Héroes y Villanos

De pronto me he encontrado en una situación en la que tomar fotografías de Brit Milah se ha convertido en una rutina para mí.

En este momento no tengo otra opción. No soy tan buen fotógrafo como para dedicarme a otra cosa. Solo me quedan las bodas, los Bar Mitzvah y los Brit Milah para hacerme conocido.

Tengo demasiadas ganas de aprender y para eso necesito practicar y practicar. Necesito eventos. Así en estos se les corte el prepucio a algunos niños por las puras.

Dolor. Ruido. Llanto. Lágrimas.

Eso es lo que veo y eso es lo que fotografío. Ese es mi día a día como fotógrafo.

Mi trabajo es prácticamente el un fotógrafo de guerra. Es casi casi el de un fotoperiodista al estilo Robert Capa. Aunque pensándolo mejor, es más bien, más sanguinario que eso.

Ver niños sangrando por el pene a los 8 días de nacidos no es muy simpático para nadie. Puede ser hasta igual de traumático que ver a alguien pisar una mina.

Aborrezco ver niños sangrando por culpa de la religión.

Odio la religión y odio que le corten cosas a los bebés. Pero tomo fotos. Las tomo con cariño. Pero lo hago más por documentar la crueldad. Como lo haría Lindsey Adario en Afganistán.

No tiene que gustarte lo que ves. Solo tienes que sentir que ese fragmento de segundo lo vas a dejar congelado para la posteridad. Para que nuestros futuros descendientes conozcan nuestras costumbres primitivas.


He estado en la guerra.

He servido en el ejército de Israel con gente a la cual le han cortado el prepucio. No fotografié en la guerra porque no sabía tomar fotos. No sabía siquiera sostener una cámara. Los teléfonos tenían cámaras de dos pixeles en aquellos años. Las guerras eran casi secretas.

Después de las Gopro ya no lo son.

Después de ISIS y los drones lo son aún menos.

Las guerras se han vuelto fotogénicas. Como un Brit Milah.

Las guerras y los Brit Milah son dos cosas que seguimos haciendo meméticamente y estúpidamente.

Hay gente que dirá que las guerras se hacen por intereses. Y que en las guerras siempre alguien hace dinero. Puede ser, pero hay mejores maneras de hacer dinero hoy en día.

Miren a Bill Gates o a Mark Zuckerberg.

No tienes que matar cientos de miles de personas para ganar unos chavos.

No tienes que usar gas sarín en poblaciones civiles para comprarte el piso que quieres frente al Central Park.

Solo tienes que generar ideas. Solo tienes que practicar hasta hacerte muy bueno en algo.

Como yo documentando Brit Milah’s. Odiando cómo amputan a un recién nacido pero haciéndolo parecer bonito.

Como en una película de guerra.

En la que hay héroes muy pero muy buenos y villanos muy pero muy malos.

Y a todos les gusta eso.

Tengo 36 años

Auto retrato con risa falsa. Blanco y negro de alto contraste. Y barba de fidel Castro

No he escrito nada por mi cumpleaños.

Suelo hacerlo casi todos los años. Este 2017 me atrasé mucho.

Nací un nueve de Febrero de 1981. Estamos a 03 de Marzo del 2017. Tengo 36 años y 23 días. 

¿Qué he aprendido hasta ahora? 

Pues que la vida es más corta de lo que creemos.

He aprendido a valorar las cosas desde que era un niño,y a los 36, además de las cosas, he aprendido a valorar el tiempo.

El tiempo pasa rápido.

He aprendido que soy un arcoiris. Sé que es una frase gay. Pero lo soy. Aparecí un día y en un instante ya no estaré presente. Soy efímero.

He pasado unas cuantas guerras. Vivo en un lugar en el que la vida gana nuevas formas de perspectiva. El tiempo se me va. El café se me enfría.

A mis 36 amo el café. Cómo siempre.

A mis 36 he entendido que nadie es perfecto. Que todos somos humanos. Y que todos nos equivocamos sin excepción.

A mis 36 he aprendido que la realidad no es una. Sino que cada uno de nosotros percibe las cosas de manera distinta. Lo que es bueno para mí no lo es para mi vecino. Hay algunas personas que sienten placer viendo a Trump de presidente. Hay otros que sienten una abominación semejante a la que sentirían si vieran a Hitler entrar en la casa blanca.

A mi ya no me importa esas cosas.

A mis 36 he aprendido que nada en la política importa. La política es un circo mediático y nada más . Vemos solo lo que quieren que veamos. Me importaría un rábano si Stalin vuelve de los muertos y derroca a Putin. Me importa un pepino que Trump sea presidente.

Los presidentes nunca han servido para mucho. En ningún lugar. Hay fuerzas mucho más fuertes que ellos que controlan y balancean las cosas. La mano negra existe y se llama dinero.

A mis 36 me gusta el chocolate mucho más que antes. Me comí mil Sublimes cuando visité Lima en el 2016. Soy un adicto y lo acepto.

A mis 36 conozco mi cuerpo mucho más. Sé hasta donde exigirme. Pero lo más importante es que sé cuando debo parar y así evitar las lesiones que me torturaban una vez al mes.

A mis 36 he descubierto que el amor cambia. No se destruye. Solo se transforma. Algo así como la materia.

A mis 36 me he dado cuenta que puedo escribir mejor porque mis ideas se asientan con mayor facilidad. Todo en mí se asienta con mayor claridad. La relación vejez/sabiduría parece ser bastante cierta.

A mis 36 fotografío mucho mejor. Lo hago más enserio que nunca. Capturo sin vergüenza todos los días algo o alguien que me llama la atención. Las fórmulas de distancia focal me excitan más que nunca.

A mis 36 lo que más he aprendido es que me falta mucho por aprender. He conocido gente maravillosa pero me faltan muchas más  por conocer. He visto también cosas feas. Y he olido la felicidad en el aire. Le he mentido a unos roboticos policías polacos. Le he pagado coimas a unos gordos policías peruanos. Y recibido una advertencia a gritos de unos viejos policías israelíes.

A mis 36 sé que no sé nada. Y estoy seguro de que lo mejor aún está por llegar.