Tengo mucho miedo

Mi perro trabajando con su miedo marítimo...
Mi perro trabajando con su miedo marítimo…

Todos tenemos miedo.

Yo le tengo miedo a una infinidad de cosas. Hay gente que piensa que no le tengo miedo a la muerte. Si me conoces un poco, puedes entender por qué.

Pero no es verdad. Le tengo miedo a la muerte y mucho. Le tengo miedo a la vida también. A las malas decisiones que pueda estar tomando. Le tengo miedo a la vejez. Le tengo miedo a la traición. Le tengo miedo a la incertidumbre. Le tengo miedo a eso y a miles de cosas más.

Como te dije antes, todos tenemos miedo.

Según mi experiencia y de acuerdo a lo que me han instruido y enseñado, sé que no puedes dejar de sentir miedo. El miedo es algo que forma parte de nuestra naturaleza. Con el miedo no hay nada malo. Lo que es malo es quedarte paralizado por el miedo. No saber trabajar con él. No ser capaz de tomar decisiones bajo su influencia. He ahí la raíz del daño que nos hace el tener miedo a algo. El miedo nos inmoviliza y nos vuelve incompetentes. Al ser incompetentes, no solemos aportar ninguna solución al problema y lo único que logramos es agravarlo.

Yo he agravado problemas en mi vida profesional o personal por no haber actuado a tiempo. O sencilla y llanamente, por no haber actuado y punto. El miedo me ha paralizado en combate. El miedo me ha paralizado dando una presentación de Power Point. El miedo ha evitado muchas veces que diga lo que realmente siento o pienso.

Dentro de todo lo que he aprendido en mi vida militar. Puedo decir que el «control del miedo» es la herramienta más grande e importante que he sacado conmigo. No hay una receta mágica para no sentir miedo. Pero si hay una receta no tan mágica para poder trabajar con él. Para poder actuar cuando debes y como debes. La receta es simple: Razonar el miedo.

La mayoría de nuestros miedos, por no decir todos, están diseñados y amoldados dentro de nuestro cerebro. Nosotros creamos el miedo. El miedo es eso y solo eso. Una creacción mental. Un conjunto de hormonas segregadas por determinados impulsos de pensamiento son las que nos hacen entrar en un trance de ansiedad y excitación que puede llevarnos desde el shock hasta el terror.

Dejemos de lado el rollo científico. Si te interesa puedes chequear sobre el cortisol y la adrenalina en Wikipedia.  Vayamos al punto en el que ya estamos sintiendo miedo y en cómo podemos manejarlo por nosotros mismos. Cómo podemos evitar que nos paralice. Cómo me puedo parar del piso, tomar la ametralladora y correr hacia adelante (porque sé que es lo que debo hacer). Cómo puedo dejar de interpretar los pensamientos de la muerte como algo negativo. Cómo puedo enfrentarme a un auditorio de 500 personas mientras doy una conferencia.

Razonar el miedo. Razonar el miedo. Razonar el miedo.

El miedo es un impulso primario. La razón es lo que hizo de nosotros, humanos. Como ser humano puedo controlar y trabajar con el resto de mis impulsos. Por ende puedo controlar mi miedo y trabajar con él. Si sé, que mi preparación le ha costado al ejército de Israel doscientos mil dolares. Estoy seguro del manejo de mi arma. De la velocidad con la que puedo correr 30 metros con todo el equipo encima de mí. Si sé que mi Negev puede disparar doscientos cincuenta balas antes que el cañón se comience a calentar, con una cadencia de tiro de 900 balas por minuto. Si sé que el enemigo está mucho menos preparado que yo. Si sé que corriendo en zigzag las posibilidades que una bala apuntada hacia a mí, me dé, son de un 12 por ciento a cien metros de distancia. Si sé y estoy consciente que puedo neutralizarlo por todo lo que yo soy y todo lo que no es él. Voy a tomar mi ametralladora y voy a a hacer lo que tenga que hacer para ello. Lo voy a hacer a pesar de tener miedo. A pesar de sentir que las sienes me explotan por la adrenalina. Lo voy a hacer porque sé que las consecuencias de no actuar van a ser peores que las de actuar. El miedo se va a mantener ahí latente. A mi no me va a importar. Voy a actuar con él a mi lado pero con la razón comandando.

He sentido terror en combate. Créeme, no es nada sensacional. Es algo que se inocula en tu sistema y no te deja. Pero si logras enfocarte en pensar unos segundos como en el párrafo de arriba. Logras automáticamente olvidarte del terror y pasas a hacer lo que tienes que hacer. Terror y razón no pueden funcionar juntos. O apagas uno y prendes el otro o al revez. Yo sé cual quiero usar.

