A pasitos de bebe

El blog acaba de cumplir su primer año. Estoy feliz por eso. Gracias a todos los lectores de siempre. Gracias a los que se toman unos minutos cada semana para repasar las líneas de un nuevo post. Estás líneas no tendrían sentido sino existiese alguien que las leyese. Y ya que tú existes del otro lado de la pantalla. Pues estos agradecimientos van para ti.

Yendo al tema del post:

Todos tenemos hábitos. Nuestra vida se basa en ellos. Algunos son buenos. Otros no tanto. Y algunos son malos. La calidad de nuestra vida se basa al tipo de hábitos que constituyen nuestro día a día. Muchos de nosotros queremos adquirir nuevas aptitudes que nos hagan sentir que estamos mejorando. Por ejemplo: El dejar de fumar. O el comenzar a correr. O el tener una dieta más sana.

Sé que es difícil  adquirir un hábito como el correr si es que toda tu vida has sido sedentario. O el dejar de fumar si toda tu vida lo has hecho. Según mi experiencia y observando a las personas que me rodean he aprendido que se necesitan unas cuantas cosas para adquirir un buen o eliminar un mal hábito. Se necesita un alto grado de motivación y se necesita comenzar a «Pasos de Bebe».

La motivación idónea es importante. Si quieres correr, por ejemplo, es mejor motivarte pensando en la salud que vas a adquirir en vez del resultado estético que vas a obtener. La gente que hace deporte «por salud» lo hace de por vida y son constantes hasta la vejez. Se sienten bien. Se sienten fuertes y activos. Si lo haces para caber en el bikini en el verano. Una vez que lo hayas logrado el ejercicio pierde todo su sentido y lo vas a dejar de hacer hasta la próxima primavera, cuando se acerque el próximo verano y tengas que esforzarte por encajar en tu bikini de nuevo. He ahí un ejemplo clásico de lo que una motivación verdadera puede influir en tu comportamiento de una manera mucho más profunda que una motivación superficial que con el paso del tiempo se ira desgastando hasta desaparecer completamente.

La motivación es importante para mantener un hábito vivo. Pero para comenzar uno nuevo «Los pasos de bebe» son la respuesta.

Mucha gente se despierta un día y dicen: Quiero correr una Maratón. Salen corren seis kilómetros. Se lesionan. Al día siguiente no se pueden mover y desisten de sus sueños de correr porque se sienten débiles ya que seis kilómetros los han destruido. Eso suele pasar con cualquier hábito nuevo que queremos adquirir y de manera impetuosa nos sumergimos en el mismo y nos desgastamos al poco tiempo porque no hemos empezado «gradualmente» a trabajar el hábito.

Correr, por ejemplo, es un trabajo arduo para alguien que ha sido sedentario por veinte años. Es necesario entender que necesitamos darnos confianza en el hábito nuevo que estamos intentado adquirir. Por ejemplo: Pongo una meta realista. Digamos unos 500 metros hoy. Los troto despacio y los termino sin lesionarme y hasta con una sensación de tarea cumplida. Al día siguiente me pongo la meta de unos 600 y el día después 700. Poco a poco aprendo a confiar en mis posibilidades de terminar lo que me propongo al mismo tiempo que me fortalezco gradualmente. Ese es el secreto en la adquisición de un nuevo hábito. IR DESPACIO. 

No es lo mismo que en el primer día que decides levantarte a correr y quieres ir a por 5 kilómetros. A los dos estás hecho polvo y te sientes mal contigo mismo por el hecho de que no pudiste completar lo que te propusiste. Pierdes la confianza en ti mismo. Y las ganas de correr desaparecen porque te diste cuenta de que «no vales para eso», o «es mucho para ti».

Uso el ejemplo del correr porque es así como yo aprendí a amar el deporte. De a poquitos. Avanzando kilómetro a kilómetro y conociéndome un poquito más a mi mismo a medida que pasaba el tiempo. Así he podido llegar a correr maratones y a entrenar seis veces por semana y a intentar una infinidad de deportes que van desde el boxeo hasta el pin pon. Así mismo cambié mi dieta y me he deshecho en gran parte de las cosas nocivas que comía día a día. Poco a poco. Un día se fueron las bebidas gaseosas. Otro día la mayoría de lácteos. Otro día la mayoría de azúcar. Y así con «pasos de bebe»he avanzado a ser una persona mucho más sana de lo que era hace unos cinco años atrás.

