Me siento algo decepcionado conmigo mismo. No puedo controlar el clima. La filosofía Zen dice que con las justas te puedes controlar a ti mismo. Pero eso de controlar al resto de cosas (aunque sea un poquito) naca la pirinaca. Todo lo que sucede en el universo y en la casa de tu vecino se debe (en mayor o en menor parte) a una pequeña concepción ideológica y científica. Sin introducirnos demasiado en explicaciones estilo Stephen Hawking podemos resumir de que el universo esta supeditado a una ley o principio simple: La incertidumbre. Obviamente tú y yo somos parte de este universo y obviamente tú y yo nos movemos y tomamos decisiones basándonos en la incertidumbre. En resumen y en español gentil: Tú y yo no podemos controlar ni mierda ni siquiera al uno por ciento. Todo es incertidumbre.
Una salsa de antaño decía: «La vida es así…No la he inventado yo…». Pues sí. Es así. Pensamos que nuestras decisiones o el hecho mismo de «tomar decisiones» nos da cierto poder sobre nosotros mismo, sobre nuestros hijos, sobre los gobernantes, sobre el planeta, sobre tu profesor de física, sobre tu mujer, sobre tu perro. Estamos acostumbrados a la secuencia lineal de Decisión- Acción- Reacción. Si decido tirar la pelota a Ringo y luego alzo la pelota y la arrojo en una dirección, espero (porque casi siempre sucede) de que Ringo va a correr para traerla de vuelta. He concebido de qué, como hasta el día de hoy siempre ha sido así, la próxima vez que lo haga «va a ser» de esa manera: Ringo va a correr a la velocidad de un rayo entusiasmado y con la lengua afuera hacia la dirección, en la cual, la pelota está dando botes. Luego la va a meter en su boca babosa y va a regresar trotando hacia mí. Es lo que debería pasar pero ¿sabes qué? Puede ser que no pase. Y ¿Sabes por qué? Por el bendito principio de incertidumbre. Hay una infinita gama de posibilidades y de opciones que pueden hacer que Ringo NO me traiga la pelota. Puede distraerse con otra cosa. Puede aparecer otro perro. Puede caer un meteorito en el parque. Puede ocurrirme un infarto. Puedo sencilla y llanamente tirar la pelota en un sitio de donde él no la pueda extraer. Las probabilidades de que esa pelota retorne a mi mano son ínfimas respecto a las que podrían hacer de que esa pelota jamás regrese a mí. La incertidumbre es demasiado poderosa.
Todo este rollo pseudo filosófico intenta explicar una cosa bien simple. No puedo controlar el sencillo hecho de tirarle la pelota a mi perro. Y si no puedo controlar eso. ¿Cómo puedo controlar algo un poco más complejo aún? Digamos mi vida. Joder, si nos ponemos a pensar bien, en cada segundo que pasa se nos cierran infinitas posibilidades de hacer tal o cual cosa y se nos abren otras infinitas posibilidades de hacer esto o aquello. La incertidumbre juega a veces a nuestro favor. En fin. Empecé este post diciendo que me sentía decepcionado conmigo mismo porque no puedo controlar el clima. He llegado a la conclusión de que no puedo controlar nada (ni siquiera la trayectoria de la pelota de mi perro). Es algo egoísta decir de que yo he llegado a tal conclusión. Los filósofos budistas de hace miles de años llegaron a ella hace tiempo y se dieron cuenta de que la mejor opción para tratar la «falta de control» es no poner resistencia y dejarte llevar por la incertidumbre: «Si un problema tiene solución ¿para qué preocuparte? y si un problema NO tiene solución ¿para qué demonios preocuparte?» Simple y simpático pensamiento Zen. Una lástima que no soy budista y me sigo preocupando en que no puedo controlar el clima. ¿Y sabes por qué? Porque últimamente estoy leyendo los pronósticos de vuelos desde Katmandu a Lukla (donde empieza la travesía al campo base del Everest) He revisado los últimos siete años y he terminado jalándome los pelos. En resumen: No se puede pronosticar una mierda. Hay semanas enteras que no se puede volar a Luckla tanto en Setiembre (el mes en que viajamos) como en Octubre o Noviembre (los mejores meses para viajar) Hay semanas enteras despejadas en la época de lluvias y hay otra en las que la visibilidad se reduce a un metro a la redonda.
Hemos decidido ir al Everest pero ¿Eso es suficiente para que lleguemos?. Las posibilidades de que NO pongamos los pies en la montaña más alta del mundo son infinitas. Aunque las posibilidades de que un chileno, un inglés y un par de peruanos, que hace un par de meses eran meros desconocidos, que ha su vez suelen amar a los perros, que ha su vez son israelíes, que ha su vez hayan decidido cruzar juntos Jordania, Qatar, India para llegar a Nepal, y que ha su vez hayan abrazado con cariño e inocencia el sueño de llegar al Everest entrenando en el mar muerto… Las posibilidades de que semejante conjunción de casualidades y mezclas de opciones se diese y se esté dando son (creo yo) más ínfimas que las anteriores. Como dije antes: La incertidumbre juega, a veces, a nuestro favor.
Y si es así entonces…