¿Rezar? 

Norte de Israel. Enero del 2017

¿La inmensidad del secreto que nos rodea?

¿El big bang?

¿La idea de que la realidad de nuestro universo es tan inmensa y tan compleja que nuestro cerebro no la puede procesar?

Todo eso se me paso por la cabeza cuando un grupo de personas que no conozco me invitaron a rezar con ellos.

Tengo una sinagoga frente a casa.

En el judaísmo se necesitan 10 hombres juntos rezando al mismo tiempo para que Dios escuche.

Las mujeres no cuentan. Son mantequilla. 

Ellos eran nueve. Y con nueve no vale.

Necesitaban uno más. Me necesitaban a mí.

Les dije que no sin asco. Les dije que no, a pesar que me lo pidieron con una buena sonrisa en los labios.

Les dije que no y me volteé y me fui sin remordimiento. Porque no le puedo rezar a la nada. No entiendo siquiera el verdadero significado del verbo rezar.

Rezar es:

¿Comunicarme con el big bang?

¿Ser como Mathew McConaughey  en Interstellar?

¿Unir mis energías a las del infinito del cual soy parte?

No creo que nadie me esté escuchando del otro lado de la línea. No puedo rezarle a las estrellas y a los agujeros negros. Dios a muerto, lo dijo Nietzche. Si aún estaba vivo el 2016, ha muerto de un infarto después de que Trump ganó las elecciones. Yo no he muerto. Yo estoy vivo y no creo en los cuentos. Ni en los muertos.

No puedo rezar. De la misma manera que no creo que los renos de Santa Claus caminen sobre polvo de estrellas los 24 de Diciembre en la noche.

No podrían depositar tantos regalos tan rápido. No es que tengan turbo.

No puedo rezar porque me da risa, vergüenza y pena al mismo tiempo.

Hace unos años quemaban a gente como yo.

Hace unos años el ser hereje te mandaba directo a la hoguera. A este punto de mi vida y después de todo lo que he dicho sobre la religión, ya tendría un buen bronceado.

Hoy me volteé rápidamente después de que los hombres sonrientes me llamaron. Sin remordimientos. Sin pena. Sin gloria. Sintiéndome bien conmigo mismo.

Siendo casi feliz sabiendo que después de mi último día en este mundo no habrá nada más  que la eternidad sin mí.

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