Recapitulando:

  • Nuestros día a día está constituido de hábitos. Algunos buenos. Algunos malos.
  • Se pueden adquirir nuevos hábitos. Y se pueden eliminar los malos.
  • Para eso se necesita una «Motivación Verdadera» e «Inteligente».
  • Y lo más importante: La adquisición de un hábito debe ser gradual.
  • Debemos aprender a confiar en nuestras capacidades y ser realistas en nuestras metas.

He usado mucho el ejemplo del correr. Pero es obvio de que esta lógica sirve para cualquier hábito nuevo por ejemplo: El escribir, el dejar el azúcar, el dejar la pornografía, el ser más tolerantes, el meditar, el beber ocho vasos de agua por día, el aprender un idioma nuevo. Y un infinito etc.

 

Criticando a los demás

El decidir tener menos no está relacionado específicamente con el hecho de tener «menos cosas». Tengo menos cosas que antes. Me siento bien con eso, pero no solo ahí termina el asunto.

Decidir tener menos está relacionado también con el hecho de deshacerte de lo que no importa (no necesariamente material) y concentrarte en lo que sí importa y en lo que sí vale. Decidir deshacerte, por ejemplo, de malos hábitos y actitudes (fumar, beber en exceso, mentir, criticar al resto, procrastinar, envidiar lo que tienen otros, comer en exceso y la lista puede ir hasta el infinito).

Poco a poco he ido trabajando en algunos malos hábitos que tengo o que he tenido. Me he deshecho de algunos y me estoy desprendiendo de otros de a poquitos y paso a paso. En este post quiero abordar uno de los hábitos que más daño me ha hecho y con el que más daño he hecho a la gente que me rodea. «El hábito de criticar al resto».

Nací y crecí en una sociedad en la que la crítica al resto es pan del día a día. Criticamos a los políticos día y noche, criticamos a la farándula tarde y mañana, criticamos a los deportistas las veinticuatro horas del día, criticamos a la gente por como se viste y por como se afeita, criticamos a las personas por como hablan o por como se peinan, criticamos por el sencillo hecho de criticar sin intentar aportar una solución al «problema» o a lo que pensamos que es un problema. Criticamos porque nos hace sentir bien hacerlo. Tirando al resto al piso con nuestras críticas nos sentimos mejor. Embarramos a todo el mundo con el barro de nuestra crítica y ahí si podemos sentirnos satisfechos de que todos estamos en el mismo lodazal.

Una sociedad «rajona». Eso es lo que somos en Lima. Para verlo tuve que alejarme del Perú casi diez años y vivir en el otro lado del mundo. La crítica existe en todos lados. Pero no la crítica virulenta que va en contra la persona misma. En otros lados se critican los actos de los políticos pero no se le critica al político en si mismo. Se critica el bajo rendimiento de un futbolista pero no se le hace un linchamiento mediático. Criticas las malas conductas de tu alumno pero buscas las razones por las cuales actúa de tal o cual manera. Criticas con consistencia y para mejorar.

El factor social influye en nuestra manera de pensar. La mayoría de gente de Lima que encuentro en el exterior critica mucho y de muy mala onda. Además de la influencia de la sociedad, está el mismo hecho de que criticar al resto nos hace sentir de puta madre. Hablar mal de fulano o de zutano nos hace sentir bien y nos hace entender de que no estamos «tan mal» en el escalafón social que existe en nuestras mentes. Criticamos, porque al menos por un instante, nos hace sentir excelente. Algo así como una piteada a un buen cigarro. Muy en el fondo de tu corazón sabes que está mal pero no puedes dejar de hacerlo. Es demasiado placentero y es de fácil acceso. Solo tienes que buscar una victima y «rajar» de ella o si eres un poco más valiente, criticarla directamente a la cara y decirle que su look no te parece, que su manera de pensar es un estupidez, que su manera de caminar o de bailar es la de un retardado mental.

Las críticas destructivas dañan. Eso lo he entendido a mis 28 o 29 años. Llevo casi tres años intentando no criticar a las personas. A veces suelo recaer y critico de mala onda a alguien. Aunque suelo arrepentirme al instante de lo que he hecho. Soy consciente de que no está bien y de que no sirve para nada. Es un mal hábito que esta desapareciendo en mí y doy gracias por ello.

«Las personas no van a ser como tú quieres. Las personas son como son.» Esas son dos premisas que debemos adoptar si es que queremos dejar de lado el hecho de criticar al resto. No podemos cambiar a la gente a nuestro gusto. No son mascotas y no necesariamente quieren hacer lo que nosotros queremos. Y tenemos que aceptarlo y aprender a vivir con ello.