Ametrallar a tu enemigo o hablar en público puden generar miedo. A veces, la misma cantidad de miedo. Y por ende, pueden ser neutralizados de la misma manera: Razonando el miedo.

¿Qué es lo peor que puede pasar si hablas delante de la gente? ¿Qué la gente se burle de ti? ¿Qué la gente no te acepte? ¿Qué piense que no eres lo suficientemente bueno? Si razonas un poco, esas son las raíces de tus miedos al pararte en un podio o cuando vas a dar una conferencia de TED.  Tienes que entender que todos esos miedos y todas esas incertidumbres no están más que en tu mente y en la de nadie más. Si tienes miedo que la gente se ría de tí. Hazlos reir un rato y luego anda al grano. No sabes como hacerlos reir. Solo sonríe, con eso basta y sobra. Hablar en público es como hablar con una sola persona. Es un monólogo frente a un gato. O frente a Wilson (la pelota de Tom Hanks). Hablar frente a todos no es más que eso: Hablar. Lo llevas haciendo toda tu vida.

Así podemos razonar nuestro miedo a la muerte (Si no te has dado cuenta, vas a llevar más tiempo NO existiendo que existiendo. Ya has estado ahí. Así qué ¿A qué tenerle miedo?….) Nuestro miedo a envejecer (Es la vida joder). Nuestro miedo a hablar con la vecina. Nuestro miedo a cambiar de trabajo. Nuestro miedo a criar bien a nuestros hijos.

Sé que es fácil decirlo y fácil escribirlo. Sé que es mucho más difícil enfrentarte al miedo. Pero como te dije. No tienes que enfrentarte con el miedo ni con nadie. El miedo puede trabajar a tu lado. Al fin y al cabo, es lo que te mantiene vivo. No tienes que pelear en contra tu miedo. Tienes que reconciliarte con él. Tienes que entender cómo funciona y cómo funcionan las cosas que están a tu alrededor. Mientras más sepas. Mejor vas a trabajar con todo lo que gira a tu alrededor.

Estoy entrenado en cierto punto para decodificar el miedo y poder trabajar con él. Miedo tengo. Todos y cada uno de los días de mi vida. ¿Si me quedo petrificado por él? Intento no hacerlo y lo logro la gran mayoría de las veces. ¿Que si tu puedes tambien? Pues sí.

Solo razona los pormenores de tu miedo. Solo descubre las débiles que son sus raíces. Hazlo así y anda para adelante.

Anda a saltar en paracaídas

 

Ejercicio conjunto de fuerzas combinadas en la península de Sinai en Egipto. Paracaidístas de 20 países se dedicaron a hacer sucesivos saltos militares…

Todos tenemos miedo. Miedo a los años. Miedo a la vejez. Miedo a la enfermedad. Miedo al que diran. Miedo al mañana. Miedo a lo desconocido. Miedo a la complejidad de la vida. Pero todos y cada uno de esos miedos se pueden y se deben vencer. Cada vez que se me cruza un nuevo miedo por el camino, lo primero que hago es detectarlo y luego lo agarro de los cojones. No le doy demasiado tiempo de vida (no lo dejo crecer) y trato de dominarlo. Al fin y al cabo he saltado de un avión en movimiento más de una vez.

Hay momentos de inmenso aprendizaje.

Si tenemos bien abiertos los oídos y los ojos, solemos aprender mucho en cada instante de la vida. Pero cuando me refiero que hay momentos de inmenso aprendizaje, quiero decir que hay situaciones, tiempos, actividades que nos instruyen mucho más en mucho menos tiempo. Una de esas épocas para mí, fue cuando estuve en el entrenamiento avanzado de infantería en el ejército de Israel.

Está demás contarte todo lo que aprendí ahí. Salvo decirte la más valiosa de las lecciones que saque:

Puedo hacer todo lo que me proponga.

Creo que hasta que me vi parado frente a la puerta de un avión del cual debía saltar al vacío, se podría decir que no era de las personas que confiaran demasiado en sí mismos. Era más bien bastante desconfiado de mí. Sentía y sabía que cada vez que me habia propuesto algo no lo había llevado a buen puerto. No lo había concluido. No lo había materializado como debía.

