sí, si quieres comer delicioso, quédate en Lima. Fuera de eso: Nacas.

Hace cinco años que no viajaba a Lima y casi todo el mes de Octubre lo he pasado ahí. En la casa en la que crecí con la familia que me vio nacer, crecer e irme. Me encontré con algunos amigos. A varios de ellos no los había visto por casi veinte años. Desde aquel último día de cole, allá por Diciembre del año 96.

Además de eso:

He visto más amigos. He ganado tres kilos. He perdido un amigo también. Me he enterado que hay mucha gente que conocí y  ahora están muertos.  He visto a la gente un poco más vieja. Más cansada. Muy parecida a mí que estoy cada año un poquito más viejo y más cansado. He renegado mucho. He bebido Pisco sours. He abrazado a mi abuela fuerte. He dormido en mi cuarto de la infancia junto a mi peluche Kevin. Me he encontrado con mi madre y mi hermano que vinieron desde el norte del continente para cruzar sus vacaciones con las mías. He sobrevivido al asqueroso Jet Lag.

A mi parecer Lima es abominable. No me gusta su cielo plomo. No me gusta el caos vehicular. No me gusta que se deba a jugar a la ruleta rusa cada vez que cruzas una pista. No me gusta que sea la segunda ciudad más insegura del continente (después de Caracas). No me gusta ahora y no me gustaba hace 15 años cuando me fui. La gente limeña siempre orgullosa de su urbe me decían hace quince años: ¿Por qué no te largas si tanto te jode? Pues me largué. Ahora me dicen que no tengo el derecho a opinar porque me he ido y no sé de lo que estoy hablando. Una verdadera paradoja limeña.

El Perú es demasiado bonito para desperdiciar tu tiempo en la gris y sucia Lima.

Pero mi familia y amigos viven aún en Lima. Debo pisarla de cuando en cuando y a pesar de sufrir día a día con el horroroso tráfico y hacerme el Jason Bourne para que no me asalten, debo decir que han habido muchos buenos momentos compartidos con la gente que más quiero.

Nostalgia pura diran algunos.

Puede ser.

Porque pese a la horribilidad de la ciudad, el olor del aire cuando el mar está movido no lo he sentido en ningún sitio del mundo y ese suave aroma me arrastra a la niñez y a mis primeros amores y a mis comienzos vitales. Odio Lima pero amo recordar. Y Lima me arrastra por el jardín de los recuerdos hasta el punto que no lo hace ningún otro sitio. Porque me he matado a puñete limpio en Lima. Me he enamorado hasta las lágrimas. He estudiado en un colegio de sacerdotes cerca al mar. He hecho amigos para toda la vida. He vivido en una casa cálida y familiar con la mejor gente del mundo. En resumen, he hecho todo lo que jamás haré en ningún otro lugar y con ninguna otra gente.

Recordar es volver a vivir dicen, y este Octubre he vivido mis primeros veinte años condensados.

Espero no ver a Lima un buen tiempo para dejar que la nostalgia haga lo suyo y me llame como ella sola sabe.

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Niños a las afueras de Lima. Distrito de Pachacamac.

 

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La famosa Costa Verde en Lima, en una foto que le hace bastante bien…