La diversidad y la pluralidad de la gente es lo que al fin y al cabo enriquece las relaciones humanas. Dentro de una familia la gente puede (y debe) ser diferente. Los hijos no tienen porque ser copia de los padres. Son personas cada una con una individualidad y personalidad específica. Está en los padres y educadores entender donde terminan las críticas de aporte formativo para con los hijos y alumnos y donde comienzan las palabras que adormecen el desarrollo de la personalidad individual.

Criticar por criticar está mal. Criticar al otro porque no nos gusta como se ve o como habla está pésimo. Criticar a las espaldas de alguien es de cobardes. Aunque criticar frente a frente a alguien para intentar cambiar una conducta que te jode solo a ti y no le hace daño a nadie más, es un comportamiento netamente egoísta y destructivo para tu relación con esa persona.

Hay hábitos que estoy eliminando de mi vida. El criticar sin sentido es uno de ellos. Minimalizar hábitos dañinos es lo mejor que me ha podido pasar. Cada vez me siento mejor conmigo mismo entendiendo todo lo malo que tenía (y  tengo aún) dentro.

 

Sin daños a terceros

Una de las cosas que más dolor nos causan en la vida son las equivocaciones que a veces cometemos con las personas que queremos. A veces herimos poco o mucho a un amigo. A un hermano. A un padre O a un hijo.  Cuando pensamos en la palabra o palabras mal dichas o en el acto mal hecho ya es tarde. Hemos herido a alguien. Nos hemos equivocado con esa persona. En el mejor de los casos le hemos hecho pasar un mal rato. En el peor le hemos hecho mucho daño.

Si esa persona es realmente un ser querido el sentimiento que se apodera de nuestra mente es el arrepentimiento  por haber herido a esa persona dueña de nuestra confianza. Muchas veces la sensación de que nos hemos equivocado nos invade y en vez de permitirnos solucionar las cosas nos empuja a retraernos y a callar. Nos arrepentimos de lo que hemos hecho y del daño causado pero no somos capaces de actuar con rapidez para tratar de parar la sangría de sentimientos que fluye de la persona herida.

Como en cualquier enfermedad. Mientras más rápido consigamos la cura. Más rápido nos vamos a sentir mejor. O vamos a hacer sentir mejor a la persona enferma. Esto es a grosso modo el tratamiento a dar que he aprendido con los años que me he pasado hiriendo a la gente:

  • Aprende a aceptar que estás equivocado. El orgullo es un sentimiento que puede acabar con matrimonios de cincuenta años  y evitar que un padre hable con su hijo cien. Debemos ser conscientes de que el orgullo lo debemos dejar para cuando saquemos buenas notas en el colegio o ingresemos a Harvard pero nunca jamás para tratar con gente que amamos.
  •  Ponte en el lugar del otro. Podemos intentar ponernos en lugar del otro pero nunca estar realmente en su lugar. Eso lo debemos entender. Al menos nos podemos identificar con su dolor o enojo.
  • Todos somos humanos. Todos. Absolutamente todos nos equivocamos. A veces le hacemos daño a la gente sin querer. A veces queriendo. Esta bien. Hay que entender que es el costo de vivir en sociedad. Herimos al resto y nos hieren constantemente. Es parte de nuestra humanidad. 
  • Tómate un tiempo. Hay gente que no acepta las disculpas al minuto. Hay gente que necesita enfriarse y tragarse el dolor para poder disculpar. A veces es mejor tomarte un tiempo y darle a esa persona la posibilidad de entender que si realmente vienes a disculparte es porque la necesitas a tu lado.
  • Aprende. No cometas los mismos errores demasiadas veces seguidas. La confianza desaparece rápido como la bruma al amanecer.
  • Discúlpate sinceramente. Si sientes que le has hecho daño a alguien que quieres y tienes la necesidad de remediarlo. Pide disculpas. Pídelas sinceramente y demuestra con actos que realmente lo sientes.
  • Acepta las consecuencias. Los errores y equivocaciones en la vida usualmente tienen consecuencias. Aprende a convivir con ellas. Si has dañado tanto a esa persona y sientes que la has perdido. Afróntalo y vuélvete un mejor ser humano gracias a ella y por ella.
  • Vive mejor. Todo es aprendizaje en la vida. De cualquier situación por mala que sea puedes sacar algo bueno.  Conócete mejor después de eso y mejora.

La vida pasa rápido. O termina rápido. He aprendido a no pelear y a no herir a los que quiero. No tiene sentido. Los acepto como son. Los extraño como son. Los necesito como son.