Pero ahí estaba el vacío. Ahí estaba el avión y ahí estaba yo. Y en un instante me encontré enfrentándome a la madre de todas mis fobias (mi miedo a la altura) y mientras el viento me removía los párpados y los motores del Hércules me ensordecian hasta atontarme, dí el paso… Un mil, dos mil, tres mil, cuatro mil: Paracaídas en mi cabeza. El silencio. El avión volando, ya, a lo lejos. Más paracaidístas saliendo de sus entrañas. El sol en el desierto. El mar reflejando el cielo. La tierra que se acerca despacio, muy despacio. La adrenalina que me empuja a gritar de emoción, después de hacer lo que nunca pensé hacer. Mis botas marrones colgando al vacío. Mi vida se transformó en aquel instante…

Si podía salir eyectado de un avión a las seis y media de la mañana a cuatrocientos kilómetros por hora, podría hacer cualquier cosa. Lo supe inmediatamente. Fui consciente de eso por primera vez en mi vida y lo sigo siendo hoy.

Sé que quizás no le tengas miedo a la altura y que para ti saltar desde un avión en movimiento sea cosa de niños. Pero, para mí, hacerlo fue uno de los hitos en mi existencia. Significó enfrentarme al más grande de mis temores y vencerlo. Todos le tenemos miedo a algo. Yo tuve la oportunidad de derrotar al mayor de mis miedos, después de haberlo visto a los ojos, después de haberlo saboreado, después de haber casi no dormido la noche anterior pensando en lo que me deparaba la mañana siguiente. Y después de haber sufrido gracias a él, toda mi vida.

Después de muchos saltos más, puedo decirte que le sigo teniendo un miedo terrorífico a la altura. Eso no ha cambiado en absoluto. Pero lo que sí ha cambiado es que ahora confío mucho más en mí. En que sé como voy a reaccionar en determinada circunstancia. En que además de los factores externos a los que me vea expuestos, gran parte de mi éxito o mi fracaso en una u otra empresa, lo debo netamente a lo que yo haga. A lo que yo ponga y a la cantidad de recursos propios que dedique.

En aquella época aprendí a confiar en mí. A confiar en la persona que soy. Aprendí que, al igual que muchas otras personas, soy capaz de hacer cosas increíbles.

Para vencer a tus miedos, lo primero que puedes hacer (es lo que sirvió para mí) es coger al miedo más grande que tengas y comértelo. Una vez que lo hayas hecho, el resto es pan comido. Sé que suena simplista. Pero es así de simple. El peor de los miedos siempre es el más difícil de vencer pero una vez que lo hayas vencido vas a sentir que nada puede contigo. El resto de miedos son cachorros de lobo una vez que hayas matado al mismo.

Recapitulando:

  • Reconoce al más grande de tus miedos.
  • Sal a enfrentarlo.

Ejemplos:

  • Tienes miedo a la altura? Regalate  un salto en paracaídas o en parapente.
  • Tienes miedo a hablar en público? Levántate y habla delante de todos así se te seque la garganta.
  • Tienes miedo de hablarle a las chicas? Hablales y ya.

Créeme que en todos estos casos es muy poco probable que te pase algo malo. Y eso es lo que tenemos que entender. Nuestro miedo existe porque estamos predispuestos de manera negativa a lo que nos vaya a suceder después de hacer la actividad a la cual le tenemos miedo. En otras palabras, nuestro miedo es una idea bastante ilusoria de lo que podría sucedernos en caso hagamos tal o cual actividad.

En el caso del salto en paracaídas. Piensas que este no se va a abrir cuando las pruebas y las estadísticas dicen que es más seguro saltar en paracaídas que caminar por la ciudad de Lima.

En el caso de hablar en público. Lo máximo que puede pasar ese que alguien bostece en tu discurso.

En el caso de las chicas. Créeme que van a tomar mucho mejor que les hables a que no lo hagas.

Utilice estos tres ejemplos porque precisamente el no poder hablar en público o no ser muy social con el sexo opuesto eran unos de mis miedos más arraigados. Pero como ya te conté antes. Una vez que me comí al mayor de todos, el restos se fueron cayendo por su propio peso.

Mi consejo es:

Sáltale a los miedos a la yugular. 

No lo hagas de a poquitos, como en otras cosas o hábitos que hemos aprendido. A los miedos hay que atacarlos rápido y sin pensar demasiado. Estrategia de la guerra relámpago. No por etapas, no despacito. Una bomba nuclear directo al corazón y punto.

Así que si eres como yo que no podía subir a un tercer piso sin sentir vértigo, te recomiendo encarecidamente que te vayas a saltar en paracaídas.

Ni te imaginas como te va a cambiar la vida.