Ya que estamos hablando de simplificaciones y minimalismo. Pues ama con ganas a la gente que realmente amas. Quédate con aquellos que lo valen y sencillamente simplifica al resto.

Simplificando hábitos

Simplificar. Simplificar no es eliminar. No es limpiar. No necesariamente es deshacerse de algo. De alguien. De un mal habito. Puede serlo pero necesariamente lo es.

No. Simplificar sencilla y llanamente significa hacer las cosas más simples. Simple. La vida puede ser resumida a una simpleza casi utópica o en su contrario puede volverse un enredo de magnitudes galácticas. Todo al fin y al cabo depende de «tu punto de vista». Uno de nuestros principales problemas vitales es el de no poder controlar nuestro «punto de vista». Nuestro «punto de vista» está formado por todo lo que hemos aprendido. Desde lo que nos han enseñado nuestros padres desde que nacimos. Hasta lo que vemos hoy día en los muros de nuestros amigos en Facebook. Es algo que está en constante evolución. Al menos en parte.

Pensemos que se trata de una pirámide. En la que las rocas más grandes y pesadas se encuentran en la base misma. Llamemos a esa base nuestra infancia. Lo que papá y mamá. Tíos y tías te dijeron en tu primera infancia. Las reprimendas. Los elogios. A veces los golpes o en su lugar las caricias son los primeros formadores de una personalidad incipiente que sirve de base al resto de nuestro aprendizaje vital. En la infancia somos «programados» para ser como somos. Para pensar como pensamos. Para sentir como sentimos. Luego nos dedicamos a adquirir información (la parte alta de nuestra pirámide). De nuestro entorno. De los medios de comunicación (televisión, radio, internet) De las personas con la que te relacionas día a día en la escuela. En la zona en la que vives. En los trabajos en los que te desenvuelves.

Gran parte de los hábitos adquiridos durante este «aprendizaje» son parte de nuestra «forma de ser» cotidiana. Vivimos con hábitos que arrastramos desde nuestra primera infancia. Con ellos nos desenvolvemos hoy. Con ellos solemos afrontar los problemas de deudas. De pareja. Laborales y un largo etc. Nuestras más antiguas herramientas vitales son lo que en algún instante de nuestra infancia aprendimos o escuchamos de alguna de las personas mayores que nos rodeaban (y no necesariamente tiene que ser cierto o válido lo que nos dijo) y con ellas trabajamos hoy. Gracias  a esto podemos entender ahora cuando nos preguntamos: » ¿Y yo que estoy haciendo mal?» y realmente no entendemos que ha veces las cosas salgan mal aplicando lo que supuéstamente esta bien. Todo  «debería»estar bien. Pero no es así.

Así vuelvo a la primera palabra de este post: «Simplificar».  ¿Quieres una vida más «feliz»? : Simplifica. Simplifica hábitos dañinos. (la mayoría los conoces: Beber en exceso. Fumar. Comer mal y en exceso. Hablar mal del resto. Y un largo etc. que no vale la pena enumerar aquí) Pero hay otros que sencilla y llanamente están ahí dentro de ti. Piensas que están bien para ti y para el resto porque fue lo que te enseñaron pero en verdad son hábitos dañinos que te generan dolor gratis a ti y a los demás. Para simplificar estos hábitos de nuestras vidas tenemos que hacer un esfuerzo consciente de entender que tal o cual hábito es dañino para mí o no. El secreto es ser consciente de que estos hábitos nocivos que existen en nosotros y a veces forman parte importante de nuestro modo de ser o de nuestra personalidad.  Unos ejemplos: El  inconformismo excesivo. El desear más y mejor en extremo. El clasificar a la gente por lo que tiene. El no vivir el presente y pensar más en el futuro y en el pasado. El no apreciar realmente lo que se tiene. El esperar que todo «sea perfecto».  El creer que «el sueño americano» (casa hermosa, carro del año, dos hijos con pelo castaño, un buen jardín) es el ingrediente primordial de la felicidad. Y muchos más.

Aprendiendo a simplificar hábitos dañinos y además  adquiriendo otros nuevos que pueden ayudarnos a mejorar (comenzar a hacer algún deporte, leer, escribir, o simplemente aprender a contemplar) podemos sin mayor esfuerzo cambiar nuestro «punto de vista» vital. Al cambiarlo la vida es si misma adquiere matices completamente nuevos. Muchos de ellos hermosos.

¿Parece difícil?. Lo es. Al menos al principio.

¿Que si se puede hacer?. Claro que sí.

Yo lo he hecho y lo sigo haciendo. De a poquitos pero contaste. Un hábito a la vez. Como una garúa de Junio en Lima.